Palabra de mujer, palabra de honor y de esperanza

Por Tlachinollan*

“A las mujeres que están en sus luchas, les decimos que sigan adelante; a las que defienden sus tierras, las que diariamente pelean por alcanzar una vida digna, a todas les decimos que no están solas y que no se sientan derrotadas…Que este día nos sirva para tomar conciencia de nuestros derechos, para que valoremos lo que somos y para que ya no permitamos que nos humillen…Que sepamos organizarnos como mujeres, porque solo nosotras sabemos lo que sufrimos y lo que sentimos cuando nos tratan como si fuéramos seres inferiores. Nuestro corazón es el que nos va a decir lo que tenemos que hacer…A todas las mujeres las animamos para alcanzar la igualdad, para luchar por lo que es justo y para que desterremos de nuestras vidas todo tipo de violencia que nos denigra y esclaviza…Toda nuestra fuerza, todo nuestro coraje y toda nuestra esperanza es por nuestros hijos, para encontrarlos vivos. Desde aquí les decimos que nunca nos cansaremos de buscarlos y que vamos a llegar con ellos hasta la victoria (extractos del mensaje de las madres de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal rural de Ayotzinapa, con motivo del día internacional de la mujer)

Este día que se ha oficializado por los gobiernos para conmemorar el día internacional de la mujer, las madres, esposas e hijas de la Montaña de Guerrero, en compañía de sus hijos, amigos y vecinos, salieron a las calles de Tlapa para solidarizarse con todas las mujeres que resisten al olvido, de manera especial, con las madres de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa ejecutados y desaparecidos por el Estado mexicano, quienes desde hace más de cinco meses han iluminado con su ejemplo a un país que se desmorona a causa de la corrupción de los gobernantes y su colusión con el crimen organizado. Las madres de los 43, sin pretenderlo han sabido guiarnos con sus palabras sencillas y verdaderas, han tenido el valor y la osadía de encarar al poder infausto para desenmascarar sus tropelías y toda la sarta de mentiras que han dicho sobre el final funesto de sus hijos.

En este domingo, las mujeres indígenas cargando sobre sus espaldas los tesoros de su vida y soportando los estragos de la pobreza y la discriminación, denunciaron, que de nada han servido las conquistas legales alcanzadas a pulso por las mismas mujeres, porque en los hechos diariamente se enfrentan con las autoridades que las discriminan, las maltratan, las engañan y las extorsionan. En las instancias de justicia nada ha cambiado, siguen los mismos funcionarios que han hecho de la justicia un negocio sobre todo para proteger a los perpetradores que atentan contra la vida y la integridad física de las mujeres.

Como Tlachinollan, en lo que va de marzo de 2014 a marzo de 2015, se asesoró y acompañó a 528 mujeres que plantearon algún tipo de problemática relacionada con sus derechos fundamentales. De estos casos, 260 fueron denuncias sobre algún tipo de violencia, predominando la violencia psicológica en 89 casos, seguidos de la violencia económica en 65 casos, la violencia física en 58 casos. Se documentaron 41 casos de violencia patrimonial y 5 casos de violencia sexual. De todos estos casos un 74% fueron denunciados por mujeres indígenas, quienes en su mayoría nos manifestaron que no tuvieron oportunidad de concluir sus estudios de primaria.

El olvido al que el gobierno de Guerrero quiere condenar a las mujeres se manifiesta de diversas maneras: por la violencia que se alienta desde las más altas esferas del poder y que tiene como objetivo causar terror a la población que se organiza, sobre todo al ultrajar a mujeres, como el método más funesto para denigrar su dignidad y pisotear su honor, causando más encono y polarización social. La nula seguridad con todo y la creciente militarización del estado y la proliferación de grupos policiacos que son cómplices de toda la descomposición que se vive en el estado.

Los ocho casos de feminicidio, que Tlachinollan ha documentado evidencian un patrón acendrado de graves violaciones a los derechos humanos de las mujeres, a causa de la indolencia de las autoridades encargadas de procurar y administrar justicia. Sus pésimas actuaciones son las que han permitido que estos condenables hechos se consumaran con total impunidad. El número de suicidios de niñas es un foco rojo en la Montaña y que ninguna autoridad asume la responsabilidad de atender este problema que hunde sus raíces en la violencia y la pobreza. En lo que va de este 2015 se han registrado 6 suicidios de niñas en la región. Estos casos requieren una atención integral, que tomen en cuenta la situación de exclusión social y de violencia sistemática que enfrentan las mujeres desde que nacen y que se reproduce a lo largo de su vida.

