Por Ángel Guerra Cabrera/La Jornada*
En 2009 estalló un escándalo mayúsculo al trascender que la deuda y el déficit público griegos eran mucho mayores a lo que durante años, asesorado por el influyente banco de inversión estadunidense Goldman Sachs (GS), informó el gobierno neoliberal del partido Nueva Democracia a la Unión Europea (UE). Curiosamente, Mario Draghi, presidente a la sazón y hasta la actualidad del Banco Central Europeo (BCE) había dejado en fecha cercana la vicepresidencia europea de esa entidad financiera. ¿No conocía el señor este colosal manejo fraudulento en un asunto tan estratégico de su área de competencia?
Los bonos de deuda de Atenas fueron declarados chatarra por las genocidas calificadoras de riesgo. La Troika (Comisión Europea, BCE y FMI), para supuestamente ayudar al país en apuros a salir del endeudamiento, ordenó una de las más feroces operaciones de saqueo de una nación. Pagar con altos intereses la astronómica deuda y déficit públicos acumulados, traducido en rebaja de salarios y pensiones, supresión de derechos sociales, privatizaciones a lo Yeltsin y subida considerable de impuestos a los de abajo, no a los ricos.
Resultado: desde el primer plan de rescate aplicado en 2010, la deuda pública griega lejos de reducirse se ha desbocado. Si en 2009 ascendía a 126 por ciento del PIB en la actualidad se ha disparado a 180 por ciento (unos 317 mil millones de euros) tras los recortes al gasto público implementados, los mayores en un país europeo en 70 años. El PIB ha caído 25 por ciento, el desempleo es el más alto de Europa y el paro juvenil alcanza un escalofriante 60 por ciento.
No está claro cuál será el desenlace del tenso y dramático pulso que enfrenta al gobierno del primer ministro de Grecia Alexis Tsipras con los saqueadores de la UE. Es imposible calcular cuando escribo estas líneas el impacto que pueda tener sobre el resultado del referendo del 5 de julio la feroz campaña de terror mediático enfilada contra los griegos por los abominables y mediocres líderes de la UE. Según esta, un no en el referendo equivaldría a la salida automática de Grecia de la Unión Europea (UE) y del euro.
Pero economistas muy reputados, entre ellos los premios Nobel Paul Krugman y Joseph Stiglitz afirman que para Grecia la opción más favorable sería precisamente la salida de la UE y el regreso al dracma, pues sus exportaciones y sector turístico se verían beneficiados por la devaluación de la moneda nacional ante el euro y el país helénico retomaría el crecimiento económico en unos dos años. En cambio, de permanecer, lo que puede esperar es una recesión sin fin, nuevos recortes e impuestos y un aumento mayor de la deuda con los acreedores.
Sin embargo, aunque Syriza tiene un plan B, Tsipras ha asegurado siempre que su intención es permanecer en la UE y subrayado que el objetivo del referendo es que los griegos voten no, es decir, que rechacen la última y draconiana propuesta de los acreedores, para al día siguiente, fortalecida su posición negociadora por ese aval democrático, continuar el diálogo con el Eurogrupo.
La UE, devenida una coalición de dóciles amanuenses de la banca, especialmente de la alemana y del impresentable FMI, no solo trató de impedir el triunfo electoral de Syriza, sino que le declaró una guerra sorda una vez que llegó al gobierno, sobre todo cuando se dio cuenta que Tsipras no perdió un minuto en iniciar el cumplimiento de sus promesas de campaña, que incluían un proyecto de crecimiento económico y justa redistribución de la riqueza.
Aunque el afán de lucro fácil de los banqueros es cada vez más insaciable hoy día, lo que busca principalmente la UE en Grecia no es cobrar ninguna deuda, sino derrocar al gobierno de Tsipras por el expediente de la asfixia económica. Lo consideran un mal ejemplo, sumamente peligroso en una zona cuyos países del sur están siendo sometidos sin piedad a crecientes recortes del gasto público. ¿Cuál es el aspecto de la última propuesta de Tsipras que los asustados acreedores privados y gobiernos de la UE se opusieron más rotundamente a que fuera aplicado? La imposición de impuestos a los más ricos en lugar de continuar despojando a la mayoría de los griegos.
El tan cuestionado referendo es la medida más democrática que correspondía tomar por un gobernante digno y respetuoso de la opinión de sus compatriotas. Pero en la UE gobierna la dictadura del capital financiero y lo que Tsipras intenta es que lo hagan los pueblos. La verdadera democracia.
Regeneración, 2 de julio del 2015. Twitter: @agueraguerra Fuente: La Jornada