Por José Luis Marín | @Saotiko
La lucha por la tierra y la justicia social, claves de la Revolución Mexicana
La Revolución Mexicana se presenta como una enorme guerra campesina por la tierra, que llevada por su propia dinámica pone en cuestión el poder y la estructura del Estado, controlado hasta entonces por los terratenientes, banqueros y mineros. De 14 millones de habitantes, 11 millones vivían dentro del sistema de las haciendas, de los cuales 9 millones eran peones acapillados, es decir eran esclavos de las haciendas. A ello hay que agregar que la dictadura sometía completamente a la población a los designios de hacendados, mineros, banqueros y de las clases dominantes. Eran los señores de la horca y el cuchillo, dueños de vidas y de riquezas. Porfirio Díaz estableció el gobierno dictatorial personal absolutista más perfecto, decía John Kenneth Turner, el periodista estadunidense que escribió el libro México Bárbaro, la primera denuncia internacional de la dictadura porfirista.
Por José Luis M.
Como es ya generalmente reconocido, fue una época de intenso desarrollo capitalista del país. En ella se van articulando y combinando constantemente relaciones capitalista. El régimen porfirista fue bajo su aparente inmovilidad política, una sociedad en intensa transición, la forma específica que adoptó en México el periodo de expansión del capitalismo en el mundo de fines del siglo XIX y comienzos del XX, en el cual se formó y se afirmó su fase imperialista y monopolista.
comunidades para tender sus vías, incorporando a los campesinos así despojados como fuerza de trabajo para su construcción, desorganizando sus formas de vida y de relación tradicionales y arrastrándolos al turbión mercantil del capitalismo. El avance de las vías férreas está constelado de insurrecciones campesinas algunas registradas, muchas otras no en defensa de sus tierras y de su modo de vida, todas reprimidas, todas derrotadas, ninguna como se vería finalmente en 1910 definitivamente y para siempre vencida.
La revolución mexicana oficial, la de Madero, la del Plan de San Luis, la que empezó el 20 de noviembre de 1910, en realidad terminó el 25 de mayo de 1911 cuando, después de los acuerdos de Ciudad Juárez, Porfirio Díaz se embarcó en el «Ypiranga». Quienes la continúan, haciendo saltar finalmente los acuerdos entre el Porfirismo y el Maderismo, son los campesinos. El foco de esa continuación está en el zapatismo. Detrás de la brecha que éste mantiene abierta, se precipitan todas las masas. Y con ellas, se precipitan y convergen todas las determinaciones de la historia mexicana sin las cuales es imposible explicar el fantástico dinamismo de la revolución; una historia constantemente fracturada por irrupciones de las masas, en la cual los periodos de continuidad y estabilidad no aparecen como la conclusión de las rupturas anteriores sino, por el contrario, como periodos de acumulación de las contradicciones que preparan las rupturas por venir.Los pioneros de las revolución mexicana fueron los magonistas, que publicaron diversos periódicos opositores a Porfirio Díaz (el principal fue Regeneración), fueron encarcelados y exiliados. Esta corriente libertaria denunció la dictadura porfirista y el sistema de esclavitud social que le sostenía. Elaboró el primer programa social y democrático precursor de la Constitución de 1917 y promovió la organización obrera (participaron en las huelgas de Cananea y Río Blanco) y campesina (acuñaron el lema Tierra y Libertad). Al estallido de la Revolución, esta corriente se radicaliza y lanza un programa anarquista de transformación social total (de expropiación de la propiedad, de las fábricas y bancos y de abolición del gobierno).
siempre ocupó el ejército de ese general sin honor y sin conocimientos militares que se llamó Pablo González).
Si observamos la línea que marca la revolución desde 1910 a 1920, veremos una te: la única fracción que nunca dejo la guerra, que tuvo que ser barrida para que callara, fue la de Emiliano Zapata. Después de los acuerdos de Ciudad Juárez, a fines de mayo de 1911, todas las facciones revolucionarias, al llamado de Madero, guardaron las armas: la revolución había triunfado, don Porfirio había caído. Todas, menos la de Zapata: la revolución no había triunfado, la tierra no se había repartido. Los zapatistas se negaron a entregar las armas y a disolver su ejército; se dieron su programa, el Plan de Ayala, en noviembre de 1911, y continuaron tenazmente su combate. Resultado evidente: entre mayo de 1911 (caída de Porfirio Díaz) y febrero de 1913 (asesinato de Madero), es decir, durante un año y nueve meses.
Después de estos hechos inicio la lucha constitucionalista encabezada por Venustiano Carranza proclamando el plan de Guadalupe desconociendo a Huerta como presidente y creo al ejército constitucionalista la cual derroto al ejército federal e hiso renunciar a Huerta en julio de 1914 y Carranza se convirtió en presidente provisional.
A pesar de que los representantes de las corrientes populares y campesinas de la Revolución Mexicana fueron asesinados, sus ideales quedaron plasmados en la Constitución mexicana. En la carta magna fueron reconocidos los derechos sociales de los campesinos (reparto agrario, ejidos y comunidades), de los obreros (jornada de 8 horas, derechos laborales y sindicales) el derecho a la educación laica y gratuita, a la seguridad social; el bienestar como objetivo del Estado mexicano, el derecho de la nación sobre los recursos naturales y del subsuelo, entre otras. La Constitución de 1917 resultó en su tiempo (y aun ahora) la más avanzada del mundo. Hoy las elites económicas y políticas quieren eliminar las conquistas sociales de la Revolución porque les estorban en sus planes antipopulares y entreguistas de acabar con la soberanía nacional y con el país mismo.













