La guerra comercial de Occidente contra el resto del mundo
Por Augusto Lapp Murga
Regeneración, 24 de febrero del 2016.-Trade is war: «El comercio es la guerra», o «La guerra es el comercio» (Or-Books, 2015), es el libro más reciente de Yash Tandon (Uganda, 1939), el cual ha despertado el interés de los lectores y los comentarios de destacados intelectuales. Según plantea Yash Tandon, el comercio es sin dudas vital para el bienestar de los seres humanos. Producimos alimentos; producimos otros medios de existencia física y social. Tenemos que vender lo que producimos. La gente ha estado negociando desde tiempos inmemoriables. El comercio puede ser un medio para el desarrollo pacífico de la población mundial -y lo ha sido en los siglos pasados. Pero en nuestro tiempo no lo es. Con el surgimiento del capitalismo, el comercio se ha convertido en un arma de guerra entre las naciones ricas de Occidente y el resto del mundo.
No es una guerra con bombas y aviones no tripulados -continúa explicando Yash Tandon. Pero el comercio puede ser, y en gran parte lo es, tan letal como un «arma de destrucción masiva» como las bombas. El comercio en la era capitalista imperial mata a la gente; lleva a la gente a la pobreza; crea riqueza en un extremo y pobreza en el otro; enriquece las poderosas corporaciones de alimentos a costa de marginar a los campesinos pobres; convierte a los pobres en refugiados económicos en sus propios países, o en migrantes -al menos los que pueden y se atreven a cruzar el Mediterráneo desde África a Europa, o a través de los mares del Sur de Asia a Australia, o desde la frontera de México a los Estados Unidos.
No existe el «mercado libre» ni el «comercio justo», ambos son un gran mito -aclara Yash Tandon. Las desigualdades del sistema mundial del comercio están disimuladas por un camuflaje ideológico -la ideología que todo lo impregna y según la cual en el «comercio libre» los recursos del mundo son más eficientes y productivos si se asignan sobre la base de la ventajas comparativas y competitivas. Y a continuación pregunta: ¿Cómo puede haber un mercado libre o justo cuando en la vida real el mercado es un instrumento de guerra y depredación? La Organización Mundial del Comercio es el primer ámbito de la guerra del comercio. Ella es un verdadera máquina de guerra y esencialmente una organización conspirativa. Sus decisiones están elaboradas por unos pocos miembros poderosos (mas un pequeño número de países del Sur seleccionados por el Norte) en las llamadas «salas verdes». Estas decisiones son vinculantes incluso para aquellos que no estén presentes. Si los países pequeños y medianos no «siguen las reglas» dictadas por los grandes y poderosos, aquellos están sujetos a sanciones.
Según reseña Samir Amín, «con fundamento en una década de experiencia en el terreno como un negociador de alto nivel en organismos tales como la Organización Mundial del Comercio, Yash Tandon desafía aquí la ortodoxia del ‘libre comercio’. Él insiste en que, para la vasta mayoría de la gente, y especialmente aquellos en las regiones más empobrecidas del mundo, el libre comercio no sólo obstaculiza el desarrollo, sino que también origina olas implacables de violencia y empobrecimiento de sus vidas».
Para Noam Chomsky, «este impresionante estudio de Yash Tandon está enfocado en África, un Continente que ha sufrido crímenes horribles, sin embargo este estudio puede ser extendido. La guerra de clases global que está institucionalizada con el nombre eufemístico de ‘tratados de libre comercio’ es igualmente una guerra contra las víctimas tradicionales de la guerra de clases en el interior de cada país» -afirma Chomsky. En efecto, los objetivos de los tratados de libre comercio y la conducta de sus promotores en el plano internacional no difieren de los propósitos y la conducta de los comerciantes capitalistas en casa, la guerra económica que desarrollan sólo se diferencia por su dimensión.
La guerra del comercio se da dentro de un sistema: el capitalista
Desde luego, en el capitalismo realmente existente, el comercio no es un factor aislado ni el único culpable de las guerras económicas. Recordemos lo que advertía Carlos Marx en los apuntes sobre el capital (Grundrisse, 1857-58): Una producción determinada, como la producción capitalista, determina un consumo, una distribución, un intercambio y relaciones recíprocas determinadas de estos diferentes momentos. Como también, a decir verdad, la producción, bajo su forma unilateral, está a su vez determinada por lo otros momentos. Por ejemplo, cuando el mercado, o sea la esfera del cambio, se extiende, la producción amplía su ámbito y se subdivide más en profundidad. Entre los diferentes momentos tiene lugar una acción recíproca, al darse transformaciones de la distribución se dan cambios en la producción. Esto ocurre siempre en todos los conjuntos orgánicos.
