Queridos indecisos e indecisas:
Por Guadalupe Loaeza
He decidido escribirles una carta para compartir con ustedes un estado de ánimo que sé que los agobia conforme pasan los días y se acerca la fecha de las elecciones presidenciales. Les confieso que hasta antes del segundo debate, estaba como ustedes, no sabía por quién votar, no obstante estaba segura que jamás votaría ni por el PRI, ni mucho menos por el PAN. "Mi religión me lo prohíbe", me decía muy quedito antes de conciliar el sueño. Pero lo que me seguía inquietando era otra incertidumbre, votar, sí, por las izquierdas, pero sin la pasión y convicción con las que siempre lo he hecho desde que empecé a emitir mi voto. Me atormentaba la idea de hacerlo con desgano, con tibieza e incluso, con muchas dudas respecto a mi candidato. "Me tiene que convencer, tengo que volver a creer en él", pensaba indecisa. Esperaba, por parte de López Obrador, una palabra, una frase o un concepto que hiciera click en mi fuero interno. Y sucedió. Fue durante el programa de Tercer Grado de Televisa. Vi a un López Obrador tranquilo, experto, humano, pero sobre todo, radicalmente distinto a sus entrevistadores; éstos se veían acartonados, perplejos, rebasados, cínicos, de mala fe y al mismo tiempo, ingenuos. Se veían chiquitos, chiquitos. En tanto AMLO explicaba la realidad del país, y decía cosas como: "El tiempo y la realidad nos han dado la razón (…) en el sentido de que en 2006 planteábamos la necesidad de un cambio verdadero. Hubo una imposición y le siguieron con la misma política antipopular, que sólo beneficia a una minoría a costa del sufrimiento de la inmensa mayoría de los mexicanos", todos tenían cara de what. Cara de no entender lo que escuchaban, el discurso de AMLO era uno totalmente ajeno al suyo, al que suelen manejar día con día y al que acostumbran escuchar por parte de los demás políticos.
"Son dos alternativas. El ciudadano va a decidir si quiere más de lo mismo y ya sabemos qué es más de lo mismo: más corrupción, desempleo, injusticias, pobreza, inseguridad, violencia. O entre todos hacemos valer un cambio verdadero, es decir, la transformación de México". Cuando escuché lo anterior, me dije: "¿Tengo yo, entonces, la responsabilidad para que las cosas cambien en mi país? ¿Es así de importante mi voto?". Al comprender lo anterior, en ese momento, dejé de dudar. A pesar de la hora (casi una de la mañana) escribí un tuit: "No me sorprendería que después de lo que vimos en 3 Grado, AMLO subiera 3 puntos. Es un gran político. Se vio tranquilo, seguro. Votaré por él". Inmediatamente después recibí una cascada de tuits, sumamente negativos. No me importó. Lo que me interesaba era que, por fin, entendía por qué era importante votar por un "cambio de fondo"; votar por "una nueva corriente de pensamiento"; votar por un candidato que combatiría "la corrupción desde arriba"; votar por alguien que lucharía contra los monopolios y finalmente votar por un Presidente que tendría un "gobierno honesto y austero". No. Me negaba a tener un Presidente que advirtiera al país, como lo ven los conductores y el candidato de Televisa. Asimismo, me negaba a votar por una Presidenta que pertenecía a un partido que en 12 años no había hecho más que empeorar la situación de mi país. Esa noche, a pesar de las críticas de mis tuiteros, dormí en paz. Queridos indecisos e indecisas, como saben, forman parte del 25% del electorado. Todos juntos pueden hacer perder o ganar una elección. Cada uno de ustedes tiene una enorme responsabilidad. Su voto es fundamental. Es importantísimo. Es vital para el país. Por otro lado, créanme que respeto sus dudas, sus reservas respecto a las propuestas de los candidatos. Sé que uno de cada votante no está muy convencido. Otros se sentirán seguramente hartos de tantas promesas incumplidas, debates y pleitos entre políticos. Sin embargo, les urge saber por quién votarán. Además del candidato o de la candidata de su preferencia, ¿tienen alguna idea del gabinete que tendrá cada uno de ellos? (Inútil decirles lo importantes que son los gabinetes, nada más recuerden el de Calderón y sus metidas de pata). Que yo sepa, el único que lo ha dado a conocer formalmente es Andrés Manuel López Obrador. Lo hizo durante el segundo debate. Saber que Marcelo Ebrard Casaubón estará frente a la Secretaría de Gobernación me dio, respecto a mi voto, una doble certidumbre y tranquilidad. Creo que resulta inútil decirles por qué. Lo mismo sucedió con el nombramiento de Rogelio Ramírez de la O, doctor en Economía por la Universidad de Cambridge y licenciado en Economía por la UNAM. Qué decirles, queridos indecisos, en relación con Juan Ramón de la Fuente, quien será secretario de Educación Pública. Pemex, en donde existe tanta y tanta corrupción, estará dirigido por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Uno de los hombres más honestos que conozco será el secretario de Trabajo y Previsión Social, José Agustín Ortiz Pinchetti, y en Ciencia y Tecnología estará el prestigiado científico René Drucker. En Relaciones Exteriores, una de las Secretarías más importantes, estará un hombre profundamente comprometido con el país, Jorge Eduardo Navarrete. Conozco igualmente el trabajo, de Bernardo Bátiz, como procurador general de la nación. Miguel Torruco en Turismo. En la Consejería Jurídica de la Presidencia, el abogado y jurista mexicano, Genaro David Góngora. Y por último qué puedo decir yo, que fui su alumna y que soy su seguidora más fiel, frente a la Cultura, estará nada más ni nada menos, nuestra princesa, Elena Poniatowska. No hay nada más que decir. Ahora, ¿entienden por qué estoy tan decidida de votar por AMLO?
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