#Opinión: Las consecuencias de un amor equivocado | Parte II

Esta es la segunda parte de ‘Las consecuencias de un amor equivocado’, una historia en la que una mujer deja todo, absolutamente todo por un hombre. Pero, la vida le cobra caro la decisión…

Esta es la segunda parte de 'Las consecuencias de un amor equivocado', una historia en la que una mujer deja todo por amor no correspondido.
Foto: Especial

Por Orlando Montane Pineda

RegeneraciónMx, 30 de junio de 2022.- En mi nueva desesperación busqué ayuda de una santera que había en el pueblo, pero ella me dijo:

“En ésta vida todo debe estar en equilibrio. Pediste una vida y a cambio debes entregar otra vida. Hiciste algo muy malo por ese amor, invocaste a un demonio para saciar tus caprichos de mujer despechada y este demonio cobrará con la vida de tu hija“.

“¡No, estás equivocada! Yo no invoqué a ningún demonio, sólo le hice una petición a una anciana que cuidé hasta su muerte”, respondí.

“¿Y que te hizo pensar que fue esa anciana la que acudió a tu llamado? Los muertos tienen su propio camino, ellos no cumplen peticiones de caprichos amorosos, son los demonios que utilizan la imagen de tus muertos para aprovecharse de la desesperación de la gente. Tú abriste un portal y le diste facultad a ese demonio para actuar. No sólo cobró la vida de ese niño que no nació, sino también la del hombre que pediste. Debido a la desesperación que causó tu ausencia ese hombre acabó con su vida”, me dijo la santera.

No podía dar crédito a las palabras de aquella mujer, ni fui capaz de emitir palabra alguna. Me retiré de aquel lugar y al salir me comuniqué con una antigua compañera de trabajo, quien también conocía a Manuel. Ella, al escucharme, me preguntó la razón por la que desaparecí tan abruptamente y me dijo que Manuel a diario me buscaba, hasta que se mató en su moto, tirándose a un barranco.

Era increíble todo lo que había causado por mi rabia y mi terquedad de mantener a un hombre a mi lado, sin haber pensado en que cada uno de mis actos traerían consecuencias.

Pagar con otra vida

Al ver a mi hija cada vez peor, regresé a donde la santera y le pedí que me ayudara, que haría cualquier cosa para salvar a mi hija, que era capaz de todo con tal de no perderla. Pero, ella insistió en que debía pagar con una vida por el daño que hice a aquel amor. Y, sin vacilar, le dije que seguiría sus instrucciones al pie de la letra para deshacerme de aquella maldición y del demonio que me asediaba. Yo ya sabía quién sería la víctima.

La santera me indicó cómo debía realizar el ritual. No podía ser cualquier persona, sino alguien con quien tuviera un lazo de por vida, lo cual para mí no significaba un problema.

Con el ritual aprendido, una madrugada de viernes entré en una cabaña en donde vivía la persona que había acabado con mi inocencia y a quién me unía un lazo de por vida… el padre de mi hija, el hombre que había abusado de mi.

Él, al verme sonrió y me dijo:

“Hace años que no te veía, veo que aún me recuerdas… fuiste agradable en su momento, pero ahora ya no me apeteces, ya estas vieja para llamar mi atención“.

Aquellas palabras me dieron el aliento que necesitaba para llevar a cabo mi plan. Así que, pensando en mi hija, cerré los ojos, recité las palabras del ritual y le clavé un puñal en el corazón a aquel tipo. Con nerviosismo veía su sangre brotar desde su pecho. Saqué el puñal y se lo clavé en el cuello, desde ahí la sangre brotaba más fuerte. Después me desanudé y me bañé en su sangre para que el demonio perdiera mi huella y me dejara en paz.

Antes del amanecer fui a un río para limpiarme la sangre. Y, una vez terminado con todo, tomé a mi hija y me fui de aquel pueblo para nunca más volver. Ella y yo comenzamos una nueva vida. Mi pequeña se recuperó totalmente y conseguí mi estabilidad emocional, no sin antes recordar que en esta vida todo se paga.

Nunca más volví a aferrarme a un amor y aprendí a vivir la vida con sus cambios y a aceptar que todo lo que pasa es parte de lo que debemos aprender, sin intentar forzar las cosas por desesperación o capricho. Después de tanto dolor entendí que mi felicidad sólo estaba al lado de mi hija y no al lado de un amor no correspondido.

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