Las batallas sociales y ambientales en México
Víctor Manuel Toledo
En los albores del siglo XXI, cuando el capital alcanza su máximo grado de rapacidad en la historia y la supervivencia de la especie humana se ve seriamente amenazada, ya no es posible separar las luchas sociales de las batallas ecológicas o ambientales.
El capital es una fuerza global, parasitaria del trabajo de los seres humanos y de la naturaleza. Libre de toda atadura moral, domina, impone, arrasa, es una mancha voraz incontenible, una ambición incapaz de autorregularse, es una civilización suicida, autodestructiva, cuya expresión más palpable es el cambio climático.
México está sometido a una sistemática destrucción social y ambiental, causada por la ola expansiva del capital nacional y transnacional, la pobreza y la violencia incluidas. La mayor parte de los gobernantes de todos los colores y todos los niveles contribuyen a esta tragedia.
Al mismo tiempo, la República es escenario de batallas entre fuerzas ciudadanas, sociales y comunitarias que enfrentan la devastación de sus territorios y se oponen a la depredación de cientos de proyectos mineros, hidráulicos, energéticos, turísticos, agrícolas, forestales, químicos e incluso biotecnológicos (los cultivos transgénicos).
Zonas ecológicas y regiones indígenas
Hay 17 millones de indígenas mexicanos y 26 regiones indias, principalmente en el centro, sur y sureste de la República. Poseen 28 millones de hectáreas en prácticamente todas las zonas ecológicas del país y el sector de propiedad social (30 mil ejidos y comunidades) abarca 106 millones, más de la mitad del territorio nacional.
Sus territorios captan más de la cuarta parte del agua que la nación recibe, aloja la mayor riqueza biológica (biodiversidad),
Movimientos de resistencia:
8 redes nacionales con 300 organizaciones
son de las selvas y bosques que aún quedan. Además, conservan los principales recursos fitogenéticos del país: maíces, jitomates, chiles, calabazas, vainillas, cacaos y otras 100 especies domesticadas. Los campesinos mestizos comparten su forma de vida con los indígenas.
Valiéndose de su cultura ancestral y de su historia agraria, las comunidades campesinas e indígenas enfrentan y resisten el embate por mercantilizar y privatizar los recursos naturales, bosques, alimentos, biodiversidad, ríos o suelos. En estas resistencias se escuchan ecos de la revolución agraria de principios del siglo XX: recampesinizar el campo y restituir la memoria mesoamericana.
De las resistencias a las alternativas
En los movimientos sociales ambientales se defienden al mismo tiempo los recursos naturales, el territorio, la cultura, la memoria histórica, la vida colectiva y la autogestión comunitaria, es decir, el poder social. Hay dos tipos de batallas: los movimientos de resistencia, de carácter defensivo, que buscan evitar la implantación de proyectos destructivos; y las que impulsan proyectos alternativos, como el manejo comunitario de bosques y selvas, el café orgánico, el turismo alternativo, la producción agro-ecológica, etc.
Movimientos de resistencia
Las luchas socio-ambientales se han multiplicado en los últimos años. Hay cientos de movimientos locales o regionales, organizaciones o redes a escala nacional contra la minería, las presas y los pesticidas, en defensa del agua, del maíz, de los alimentos orgánicos, y las causas de los afectados por la irracionalidad ambiental.
Se multiplican las luchas contra las empresas mineras, buena parte canadienses, a las que en los últimos 10 años les han concesionado más de 50 millones de hectáreas, una cuarta parte del territorio nacional. Los métodos contaminantes de explotación y el atropello a los derechos agrarios e históricos de las comunidades rurales, han creado movimientos de resistencia en Baja California, Chihuahua, Nayarit, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
Las luchas contra el maíz transgénico
La movilización campesina y ciudadana contra el maíz transgénico se ha expandido desde Chihuahua, Nayarit y Michoacán hasta Tlaxcala, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Yucatán y San Luis Potosí. Hay movimientos masivos contra presas como en la costa de Oaxaca contra la presa El Paso de la Reina; en Guerrero contra La Parota; en Jalisco contra la presa El Zapotillo. Hay otros conflictos sociales por presas en San Luis Potosí, Guerrero y Chiapas.
Las Alternativas
Por lo común, las alternativas nacen de una resistencia primera de las comunidades, cuando los movimientos pasan de una actitud defensiva a una ofensiva, con propuestas distintas, muchas al alcance de su mano.
Los proyectos alternativos, generalmente ligados a la producción o a los servicios, implican una organización sólida y permanente, información y conocimientos científicos y tecnológicos, aparatos administrativos y vías de comercialización; son batallas que se dan en un mundo dominado por el neoliberalismo.
A contracorriente, se buscan modos alternativos de articulación con la naturaleza y de nuevas maneras de producir, circular, transformar y consumir. Se basan en principios y valores contrarios al capital, tales como la cooperación, la solidaridad, la acumulación colectiva o comunitaria de la riqueza, el respeto por los procesos naturales, la democracia participativa y el comercio justo y orgánico.
Economía rural alternativa
Destacan las cooperativas de pescadores en Baja California o Quintana Roo, las comunidades forestales de selvas tropicales o bosques templados de organizaciones como la UNOFOC, con cerca de 56 organizaciones en 500 comunidades y ejidos en una superficie que rebasa los 4.5 millones de hectáreas; las cooperativas productoras de café orgánico bajo sombra, solamente en Chiapas rebasan las 100. Se estima que sólo en cinco entidades (Quintana Roo, Oaxaca, Puebla, Chiapas y Michoacán), hay más de mil proyectos e iniciativas alternativas. Los proyectos alternativos comunitarios o de cooperativas a escala municipal, abarcan una considerable extensión territorial.
El poder social
El recuento de estas batallas, nos ofrece un panorama esperanzador, cuyo potencial organizativo es enorme. El reto es articular a cientos de movimientos y encauzarlos dentro de una gran corriente que resista los embates del capital y, al mismo tiempo, construya un poder social. Esto pasa por dejar de imitar las formas dominantes de concebir a la naturaleza, de producir, circular, consumir y de mirar al mundo, y retomar la historia, la cultura y la memoria de nuestros pueblos. La conformación de un poder social se traduce en proyectos comunitarios, productivos, financieros, jurídicos, tecnológicos, ecológicos, educativos y culturales que desafían el orden dominado por el capital. Las bases están dadas, sólo falta echar a andar por un camino común.
* Resumen de la presentación en el Foro Nacional para la Regeneración Socio-Ambiental, Cuetzalan, Puebla, marzo 21 y 22 de 2011.
Versión completa en regeneracion.mx
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