El asesinato de Madero silenciado por la prensa defensora de la libertad de expresión ilustra un caso actual

En 1912, el periódico El Imparcial, hermano menor de El Universal, ambos fundados por Rafael Reyes Spíndola, adoptó una posición contestaría hacia Francisco I. Madero, cuyo gobierno tildaron de insostenible, lo acusaron de censurar a la prensa y no valorar su papel; en sus artículos presentaron el miedo de una clase privilegiada como el miedo de la población, silenciando su asesinato

En 1912, el periódico El Imparcial, hermano menor de El Universal, ambos fundados por Rafael Reyes Spíndola, adoptaron una posición contestaría hacia Francisco I. Madero, cuyo gobierno tildaron de insostenible, lo acusaron de censurar a la prensa y no valorar su papel.

Por Martha Rojas 

RegeneraciónMx.- El 22 de febrero de 1913 Francisco I Madero fue asesinado junto a José María Pino Suárez por órdenes expresas de Victoriano Huerta, quien respaldado por el poder de un puñado de generales, habría de hacerse con la presidencia de México durante un año.

Madero murió en el Palacio del Lecumberri despojado de la silla presidencial bajo la amenaza de que asesinarían a su hermano Gustavo, al quien ya habían matado brutalmente días antes de que Madero firmara su renuncia.

EL CASO DEL IMPARCIAL 

El silencio de los medios de comunicación fue cómplice de Huerta. El asesinato de Madero nunca se manejó como tal, pues medios de comunicación como El Universal o El Imparcial, fundados por Rafael Reyes Spíndola entre 1888 y 1896, explotaron el miedo, el amarillismo y presentaron las preocupaciones de un grupo de élite intelectual denominado “Los Científicos” como las preocupaciones de la población. Aseguraron en su primera plana que Madero y Pino Suárez habían renunciado dejando al Congreso preocupado y sin quórum. 

“El Imparcial fue creado para la defensa del gobierno y para el aniquilamiento de la prensa independiente, y sólo se ha dedicado a la defensa y al prestigiamiento de un grupo político.

“Crear un ambiente y exponer los temores de ciertos grupos privilegiados como si fueran los de toda la sociedad; hablar del porfiriato como de un pasado perfectible pero infinitamente superior a ese presente lleno de campesinos armados; preguntarse por el mañana con evidente y contagiada angustia, fue la tarea de El Imparcial”, se menciona en El discurso del miedo: El Imparcial y Franciscco I. Madero, escrito por Ariel Rodríguez Kuri, de la Universidad Autónoma Metropolitana.

En el texto, el especialista precisa cómo El Imparcial, tras la llegada de Madero a la presidencia, se dedicó a impulsar la socialización del pánico, adoptando una posición beligerante, propositiva y contestataria. Atacando en artículos y editoriales los puntos flacos del gobierno sosteniendo que toda política hecha tras la revolución maderista era “insostenible”.

La antigua estrategia editorial de El Imparcial sigue vigente con su hermano mayor El Universal y con otros medios de comunicación que, tras la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador han calificado su “cuarta revolución” como insostenible y peligrosa para México. 

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Al igual que lo hizo El Imparcial en 1911, los medios actuales han socializado el miedo de una clase privilegiada y no han parado de criticar los puntos sin resolver del gobierno en turno. Han ido más allá, al invocar la libertad de expresión para defender la libertad de empresa. 

“El Imparcial defendió no sólo un medio de información y una trinchera de oposición al gobierno (Maderista) sino un estilo de hacer periodismo”, agrega el artículo.

DEFENSORES DE LA LIBERTAD DE PRENSA Y EMPRESA 

Al enterarse del levantamiento de Pascual Orozco, El Imparcial se apresuró a publicar editoriales en los que sostenía que Orozco era la mejor opción de gobierno para el país y que, si un “hombre de las cualidades de Orozco se rebelaba contra el gobierno”, era porque éste era malo.

Cuando Madero decidió sofocar con las armas la revuelta orozquista, y el 3 de agosto de 1912, el Congreso aprobó la suspensión de garantías para hacer prevalecer el poder del Ejecutivo, el periódico se apresuró a decir que era un atentado contra la “libertad de imprenta”.

En octubre de ese año Jesús flores Magón explicó que no se atentaba contra la libertad de imprenta, pero que se contemplaba un proyecto para estipular las acciones judiciales contra las noticias falsas y aquellas que incitaran a la rebelión así como el procedimiento a seguir para rectificar las notas distorsionadas o que contarán hechos inexistentes.

Entonces fue cuando El Imparcial emprendió una apasionada defensa de la libertad de prensa con titulares como “El amarillismo del silencio”, donde reinvindicó las bondades de la libertad de prensa o “Quién siembre vientos”, en donde acusó al gobierno de no comprender el papel de la prensa y de la oposición.

“Otro recurso era la publicación de cartas anónimas en las que el misterioso lector despotricaba contra los funcionarios del régimen y hacía afimaciones que no tenía que comprobar”, escribe Rodríguez Kuri.

“Madero no garantiza nada, es incapaz de responder de la suerte de los enormes intereses que durante tan largo periodo de paz han crecido en el país. La disidencia de sus cabecillas indica su absoluta imposición sobre ellos y por si no bastara ahí el famoso Plan de San Luis, que es un programa disolvente”, escribió un periodista anónimo en la edición del 10 de mayo de 1911 en un artículo titulado “La anarquía”.

La relación de los medios de comunicación hacia quienes no comparten sus intereses primordiales puede ser lasciva y agresiva. Tienen la capacidad de presentar el miedo de unos como el de todos, creando una realidad construida por los articulistas y editorialistas. 

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El caso de Carlos Loret de Mola, quien se presenta como un periodista contestatario, crítico y defensor de la libertad de prensa, es similar a la postura adoptada por El Imparcial contra el gobierno de Francisco I. Madero. El «periodismo» de Loret se concentra en los potenciales puntos débiles de los adversarios; en el amarillismo, al vender como noticia importante y trascendente para le rumbo del país los quehaceres de la familia presidencial y en el sensacionalismo, al presentarse como un informados perseguido y censurado. 

Pero las relaciones de Loret de Mola con el poder, con este poder, no cambiarán. El periodista nacido en el seno de una familia yucateca priista, cuyo padre Carlos Loret, fue acusado del asesinato del abogado y activista sindical Efraín Calderón «El Charras«, ha tejido una relación más que periodística, de conveniencia con los gobiernos del PRI y el PAN  anteriores. A quienes presenta como relativamente mejores que el actual.

Achaca al gobierno actual todos y cada uno de los males al gobierno en turno. Corrupción, narcotráfico, violencia, pobreza y desigualdad parecen emanados de los designios de López Obrador y no, como lo es en realidad, de un sistema estructural nacido junto al México Moderno. 

Días previos a la muerte de Madero, El Imparcial anunció en primera plana que el presidente y el vicepresidente habían realizado una renuncia voluntaria. Nada se dijo del golpe de Estado y tampoco de la coerción a la que Madero y Pino Suárez habían sido sometidos. 

Este 22 de febrero se cumplen 99 años de aquel asesinato de ese silencio cómplice y adulador a conveniencia que ha tenido la prensa mexicana. A casi un siglo de aquel suceso, la prensa mexicana no ha sucumbido al cambio ni a la rectificación de sus errores.