Por Edith Peredo*
Arrancaron nuestros frutos, cortaron nuestras ramas, quemaron nuestro tronco, pero no pudieron matar nuestras raíces.
Popol Vuh
Regeneración 01 de enero del 20015.- Este año, como muchos otros, ha sido largo ¿verdad?
Llegar a donde estamos, reconocer, recordar… ¿Cómo escribes tanto en unas cuantas líneas?
Las palabras sobran y a veces faltan. Hemos hablado de frente, llorando nuestras penas, compartiendo nuestros dolores. Escribimos y dialogamos y exigimos y nada ha sido suficiente. Las palabras retumban en la memoria de los que resistimos, se plasman en la piel, se adhieren a la lengua y brotan como semillas que luchan por sobrevivir. Y seguimos y todo vale; porque siendo diferentes, las palabras nos unen; porque si nos callamos, arriba ganan.
Los ojos han visto tanto y tan poco. Masacre, represión, golpizas, muerte. Y las lágrimas a veces no alcanzan y aunque los ojos se hacen chiquitos de desvelo, cansancio, ganas de no seguir viendo lo que vemos, siempre hay una disposición voluntaria para continuar buscando un rayito de luz solar, una estrella luminosa que sonría y encontrar otro ojo, una mano, un corazón que acompañe en la búsqueda de los que somos, de lo que nos quitaron.
Las manos han tocado todo y casi nada. Tierra fértil, agua cristalina, campo verde, otras manos… Los dedos han servido para delinear formas, figuras, cuerpos, rostros. Y la piel tiene memoria, y la piel no olvida y reclama lo sentido. La frescura del río que nos robaron, la textura de la tierra donde sembrábamos, la tibieza de la mano de una madre, un padre, un hijo, una hija, un compañero. Las manos no se cansan de buscar lo que perdimos o nos perdieron o nos arrebataron.
Los pies han andado a prisa y tan despacio. Han caminado otras geografías, diferentes territorios, y los zapatos aunque gastados, siguen resistiendo el andar. Los pies adoloridos, inflamados, llenos de recuerdos por tanta andanza, lastimados por tantas piedras que nos han puesto en el camino, con las que intentan que tropecemos, que caigamos, que renunciemos, que olvidemos a quienes acostumbraban marchar a nuestro lado, al mismo paso, al mismo tiempo. Tanto el camino, tanta la ausencia, tanta la injusticia. Y nuestra búsqueda no claudica, no se vende, no se rinde.
No dejemos de resistir la lucha, de llenar el corazón con todo lo bueno, por los que están y no están, por los que fuimos, por los que somos y por los que queremos ser.
Y que viva la vida, en tiempos donde desde abajo se construye un mundo nuevo.
Falta lo que falta…
*Locutora de Radio Teocelo, la radio comunitaria más antigua del País, texto original para Centro de Medios Libres