Por Francisco Estrada Correa
Hace años, en plena campaña presidencial, Luis Donaldo Colosio tuvo el valor de cuestionar el programa Hoy No Circula del GDF, el “programa estrella” del más cercano amigo de Carlos Salinas y su rival en la lucha por la presidencia de la República, Manuel Camacho Solís. Y fue un escándalo.
Colosio dijo el 9 de marzo de 1994 que había “demagogia e ineficiencia” en el plan anticontaminante y acusó al gobierno salinista del DF de haber otorgado licencias para el transporte público en forma indiscriminada, provocando con ello la elevación de la contaminación ambiental en el Valle de México, algo que nada tenía que ver con los carros. «El Hoy no Circula –advirtió textualmente- fue contraproducente, a mi juicio, porque aumentó el número de vehículos».
Lo que era –y es- estrictamente cierto. Y si embargo a esas declaraciones le siguió una andanada de ataques por columnistas afines al gobierno, sobre todo porque sacaron a flote lo que era un secreto a voces: hechos de corrupción de parte de funcionarios de la administración del DF que hicieron negocios al amparo de su responsabilidad y convirtieron el No Circula –con sus talleres de afinación y “control de emisiones”, con sus “verificentros” y, obvio, en connivencia con las empresas automotrices- en un auténtico modos vivendi.
Esto viene al caso porque, además de que en ese entonces aquellas declaraciones fueron el detonante de la guerra sorda que mantenía Camacho contra Colosio desde que éste último fue ungido como candidato del PRI, la verdad es que después de aquél tiempo nadie más ha vuelto a poner el dedo en la llaga sobre un tema que hoy se nos viene encima y que lejos de resolver los problemas de contaminación y vialidad en el DF sólo los ha tapado y se ha prestado, además, a los negocios más turbios, que mantienen en rehén al actual gobierno de la ciudad.
Hay que decir que la idea del No Circula no fue original de nuestro país, fue copiada de Atenas, adonde se implementó en 1982; de Caracas, adonde existe desde 1979; y de Santiago de Chile, adonde se empezó a aplicar en 1986. Si bien en todos estos casos la restricción es por un solo día.
En la ciudad de São Paulo se implantó el racionamiento en 1997 pero jamás se le ha dejado de cuestionar porque la congestión de tránsito persiste a pesar de la restricción. Y en Costa Rica y Honduras se implantó también pero más que nada con el propósito de reducir el consumo de petróleo, debido a la escalada de precios que se inició desde 2003. El caso de Honduras es interesante porque el No Circula se aplicó simultáneamente en todo el país con una ventaja que lo hace más llevadero: que además de que es únicamente por un día, los usuarios lo seleccionan voluntariamente.
El hecho es que la efectividad de esta medida está cada vez más en entredicho ya que el efecto sobre mejorar el aire de las ciudades se ha demostrado, tras por lo menos 20 años de vigencia, que es mínima. Incluso con el llamado convertidor catalítico que, supuestamente, sería la panacea anti-contaminación.
Un reciente estudio publicado por el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, por ejemplo, ha determinado que del parque automotriz en circulación allá –un total de 1.273.203 vehículos- sólo un 12% corresponde a automóviles sin convertidor catalítico. En cifras exactas: hay sólo 153.542 vehículos no catalíticos en circulación. Y sin embargo, la contaminación sigue siendo un problema allá.
Y lo mismo acá, en el DF, adonde el programa fue planificado originalmente para aplicarse sólo en el invierno, después de la temporada de lluvias y cuando las inversiones térmicas incrementaban la concentración de contaminantes en la atmósfera, sólo que inexplicablemente, a partir del invierno de 1990, se estableció de manera permanente. A casi 24 años de eso, sobran las pruebas que demuestran de forma contundente que el Hoy No Circula, a pesar de haberse ampliado más de un día, ha fracasado en sus objetivos centrales, que está absolutamente rebasado y que se requiere urgentemente de una nueva y verdadera estrategia en materia de movilidad y de limpieza del ambiente por parte del gobierno del DF, que más que a los intereses económicos de los políticos atienda desde luego, a fondo, la enorme necesidad de la mayoría de los capitalinos de un transporte digno, eficiente y suficiente.
