Nelson Mandela*
La resistencia secreta**
La lucha por una Convención Nacional ***
«Asisto a esta conferencia como delegado de mí pueblo. Fui elegido en una reunión secreta que tuvo lugar en la manigua, lejos de nuestros kraals, simplemente porque en nuestro pueblo es ahora un crimen que nosotros llevemos a cabo reuniones. He escuchado con el mayor cuidado los discursos que aquí se han pronunciado y me han dado fuerza y coraje. Ahora me doy cuenta de que no estamos solos. Pero me han inquietado las experiencias que he tenido durante las últimas semanas. En el curso de nuestra lucha contra el sistema de las Autoridades Rantús,[1] oímos muchos discursos de lucha pronunciados por hombres en los cuales confiábamos absolutamente, pero cuando llegó la hora de la decisión no tuvieron el valor de sostener sus convicciones. Desertaron de nosotros y nos sentimos abandonados y sin amigos. Pero de aquí me iré reconfortado y lleno de confianza. Al fin tenemos que ganar.»
Estas palabras fueron dichas en la Conferencia de Todos los Africanos que se llevó a cabo en Pietermaritzburg, los días 25 y 26 de marzo. El hombre que decía venir de una zona rural donde el pueblo estaba emprendiendo una firme lucha contra las autoridades bantús, usaba pantalones de montar, una camisa kaki, una vieja chaqueta, y venía a la conferencia con los pies descalzos. Pero sus palabras llevaban fuego y dignidad y sus observaciones, como las de otros oradores, indicaban que esta conferencia no era una charla para personas que simplemente querían desahogarse, sino una solemne asamblea que calculaba las graves decisiones que estaba llamada a tomar.
El tema de la conferencia era la unidad africana y la convocatoria, por parte del gobierno, de una convención nacional de representantes elegidos de todos los hombres y mujeres adultos, sobre bases de igualdad, independientemente de la raza, del color o el credo, con plenos poderes para decidir una nueva constitución democrática para Sudáfrica.
La conferencia decidió que si el gobierno no convocaba esta convención para el 31 de mayo, tendrían lugar manifestaciones en todo el país la víspera de la República como protesta contra este acto antidemocrático.
La adopción de esta parte de la resolución no significaba que la conferencia prefería una monarquía a una forma republicana de gobierno. Tales consideraciones no eran importantes y no venían al caso. El punto por resolver, y que enfatizaban una y otra vez los delegados era que una minoría gubernamental había decidido proclamar una República blanca, en la cual las condiciones de vida del pueblo africano seguirían empeorando.
La conferencia resolvió además que, en el caso de que el gobierno no accediera a esta demanda, todos los africanos serían exhortados a no cooperar con la propuesta República. A todas las secciones de nuestra población se les pediría que se unieran a nosotros en la oposición a los nacionalistas.
La resolución fue más lejos, y exhortó a los pueblos democráticos de todo el mundo a que impusieran sanciones económicas y de otro tipo contra el gobierno. Se eligió un Consejo de Acción Nacional para cumplir las anteriores decisiones.
Se aprobaron otras tres resoluciones en las cuales se condenó firmemente el arresto de los miembros del Comité de Continuación; y se pedía la revocación de las prohibiciones impuestas al Congreso Nacional Africano y al Congreso Panafricano. El sistema de las Autoridades Bantús fue atacado como una medida impuesta por el gobierno con la violencia, a pesar de la unánime oposición de toda la nación africana.
Estas resoluciones fueron adoptadas de modo unánime por 1500 delegados, de la ciudad y del campo, que representaban a 150 organizaciones políticas, religiosas, deportivas y culturales.
Los miembros del partido liberal, la federación de ministros religiosos africanos, la Eastwood Advi-sory Board, el Club Zenzele, y muchas otras organizaciones de todo el país, se expresaron del mismo modo y juntamente afrontaron las transformaciones políticas presentadas por el gobierno nacionalista.
