Remedios campesinos a tres flagelos globales
Armando Bartra
Tres problemas globales golpean de manera especialmente grave al campo mexicano: el cambio climático, la carestía de los alimentos y la lenta recuperación de los empleos en las economías desarrolladas y sobre todo en la estadounidense.
En cuanto a la crisis ambiental, lo preocupante es que somos y seremos de los países más afectados por el calentamiento global que, entre otras cosas, incrementa la incertidumbre en los rendimientos agrícolas.
En lo tocante la alimentación, lo que inquieta es que los precios internacionales siguen a la alza y nosotros importamos la mitad de lo que nos comemos.
En lo que tiene que ver con el empleo, debieran alarmarnos las señales de que el mal desempeño de la economía estadounidense posiblemente será crónico, pues en las últimas dos décadas hemos exportado a ese país poco menos de la mitad de los jóvenes -muchos de ellos rurales- que año tras año llegan a la edad de trabajar y en México no encuentran empleo.
Las tres amenazas son graves pero hay maneras de enfrentarlas. Los efectos del cambio climático se pueden manejar impulsando una agricultura diversificada y flexible capaz de capotear la incertidumbre en los temporales.
La carestía alimentaria nos afectará menos si logramos la autosuficiencia en básicos tanto el plano nacional como –en la medida de lo posible– en escala regional, local y hasta familiar.
El estrechamiento prolongado del mercado laboral estadounidense resultará menos dañino para nosotros si se impulsa decididamente la creación de puestos de trabajo en nuestro país, en particular empleos rurales que demandan inversiones menores.
Cultivo diversificado, producción de alimentos y generación de empleo que son las cartas fuertes de la pequeña y mediana producción campesina.
Una economía que durante los últimos 30 años ha sido, no sólo desatendida sino desalentada por las políticas públicas neoliberales.
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