Porque lo otro con lo que ahora tendremos que lidiar es con el problema del que advertía Colosio: el Hoy no Circula alentó exponencialmente la multiplicación del parque vehicular, que desde su implementación ha pasado de 1.7 millones a 5 millones de unidades, mientras la población del DF prácticamente no ha crecido. En 1990 se decía que el programa “desalentaría” el uso del carro, que saldrían de la circulación una quinta parte, varios miles; y sin embargo pasó justamente lo contrario: hoy el DF es la ciudad con mayor índice de motorización en América Latina, algo en lo que ni siquiera pensaron las autoridades de entonces… O sí lo pensaron, pero sólo para hacer negocio. Porque según el Centro Mario Molina el crecimiento del parque vehicular en la Ciudad de México está directamente relacionado con la aplicación del No Circula.
Por si este dato no bastara, hace 25 años el promedio de circulación era de 38.5 kilómetros por hora y ahora es de 10. ¿Adonde quedó la movilidad? Pero además de los datos duros tenemos las investigaciones técnicas y científicas.
Ahí están los estudios, no de ahora sino de hace mucho tiempo, entre otros del Instituto de Física de la UNAM, que concluye que aparentemente concebido para eso, el No Circula no redujo el tránsito, ni bajó el consumo de gasolina ni tampoco las emisiones de contaminantes.
Lo peor es que todo esto se oculta y hasta ahora la única solución contemplada se reduce a poner más prohibiciones a los ciudadanos, algo que supone una contradicción esencial de los derechos y libertades consagrados en la Constitución pero además nada que ver con las concepciones de izquierda pues, por otro lado, existe discriminación, y muy seria, ya que tal parece que se está castigando la pobreza, el no poseer carros último modelo. Y en una ciudad adonde el 80% de sus habitantes tienen un carro que es parte de su patrimonio y que ese carro lo usan para desplazarse grandes distancias para ir al trabajo, esto es simplemente absurdo. Sin contar conque algo primordial sería tener primero buenas calles pavimentadas y un mejor transporte público, único remedio real al problema de la contaminación y a la vialidad.
Por algo en los países europeos las cosas se asumen de distinta manera. Basta ver sólo como ejemplo lo que la Comunidad Europea ha hecho al respecto: ha adoptado varias directivas que limitan la contaminación debida al transporte pero se ha enfocado a la reducción de las emisiones de gases escape. Establecieron unos límites máximos de emisiones para los vehículos y otras fuentes de contaminación, mejorando la calidad de las gasolinas y gasóleo; allá está prohibida la gasolina y gasóleo con plomo desde el año 2000, y adicionalmente impusieron medidas fiscales para incitar a los consumidores a respetar más el medio ambiente.
En cambio aquí, las modificaciones que se anunciaron hace unos días y que tantas protestas han provocado apuntan a más de lo mismo: otra vez los más castigados son los poseedores de autos más viejos. Es decir, que habrá una implicación económico-social, pero además otra vez lo único que alentará será la adquisición de más automóviles, que es lo que ha pasado desde que el Hoy No Circula existe, con el beneplácito de las automotrices… y de los políticos.
Porque algo que tampoco se toma en cuenta es el crecimiento caótico que ha tenido el DF en los últimos 25 años, la proliferación de nuevas edificaciones permitidas gracias a una inexplicable tendencia alentada desde el gobierno. Por supuesto otro gran negocio. Hablo de la edificación no sólo de centros comerciales sino también de edificios corporativos o residenciales e incluso unidades habitacionales enteras, todos ellos generadores de miles de cajones de estacionamiento para vehículos que eventualmente circulan por algún lado de la ciudad. Lamentablemente, esos nuevos espacios de estacionamiento no vienen acompañados por nuevas vialidades o ampliaciones de las que ya existen. Al contrario, se les restringe con otros programas demagógicos pero muy rentables como el de los parquímetros y las ciclovías. Un verdadero festín de dinero que va a parar a los bolsillos de empresarios prestanombres y de políticos. Y un verdadero caos porque estamos generando más gente, más autos y más contaminación, pero menos movilidad y menos espacio para transitar.
Y todo lo que se dice como justificación es que “nos estamos modernizando al primer mundo”, que ya nos parecemos a Amsterdam, a Dublín o a Niza. Lo que no dicen es que se trata de ciudades de menos de 1 millón de habitantes. Y peor cuando se ufanan de que “ni en París ni en Madrid se hace esto”, porque resulta que allá sí se toma en cuenta lo que dice el ciudadano, y además ¡cuidado con descubrir que un programa de estos encubre un negocio de un político! ¿Hasta cuando?