Durante catorce horas, calmada y honradamente, consideraron la grave situación política que se ha producido en Sudáfrica como resultado de la desastrosa política del régimen actual.
Una y otra vez las discusiones eran interrumpidas por entusiastas tonadas como un intenso y enorme estímulo para toda la conferencia. La canción favorita era «Amandla Ngawethu» compuesta por los combatientes de la libertad de Port Klizabeth, durante el reciente boicot declarado a los autobuses en esa ciudad.
La asamblea fue una movida manifestación de camaradería y de solidaridad, y aclamada por la prensa sudafricana como un notable éxito.
La primera resolución mostró que los delegados pensaron en mucho más que una manifestación para las fechas señaladas. El pueblo respondía con una tenaz, y prolongada lucha, que implicaba a las masas de la ciudad y del campo, y que tomaba diferentes formas según las condiciones locales, comenzando antes del 31 de mayo y que sería irreductible hasta que las reformas democráticas se instituyeran.
Los delegados estimaron absolutamente que las decisiones anteriores no iban dirigidas contra ningún otro grupo de la población del país, era contra una forma de gobierno basado en la fuerza bruta y condenado como inhumano en todo el mundo. Precisamente por este hecho la conferencia pedía a los indios, a los hombres de color y a todos los demócratas europeos que unieran sus fuerzas a las nuestras.
Será verdaderamente trágico si, en los importantes días que están por venir, Sudáfrica blanca no adopta una línea de acción que impida la realización de las resoluciones de la conferencia.
En el pasado nos quedábamos asombrados ante la reacción de algunos partidos políticos y de las sociedades «filantrópicas» que se proclamaban contra la segregación pero que, no obstante, se oponían sistemáticamente a la positiva acción emprendida por el pueblo oprimido para derrotar esta misma política. Objetivamente, tal actitud sólo puede servir para defender la dominación blanca y para fortalecer el partido nacionalista. Sirve además para debilitar el impacto de las opiniones liberales entre los europeos demócratas y les deja abierta la posibilidad de ser menos críticos.
Todas las fuerzas democráticas de este país tienen que reunirse en un programa de transformaciones democráticas. Si no están preparadas para seguir con nosotros, tienen por lo menos que ser neutrales y dejar al gobierno aislado y sin amigos.
Por último, a pesar del éxito de la conferencia desde el punto de vista de la asistencia y de la vehemente naturaleza de los discursos pronunciados, estas resoluciones militantes serán inútiles e ineficaces a menos que las llevemos a la práctica.
Si formamos comités de acciones locales en nuestras zonas respectivas, si divulgamos estas decisiones mediante vigorosas y sistemáticas campañas casa por casa, inspiraremos y moveremos al país a adoptar estas resoluciones y a apresurar la caída del gobierno nacionalista durante nuestra vida.
Marzo de 1961
Huelga general +
La convocatoria del Consejo de Acción Nacional de Todos los Africanos[2] para un paro los días 29, 30 y 31 de mayo de 1961, recibió un apoyo firme y masivo en todo el país. Esta magnífica respuesta era el resultado de la dura labor y de la desinteresada devoción de nuestros organizadores y miembros activos que habían superado formidables dificultades que muy a menudo suponían riesgos personales para ellos mismos. Desafiando la intimidación sin precedente del Estado, acosados y seguidos por la Special Branch, no teniendo el derecho de organizar asambleas, operando en zonas muy patrulladas por el gobierno y por la policía municipal y repletas de espías y delatores, se mantuvieron firmes como una roca y lanzaron el mensaje del paro a millones de gentes en todo el país. Desde la Conferencia de Todos los Africanos en Pietermaritzburg, el resultado que dominó la política sudafricana y que atrajo periodistas de todo el mundo no fueron las celebraciones organizadas por el gobierno, sino la tenaz campaña del pueblo africano y de otras secciones no blancas, para señalar nuestra oposición a la República blanca impuesta por una minoría mediante la violencia.
