De Rius a Naranjo: ‘Apártame un lugar donde se vea bien el asunto…’ Por Rius

rius y naranjo

Por Rius

Sobre todo las de Naranjo, que eran bombas molotov disfrazadas de humor, aunque era tan amargo el humor de Rogelio que muchas veces no podían disfrazarse de nada publicable.

Regeneración, 13 noviembre 2016.- Decía don Julio (Scherer) que Rius y Rogelius (Naranjo), aparte de ser michoacanos, navegábamos con bandera de pendejos para que no nos reconocieran en la calle como los autores de las explosivas caricaturas antigobiernistas que salían en la revista. Sobre todo las de Naranjo, que eran bombas molotov disfrazadas de humor, aunque era tan amargo el humor de Rogelio que muchas veces no podían disfrazarse de nada publicable.

Los dos, creo, teníamos cara de buenos muchachos y reacciones de niño grande, y más que valor cívico se nos debía de incluir en la inconsciencia olvidadiza de no saber bien a bien lo que estábamos haciendo. Rogelio siempre le agradeció a don Julio la libertad que tuvo en la revista.

Se nos adelantó Rogelio y me falló en su promesa de que iba a avisarme cuando se muriera, convencidos los dos de que yo iba a partir primero. Ni modo. Nadie ha logrado todavía la inmortalidad, aunque en el caso suyo, muchísimos de sus dibujos ya pasaron a la inmortalidad y por lo menos se les seguirá admirando otro siglo más, si es que esta humanidad sigue vigente tanto tiempo.

Entre mis grandes satisfacciones queda viva la de haber sido el primero que le publicó –en el suplemento humorístico de sucesos (El mitote ilustrado)– sus primeros dibujos de humor, de haber fundado juntos La garrapata, de haber trabajado a todo vapor en la fundación del PMT con Heberto Castillo, de haber compartido viajes a Cuba, a Estados Unidos y a muchas partes de la República donde se nos había ya bautizado a los tres (Helio Flores) como los “tres mosqueteros de la izquierda”.

Se nos fue Rogelius sin avisar y me quedé con las ganas de dibujar como él (qué pinche pretensión), cosa que no logré ni con sus últimos dibujos. Nadie logró tratar de dibujar como lo hacía y no dejó seguidores dignos de tal nombre. Yo lo medio regañaba diciéndole que se retirara y nos dejara con el recuerdo de sus maravillas de antes y no con sus dificultades de ahora, pero… ¡A los moneros no hay quien nos jubile, chihuahua, y Rogelio tuvo que trabajar hasta que le aguantó el cuerpo!

Imposible pretender que alguien tome su lugar y lo sustituya en el parnaso de los monos. Ahí queda su camiseta como recuerdo de la enormísima calidad que lo puso entre los diez mejores dibujantes del mundo. No era humorista, pero supo crear un humor adecuado a sus dibujos y con eso tuvo. Digo.

¡Hasta el ratito, pues, don Rogelius! Apártame un lugar donde se vea bien el asunto. Hasta la vista…

 

Artículo publicado en Proceso