#Opinión: Mentores

Por Fernando Paz

RegeneraciónMx.- —¿Podemos usar una plantilla de curvas, profe? —dijo uno de mis compañeros en la clase de Dibujo.

—¿Profe?, fueron cinco años de quemarme las pestañas, joven; dígame ingeniero, por favor. Sí, pueden usar plantilla —respondió el catedrático, atusándose la barba.

Cursábamos el primer semestre de ingeniería civil en el Instituto Tecnológico de Tapachula. Era evidente que nuestro también joven mentor estaba orgulloso de su título; y cómo no, si lograr una carrera de ese nivel técnico-científico no es fácil y menos aún en la mejor universidad de América Latina, la Universidad Nacional Autónoma de México, de donde había egresado.

Recordé la anécdota porque en uno de mis grupos de redes sociales surgió el tema de la educación pública en el país y en la semana leí dos o tres artículos acerca de lo que la supervalorada derecha mexicana llama “ideologización anticolonialista”, refiriéndose en particular al contenido de los libros de texto gratuitos.

También leí el tuit de un egresado del ITAM, de cuyo nombre no vale la pena acordarme, exigía vehementemente y sin darse cuenta de su incongruencia, el monopolio de la ideologización en México; su texto se leía algo así: “Oye, AMLO, déjanos seguir implantando en las mentes de nuestros niños el consumismo, el que deben estar subordinados a las leyes del mercado y de sus principales poseedores, permítenos decirles que la felicidad y el éxito resultan siempre por la consecución de lo material”; una joya, pues.

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Si la prolongada noche neoliberal pretendió —y logró en muchos— vendernos la idea de esa falsa felicidad, manipulándonos por todos los medios posibles, incluyendo los libros de educación primaria, es justo, diciendo lo menos, que en este sexenio se haya empezado a revertir ese daño; mismo que para algunos ha resultado irreparable.

Pongo en ese tosco grupo a los seguidores de Chumel Torres, a los que llaman periodista a Carlos Loret o a Javier Alatorre, a los que creen que Eugenio Derbez es cineasta, a los que darían el Nobel de Literatura a Yordi Rosado o a Elena Chávez e incluyo, finalmente, a Lilly Téllez, quien, con el rosario en un puño y casi arrancándose el escapulario, jura que un meme —un dechado de sarcasmo, por cierto— es adoración a la Santa Muerte.

Sé que hablo por millones cuando doy gracias a la educación pública de México, y sé que hablo por muchos en mi natal Tapachula, cuando hago una pequeña conmemoración de mis queridos profesores de la escuela primaria: Edith Guillén Chávez, Victoria Hernández Ríos, Juanita Pineda Delgado, J. Agustín Calcáneo, N. Alfredo Castillo y Enna L. Ochoa Pimentel, todos ellos muy dedicados y cariñosos; aprovecho a hacer una mención especial de mi profesor de español en el tercer grado de secundaria, el maestro Naybeth Clemente Corzo, quien sembró en este servidor (y en muchos amigos, según me acabo de enterar durante la pesquisa de su nombre completo) la inquietud por la literatura, el debate y el teatro.

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Agradezcamos todos esa oportunidad de estudio gratuito, laico y universal que nos hemos otorgado como país, dejemos trabajar a los que conocen cómo transmitir el conocimiento, de enseñar a construir el pensamiento y de guiar a nuestros niños y jóvenes para que así puedan decidir, siempre, por el bien común.