En la montaña cientos de niños comenzaron el ciclo escolar sin tener un lugar con las condiciones mínimas para tomar sus clase
Por Arturo de Dios Palma | AngelesPress
6 de septiembre de 2014.-En cuanto se deja caer la lluvia en la comunidad indígena de Zontecomapa, los techos de las aulas improvisas de la primaria Lázaro Cárdenas se convierten en regaderas.
El director de la escuela, Félix Vargas Guzmán, resume las condiciones que enfrentarán los 211 niños me phaa inscritos en este ciclo escolar. No exagera. Las aulas, que en realidad son chozas construidas con pedazos de láminas, palos y lonas, a la vista lucen endebles, pero las más débiles se muestran cuando la lluvia y el viento las topa.
La primaria Lázaro Cárdenas está ubicada en ese recodo de la Montaña de Guerrero que es la comunidad Zontecomapa en el municipio de Acatepec.
Los 211 niños tendrán que enfrentar en estas condiciones el ciclo escolar por la simple razón de que no tienen un edificio donde recibir sus clases. Su anterior escuela se encuentra semi-sepultada por el lodo y las piedras que dejó el paso de la tormenta ‘Manuel’ hace 11 meses.
La construcción de la nueva escuela que le prometió el gobierno federal dirigido por Enrique Peña Nieto está suspendida. Sin embargo, la burocracia con ostentosos sueldos no deja de crecer.
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Son las 10 de la mañana del lunes 18 de agosto. En medio del cerro donde está cimentada la comunidad de Zontecomapa se mira lo que tres días atrás los padres de familias construyeron y la llaman: escuela.
Sobre una planicie de unos 20 metros por seis están edificadas las 10 aulas a base de láminas, palos y lonas. Dentro de ellas están los 211 niños que llegaron ese día para iniciar el ciclo escolar. Todos, sin excepción, llegaron portando el uniforme color guinda que regala el gobierno del Estado. Pero todos -igual sin excepción- sufrirán por la negligencia de ese mismo gobierno.
Los 211 niños comenzaron el ciclo escolar sin tener un lugar con las condiciones mínimas para tomar sus clases.
Y mientras no tengan otro lugar estos niños tomarán clases sobre el piso de tierra que parece recién mojado y con pasto crecido; se sentaran en las butacas prestadas por las escuelas de los alrededores; tendrán que suspender sus actividades cuando la lluvia comience y, peor aún, muchos de ellos no podrán asistir cuando el cauce del río crezca. Mientras no haya otro lugar, tendrán que orinar y defecar en cualquier parte de ese cerro por la falta de baños y, mientras no tengan otro lugar, sus profesores tendrán que luchar con ellos para que los niños puedan escuchar su voz.
Pero el escenario en este ciclo escolar no sólo le es adverso a la primaria Lázaro Cárdenas. De acuerdo a la Secretaría de Educación, en Guerrero son más de 98 escuelas dañadas por la tormenta Manuel que no han sido reubicadas por la falta de un terrero.
La titular de la dependencia, Silvia Romero Suárez, explicó que de acuerdo al Plan Nuevo Guerrero –programa del gobierno federal para la reconstrucción de los daños por la tormenta Manuel en el estado- se contemplaron 393 acciones en 360 planteles, pues 319 de éstos quedaron hundidos en el lodo.
En el caso de la Montaña, la funcionaria justificó la situación diciendo que los terrenos están en laderas inestables por lo que se está realizando un diagnóstico con los especialistas que tienen que realizar los estudios de suelo y así poder construir las escuelas en lugares sin riesgos.
Según la funcionaria, los principales problemas en infraestructura educativa, además de la Montaña, están en la región Costa Grande, en San Jerónimo, Coyuca de Benítez y de igual forma en Acapulco y Chilpancingo.
Por su parte, el director del Fondo Nacional de Desastres (Fonden), José María Tapia Franco, reconoció que el sector educativo y el de vivienda son los que presentan más rezago en los trabajos de reconstrucción; argumentó que se debe a la falta de terrenos para las reubicaciones, a que el gobierno del Estado no responde con la contraparte que le toca y a que, en el caso de los caminos rurales y alimentadores, el gobierno estatal se los destinó al federal sin contar con los proyectos ejecutivos.
Contrario a lo expresado por la secretaria de Educación estatal, Silvia Romero, en el sentido de que hacen falta 98 terrenos para reubicar escuelas, Tapia Franco afirmó que son unas 56 escuelas, de las 400 que resultaron dañadas, en las que aún no empiezan los trabajos de construcción. Dios los hace y ellos se juntan.
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Una de las obras que más daño recibió de parte de la tormenta Manuel fue la primaria Lázaro Cárdenas, la dejó semi-sepultada. Ahora, el único edificio con el que contaba ya no parece de dos pisos, sino de uno y medio. El cúmulo de tierra que dejó la tormenta a la distancia hace que al pararse frente a una de las aulas un adulto no mire las ventanas sino el techo. Otras aulas, el tiempo las ha convertido en campos de cultivo.
La tormenta Manuel no permitió que los niños inauguraran el techado de la cancha de básquetbol. La cancha la sepultó y la estructura metálica la dejó estrujada.
Pero el problema no termina ahí. Desde hace 11 meses los niños de la primaria han tenido que recibir clases en condiciones precarias, al límite. Los primeros días lo hicieron en toldos que les prestó el Instituto Guerrerense de la Infraestructura Física Educativa (Igife), pero a los tres días el viento los voló. Esto obligó a los profesores y a los padres de familia a construir aulas con láminas de aluminio y con los restos de los toldos.
