Los escándalos de corrupción que han surgido en la gestión de Peña Nieto, más los de los exgobernadores César Duarte, Javier Duarte y Roberto Borge, las denuncias de violaciones de los derechos humanos, los gasolinazos, la crisis financiera y ahora el espionaje, son algunos de los factores que han ocasionado que el PRI pierda tantos votos rumbo al 2018.
Regeneración, 12 julio 2017.- Desde el año 2012, cuando Enrique Peña Nieto asumió la Presidencia, hasta la fecha, el PRI ha perdido cerca de cinco millones de votos en las elecciones que se han realizado. Un millón de estos votos Morena los habría ganado en la pasada elección del Estado de México.
Los escándalos de corrupción que han surgido en la gestión de Peña Nieto, más los de los exgobernadores César Duarte, Javier Duarte y Roberto Borge, así como las denuncias de violaciones de los derechos humanos, los gasolinazos, la crisis financiera y ahora el espionaje, son algunos de los factores que han ocasionado que el PRI pierda tantos votos rumbo al 2018.
Bajo estas circunstancias los priistas están cercanos a una derrota en la próxima elección presidencial. Hace seis años, cuando Peña Nieto era gobernador, en el PRI ya se tenía seguro al candidato presidencial y, aprovechando el mal gobierno de Felipe Calderón, capitalizaron el enojo social contra el panista y su guerra contra el narcotráfico que costó miles de muertos, desaparecidos y desplazados.
Hoy este enojo social se ha acrecentado en contra Peña y muchos de los integrantes del PRI que en 2012 regresaron al poder con un ansia inconmensurable de rapiña, abuso de poder, corrupción, tráfico de influencia e impunidad.
La pérdida de votos se refleja también en la pérdida de gubernaturas, de 20 que se tenían en 2012, ahora el PRI sólo cuenta con 14. Entre las derrotas más costosas son Veracruz, que perdió apenas el año pasado, según la investigación del periodista José Gil Olmos.
La conducta del gobierno de Peña Nieto y la de algunos gobernadores profundizó la erosión del PRI, cuya credibilidad y confianza es cada vez menor entre el electorado. Peña es el presidente con la peor calificación ciudadana desde 1995, cuando Ernesto Zedillo cargó con la culpa de la crisis financiera llamada “Efecto tequila”, flagelo que impactó a 17 millones de familias que perdieron propiedades y ahorros ante la descomunal usura de los bancos.
Hasta ahora el PRI no ha mostrado una estrategia efectiva para recuperar la confianza del electorado, su líder Enrique Ochoa Reza se ha dedicado a encabezar una campaña estridentista en contra de Andrés Manuel López Obrador y en asegurar que en el PRI no caben los corruptos.
Cada vez que habla de corrupción, Ochoa Reza escupe hacia el cielo, pues una vez que asegura que en el PRI ya no habrá ese problema, salen a flote nuevos casos, o los que ya se creían cerrados vuelven a abrirse, y de sus entrañas brota la pus de la corrupción, como fue la denuncia de que tanto el gobernador de Chihuahua, César Duarte, como el de Veracruz, Javier Duarte entregaron cientos de millones de pesos para financiar campañas del partido.
Los problemas en el PRI se van acumulando conforme se acerca la elección presidencial. Voces internas hablan de posibles fracturas si no se democratiza la vida interna del partido y se rechaza la amenaza de que Peña Nieto intenta imponer a su candidato.
Mientras los priistas intentan resolver los retos hacia el 2018, la inconformidad social aumenta.
Con información de Proceso