Proponemos una forma de vida donde cada mujer y cada hombre —sin importar condición social, étnica, creencias o preferencias sexuales— valgan por su trabajo, sus acciones solidarias, su fraternidad, sus aportes al bienestar colectivo, y no por poseer dinero o tener poder. Una convivencia donde la virtud sea el hábito de hacer el bien y actuar contra la desigualdad, y la mayor satisfacción de cada uno sea el bienestar de todos, recobrando así el sentido de comunidad y espíritu de servicio.
Vamos por la regeneración de la sociedad. Los funcionarios públicos deben servir a la gente. La sociedad debe ser responsable frente a los problemas, trabajar en común y desterrar la corrupción de arriba hacia abajo.
Una cultura democrática que reconozca la democracia comunitaria de los indígenas, la democracia participativa (consulta, referendo, iniciativa popular, revocación de mandato,fiscalización) y el poder de los ciudadanos para hacerse cargo de tareas públicas. El respeto a los derechos humanos (libertades civiles y derechos sociales), debe considerar que para ser libre, una persona también requiere satisfacer sus necesidades más elementales. La cultura democrática implica diálogo plural y participación hacia un fin común, la solidaridad de todos, el respeto y la ayuda mutua.
Un México incluyente implica igualdad cultural, económica, política y social para los pueblos indígenas y reconocer su derecho a la autonomía, a la paz con justicia y dignidad. Frente a una modernidad depredadora que explota y excluye a los ciudadanos, amenaza la naturaleza, antepone el dinero a la gente, miente y corrompe la política; construimos una modernidad alternativa, basada en la inclusión y la democracia, el equilibrio ecológico, el uso equitativo y racional del agua, la energía limpia, la biodiversidad, la tecnología y la ciencia; una democracia social y política del siglo XXI.