Pocas organizaciones políticas podrían haber logrado este resultado llevando a cabo tan tenaz e implacable campaña, en condiciones en que a todo movimiento de tipo práctico, se enfrentaba la ley marcial. Nosotros lo hicimos. Los pasos dados por el gobierno para suprimir la campaña eran una medida de nuestra fuerza y de nuestra influencia en la vida política del país, y de la debilidad de ellos. El gobierno estaba alarmado por el tremendo impacto de la petición de una convención nacional y de la convocatoria para realizar manifestaciones contra la República en todo el país. También se dio cuenta de que habría un apoyo abrumador a este llamado si la campaña no era inmediatamente suprimida por medio del terror y de la intimidación. Se dio cuenta además de que la máquina construida para propagar la campaña era de un nivel tal, y apoyada por una idea tan firme y extendida, que la situación sólo podría controlarse recurriendo a la fuerza bruta. Sólo movilizando todos los recursos del Estado podría el gobierno tener la esperanza de resistir la marcha que decididamente se precipitaba contra él.
Una ley especial tenía que ser lanzada por el parlamento para capacitar al gobierno para detener sin juicio a gentes vinculadas con la organización del paro. El ejército tendría que ser utilizado, los civiles europeos armados, y la fuerza de la policía desplegada en los pueblos africanos y en otras zonas. Las reuniones fueron proscritas en todo el país, y las autoridades locales, en colaboración con la fuerza policial, mantuvieron la vigilancia para asegurar que ninguna propaganda de huelga se divulgara entre las masas del pueblo. Más de 10 000 africanos inocentes fueron arrestados y encarcelados de acuerdo con la ley de los permisos; el terror y la intimidación se extendieron por todas partes. Sólo adoptando estas medidas podía tener el gobierno la esperanza de romper el paro. Recurriendo a estos pasos drásticos el gobierno ha concedido de hecho que somos los opositores más poderosos y peligrosos de todo el país a su odiada política.
En este sentido, la radio, la prensa, y los empleados europeos, jugaron un papel vergonzoso de punta a punta. Al iniciarse la campaña, la prensa nos dio un extraordinario apoyo objetivo y, realizando una información suplementaria por parte de sus propios reporteros en diferentes lugares del país, señalaron un apoyo creciente a las manifestaciones y con toda exactitud predijeron una respuesta sin precedentes al llamado. Hasta una semana antes del paro más o menos, la prensa sudafricana trató de enarbolar las normas y la ética del periodismo honesto, y registraba nuevas noticias tal como eran, sin tergiversaciones ni deformaciones. Pero tan pronto como el gobierno mostró los puños y la acción amenazadora contra estos periódicos que hacían publicidad a la campaña, la prensa de oposición, fiel a la tradición, hizo una apresurada retirada y tiró todos los principios y consideraciones éticas por la borda.
Se dio desmesurada importancia a las declaraciones hechas por los líderes gubernamentales, los alcaldes de las ciudades, los directores de los departamentos de asuntos no europeos, y por los empleados de las organizaciones en las cuales el paro había sido condenado y se exhortaba a los trabajadores para que ignoraran el llamado. Las declaraciones hechas por el NAC fueron en cambio deformadas, minimizadas, o incluso suprimidas deliberadamente. Por ejemplo, el 20 de mayo de 1961, el NAC hizo una declaración de prensa en donde protestaba firmemente por el inexcusable arresto de más de 10 000 africanos inocentes. Condenamos esta acción policial por ser una estrepitosa persecución de nuestro pueblo sin voto, por una minoría europea que no podíamos ya tolerar. Señalamos que estábamos profundamente exasperados por esta acción provocadora y exigíamos el cese inmediato de los arrestos y la liberación incondicional de todos aquellos detenidos. Ni un sólo periódico de la oposición publicó esta declaración a pesar de la enorme publicidad que dieron a esta empresa policial y a la inexcusable recompensa que ofrecieron a la misma policía por la benévola forma en que habían sido tratados no obstante haber mostrado la operación. Estos arrestos se hicieron con el propósito de aplastar las demostraciones planeadas por nosotros. Habíamos ido a través de numerosas carreteras bloqueadas en diversas partes del país, y era nuestro pueblo al cual habían cercado con un sistema rechazado por toda la nación africana y que condenó toda comisión gubernamental que lo había considerado. ¿No era acaso importante para el país saber que nuestras opiniones tocaban un asunto de tal importancia?