La mujeres indígenas enfrentan grandes obstáculos para acceder de manera efectiva a sus derechos fundamentales: en cuanto al acceso a la justicia, las mujeres tienen que luchar contra un sistema que las discrimina y excluye. En la Montaña solo existe una agencia del ministerio público especializada en violencia familiar y delitos sexuales, donde solo hay una persona que se encarga de investigar estos delitos, un médico legista, no cuenta con peritos intérpretes, y lo peor es que carece de recursos económicos para la compra de papelería. No hay oficinas apropiadas para la atención de mujeres que sufren violencia en los 19 municipios que comprende su jurisdicción. El Centro de Justicia para la mujer que se encuentra en Tlapa, no representa una opción viable y segura para las mujeres. El gobierno le ha apostado a construir un edificio sin pertinencia cultural para la región con solo dos asesoras jurídicas, una doctora y dos psicólogas. Lo inconcebible de este Centro es que fue construido al lado de las instalaciones militares y a unos metros donde se encuentra el cuartel regional de la policía del Estado. El peor lugar para atender a las mujeres que han sufrido la violencia por parte de las fuerzas de seguridad y del mismo ejército. Para colmo de males en esa misma área se está construyendo el proyecto denominado Ciudad Mujer, que iba a inaugurar el presidente Enrique Peña Nieto este lunes, pero como sucede con todas las obras de la federación que contrata a empresas privadas, no se ha terminado la construcción en los tiempos previstos, los funcionarios jinetean el dinero, se trabaja a marchas forzadas para cumplir con el compromiso y se arrastran con varias fallas, que en este caso, no se cuenta con agua.

En cuanto al acceso a los servicios de salud en la región: el único hospital general que está por caerse solo cuenta con 40 camas destartaladas y atiende en los pasillos a la gente de la Montaña. El trato discriminatorio hacia la población indígena es lo que prevalece en la atención de los médicos y enfermeras. La sala de urgencias es el espacio donde la gente espera largas horas para ser atendida. Aguardan tiradas sobre el piso, sufriendo los estragos de las enfermedades de la pobreza.

La pobreza que siguen padeciendo las mujeres, las obliga a migrar a los campos agrícolas, llevándose consigo a los hijos, exponiéndose al abuso, la explotación y a vivir en condiciones deplorables. Las muertes de bebés que acompañan sus madres son un ejemplo claro de las consecuencias de la falta de atención a este tema por parte de las autoridades estatales. Tan solo en este periodo se han registrado la muerte de tres menores en los lugares de migración directamente relacionados con las condiciones en que trabajan las mujeres jornaleras agrícolas.

La atención por parte del Estado a la pobreza se reduce a programas asistencialista como el recién bautizado Prospera que somete y humilla a la mujer para mantenerse en dicho programa. Además de no atender de manera integral esta problemática, el gobierno intenta despojar de sus territorios a las mujeres indígenas a través de proyectos extractivitas.

La represión hacia las mujeres trabajadoras, maestras, enfermeras, médicas, trabajadores del hogar, empleadas, jornaleras, que se han atrevido a defender sus derechos laborales, y la discriminación laboral por género en la Montaña de Guerrero es una constante que debe ser erradicado.

En medio de esta realidad, las mujeres de la Región de la Montaña, han emprendido una lucha por la defensa de sus derechos, resistiendo al olvido al que se les quiere condenar. En este domingo se solidarizaron con todas las mujeres que están luchando por sus ideales, por sus tierras, por sus pueblos, por su empleo, por sus hijos. Reconocieron públicamente a todas las defensoras de los derechos de las mujeres, como a Nestora Salgado, a las madres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. A ellas les refrendaron su apoyo, les recordaron que no están solas, que las mujeres de la Montaña están con ellas. Que sus causas son también las causas de las mujeres de la Montaña, que sus hijos son también los hijos de las madres de la Montaña..

familiares

En esta marcha de la dignidad de las mujeres caminó también la señora Juliana Villegas González, madre de Magdaleno Rubén lauro Villegas, uno de los 43 estudiantes desaparecidos. Ella dejó el trabajo del campo y la elaboración de comales que los vende en Tlapa a 20 pesos, para dejarse acompañar y cobijar por las mujeres indígenas de la Montaña, que también han sido víctimas de la violencia. Juntaron su dolor para alzar su voz y exigir la presentación con vida de los 43 hijos desparecidos. Lucero, la hermana de Rubén apoyó a su mamá para traducir el mensaje que dio en naua, su lengua materna y que a todos nos conmovió. “Soy pobre, no tengo una tierrita para sembrar. Mi esposo tiene que ir a trabajar a Cuautla para juntar dinerito para comer. Por eso el gobierno no me hace caso y no busca a mi hijo. Yo como madre, nunca me cansaré de buscarlo. Tengo la esperanza de que un día volverá a la casa. Por qué tengo que pagar tan caro en esta vida, solo por luchar para que mi hijo estudie y ya no sufra como nosotros, que tenemos que hacer comales y venderlos a 20 pesos para comprar maíz y comer quelites”.

 

 Fuente y foto : Centro de Derechos de la Montaña «Tlachinollan»