Lo tuvieron que hacer porque la promesa que les hizo el gobernador, Ángel Aguirre Rivero –cuando los visitó la única vez– no se ha cumplido. En esa ocasión, recuerda el comisario municipal, Juvenal Díaz García y el director de la primaria, Félix Vargas Guzmán, Aguirre Rivero les aseguró que les enviaría 400 láminas para que con ellas construyeran de manera provisional un techado donde los niños pudieran recibir clases y también lo utilizaran para atender a sus enfermos porque el cauce el río, literalmente, volteó el Centro de Salud.
El sábado 16 de agosto los padres de familia tuvieron que rehacer nuevamente las chozas donde reciben clases sus hijos, porque en el lugar donde estaban, según dijo el comisario, uno de los arquitectos que está a cargo de la reconstrucción en esa comunidad les pidió el espacio porque comenzarían los trabajos de construcción del preescolar.
Para levantar de nuevo las chozas, los padres de familia tuvieron que pedir a la comunidad que les donara láminas para poderlas techar. Pero muchas de las láminas se encontraban ya en mal estado, lo que provoca, según el director, que cuando comienza la lluvia a los niños los tengan que retirar.
-Con la lluvia el techo se hace una regadera, explica el director las condiciones de la escuela y remata: “Antes teníamos todo para trabajar, ahora no tenemos nada”.
Pero este ciclo escolar no se muestra prometedor. La obra de la nueva escuela está suspendida y, según calculan los pobladores, no llega ni a 20 por ciento de avance. Y no exageran, la construcción de la nueva escuela sólo tiene el esqueleto.
La razón de la suspensión, explica el director, se debe a una controversia entre el Igife y el Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa por el costo de la construcción. Para la dependencia federal, 8 millones de pesos es demasiado para construir 10 aulas y dos baños.
Vargas Guzmán asegura que si antes de que termine agosto el Igife no retoma los trabajos de la construcción de la nueva escuela, regresarán a las antiguas instalaciones que están sepultadas desde hace 11 meses.
Pero advirtió, que si regresan y le sucede algún accidente a uno de los estudiantes los únicos responsables serán los gobiernos de los tres órdenes por la falta de atención.
Antes, de acuerdo a Vargas Guzmán, la primaria estaba integrada por 11 aulas, una biblioteca, una sala de cómputo, un auditorio techado –que estaban apunto de inaugurar– y dos canchas de usos múltiples.
La primaria, hasta ahora, forma parte de las escuelas de tiempo completo pero no la pueden operar bajo este modelo: no tienen espacio para la cocina y el comedor donde se preparan los alimentos para los niños.
Lo que ahora le preocupa al director de la escuela y a los padres de familia, es que los niños puedan tener clases en condiciones mínimas y con seguridad.
Vargas Guzmán explicó que con la falta de baños los niños tienen que utilizar los cerros cercanos para hacer sus necesidades, lo que podría traerles, dijo, enfermedades gastrointestinales, y por la constante humedad y filtración de agua por las láminas, enfermedades respiratorias.
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La tormenta Manuel arrasó con gran parte de la comunidad de Zontecomapa: sepultó la escuela primaria Lázaro Cárdenas y, literalmente, al Centro de Salud lo despegó de la tierra. Ahora a 11 meses, los pobladores no tienen dónde atenderse, y para hacerlo deben caminar hasta tres horas para llegar al consultorio más cercano.
Zontecomapa es una comunidad donde no hay ningún metro de carretera o de camino pavimentado, los pobladores no tienen agua potable y, ahora desde el paso de la tormenta Manuel, no tienen ni Centro de salud ni escuela primaria. Zontecomapa es como muchas de las comunidades de la Montaña de Guerrero: llena de carencias y marginación.
Zontecomapa está integrada por al menos mil 600 personas distribuidas en cinco colonias: Palo seco, San Miguel, Isla Escondida, San Antonio y Cerro tabaco. Hace 11 meses la tormenta Manuel la desconfiguró.
Ahora la reconstrucción en la comunidad es mínima. La escuela primaria Lázaro Cárdenas está aún sepultada y la construcción de la nueva está suspendida desde hace dos meses.
Otra de las obras de afectó Manuel fue el Centro de salud. Ahora la construcción se encuentra despegada de la tierra y de lado. A la vista se logran ver los cimientos de la construcción que no aguantó la corriente de río.
Juvenal Díaz García, comisario de la comunidad, explica que desde el paso de la tormenta el Centro de salud está intacto y peor aún: no hay indicios de que comiencen los trabajos del nuevo.
Por ahora, dice el comisario, la única posibilidad para que se puedan atender los más de mil 600 pobladores es yendo hasta la cabecera municipal. Para llegar hasta allá, los pobladores tienen que caminar tres horas o mínimamente una para llegar a la comunidad de Palo seco donde pasan las camionetas del transporte público. La otra alternativa es solo para los privilegiados, para los que tiene carro propio.
Otra de las afectaciones que sufrió la comunidad fueron los caminos, actualmente el principal se encuentra aún bloqueado. Para liberarlo, aseguró el comisario municipal, pidieron ayuda al presidente municipal, el perredista, Juan Paulino Neri, pero se negó “porque otra vez se iba a derrumbar el cerro”.
En Zontecomapa de acuerdo al censo que realizaron los propios pobladores la tormenta Manuel derrumbó 78 casas, de éstas la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), sólo autorizó la construcción de 44, pero de éstas sólo apenas dos están en obra negra. Con daños parciales fueron 135 viviendas.
Apenas hace unos meses la Sedatu acaba de ir a verificar los daños “porque la gente luego inventa”, recordó Díaz García lo que le dijeron los funcionarios de la dependencia federal.