También destacaba Carlos Marx que en los estadios iniciales de la sociedad burguesa el comercio dominaba a la industria; pero que luego se invierte esta relación en la sociedad moderna. No obstante, en la época contemporánea del capitalismo monopolista generalizado, el comercio junto con las finanzas vuelven a dominar a la producción industrial. Así, particularmente «el comercio somete más y más la producción al valor de cambio; relega cada vez más el valor de uso a un segundo plano, al hacer que la subsistencia dependa más de la venta que del uso inmediato del producto» (C. Marx). Esta nueva relación hegemónica del comercio y las finanzas en detrimento de la industria y los consumidores ha dado como resultado la actual situación de crisis económica y caos social que observamos en todo el mundo, signada por la recesión, el desempleo, la escasez, las guerras de precios, de tipos de cambio y de tasas de interés.
La guerra del comercio capitalista es una guerra de clases
A este respecto no podemos olvidar tampoco la severa evaluación que hace Federico Engels de la clase social promotora del comercio. En su libro «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado» (Editorial Progreso, 1979) Engels expone lo siguiente: Con la tercera división del trabajo aparece por primera vez una clase que no se ocupa de la producción, sino únicamente del cambio de los productos: los mercaderes. Una clase que sin tomar la menor parte en la producción, sabe conquistar su dirección general y avasallar económicamente a los productores; una clase que se convierte en el intermediario indiscutible entre cada dos productores y los explota a ambos. So pretexto de desembarazar a los productores de las fatigas y los riesgos del cambio, de extender la salida de sus productos hasta los mercados lejanos y llegar a ser así la clase más útil de la población, se forma una clase de parásitos, una clase de verdaderos gorrones de la sociedad, que como compensación por servicios en verdad muy mezquinos se lleva la nata de la producción patria y extranjera, amasa rápidamente riquezas enormes y adquiere una influencia social proporcionada a éstas y, por eso mismo, durante el periodo de la civilización, va ocupando una posición más y más honorífica y logra un dominio cada vez mayor sobre la producción, hasta que acaba por dar a luz un producto propio: las crisis comerciales periódicas.
En el caso específico de Venezuela, la categoría social más importante de todas las épocas en las ciudades ha sido precisamente la burguesía comercial usuraria ligada al monopolio comercial y al intercambio en dinero y valores. Esta siempre ha sido una clase social rapaz y agiotista; ha parasitado primero de los agricultores y mas tarde también de la renta petrolera; ha actuado como grupo de presión a través del control financiero y ha logrando envolver en sus redes a todas las clases sociales. Adicionalmente, con sus prácticas especulativas actuales ha alterado todos los factores y circuitos de la economia nacional, encareciendo la producción, desquiciando la distribución, y empobreciendo cada vez mas al consumidor. Y lo que tal vez es peor, con la inoculación de sus valores culturales ha causado la mercantilizacion de cualquier espacio de la sociedad venezolana. Por cierto, quien desee estudiar las características así como la marcha histórica hacia el dominio de la economía y el poder político por parte de la burguesía comercial venezolana puede encontrar una ilustrativa fuente de información en los textos de «Historia Económica y Social de Venezuela», de Federico Brito Figueroa (EBUCV, 1979).
No es de extrañar entonces que, en la presente coyutura histórica en Venezuela, sea precisamente esta burguesía mercantil y usuraria la clase más reaccionaria y la verdadera punta de lanza en la guerra económica contra el gobierno. Y resulta obvio que este sector o estamento de la burguesía no puede ser un aliado fiable, ni siquiera circunstancial, en un programa patriótico de desarrollo nacional. Ya que, como señalan algunos autores, si se comparten o se permite que se impongan sus intereses y valores en la toma de decisiones, es casi seguro que se obtengan políticas económicas que reflejen esos mismos intereses políticos y valores culturales. Con lo cual finalmente habrán ganado la guerra.