La prensa fue todavía más falsa la mañana del primer día del paro. Las deliberadas falsedades difundidas por la policía y la radio fueron reproducidas. A las siete de la mañana de ese día, Radio Sudáfrica difundió que los trabajadores de todo el país habían ignorado la convocatoria del paro. Se dijo en el país que estas noticias se basaban en declaraciones hechas a las seis de la mañana del mismo día por el Cor. Spengler, jefe de la rama de Witwaters-rancl de la Special Branch. Declaraciones semejantes fueron hechas más o menos al mismo tiempo por otros oficiales de la policía en diferentes partes del país[3]. Esto significa que mucho antes de que las puertas de las fábricas se abrieran, y en algunas zonas, incluso antes de que los trabajadores abordaran sus tranvías y sus autobuses para ir al trabajo, la policía ya había anunciado que el paro había fracasado. Yo no puedo imaginar nada más fraudulento.
Pero la verdad no podía esconderse mucho tiempo. El Star de Johannesburg del mismo día refirió que «los primeros cálculos de ausencias en el trabajo en Johannesburg variaban del 40 al 75 por ciento». Esta admisión era sólo una pequeña parte de la verdad. Cuando pasaron los días, llegaron noticias de que cientos de miles de trabajadores y de estudiantes en todo el país habían dado un apoyo masivo al llamado. El 3 de junio de 1961, Post, un vespertino dominical de Johannesburg, de una amplia circulación, publicó artículos de su equipo de deshonestos reporteros y fotógrafos que habían estado en continua observación en los pueblos de diferentes lugares de Sudáfrica, y que llevaron a cabo investigaciones personales detalladas dentro y fuera de estas zonas. Dijo el periódico: «muchos miles de trabajadores señalaron su protesta contra la República y la oposición del gobierno a cooperar con los no blancos. No van a trabajar. Hacen pedazos buena parte del comercio y de la industria sudafricana. Algunas fábricas trabajan con grupos improvisados, otras han cerrado, y muchos otros negocios estuvieron cerrados durante los tres días». El editorial del New Age del 8 de junio de 1961, aclamó el paro como la más extensa huelga general a escala nacional que este país haya visto jamás.
El Contac del 1 de junio de 1961 escribió: «el martes, el 50 por ciento de los trabajadores indios de Durban estuvieron todavía ausentes. Algunas fábricas tuvieron el 100 por ciento de asistencias, y algunas fábricas de ropa el 100 por ciento de ausencias. En Durban y en Pietermaritzburg la mayor parte de los negocios indios estuvieron cerrados el lunes y abrieron de nuevo el martes. Muchos niños de las escuelas se quedaron en casa. Hubo ataques a los autobuses en Cato Manor y un autobús de una Reserva a Pietermaritzburg fue incendiado.» Sam Sly, escribiendo en el mismo periódico el 15 de junio de 1961, observaba: «en desafío a esa debilitada y estéril regla, había abundancia de opiniones políticas en los campuses.[4] Suficientes para llevar grandes bandas de policía armada a cinco campuses. Había reto, dirección y valor entre los estudiantes. Había conciencia política, incluso solidaridad no racista. Antes no se habían oído más que protestas de una minoría, perdidas entre los ruidos del rugby universitario o en la charla en las cafeterías estudiantiles».
En Port Elizabeth los diarios calculaban que aproximadamente el 75 por ciento de la población no blanca de esa ciudad había hecho paro el 30 de mayo de 1961.
La verdad tenía que aparecer. Desde distintos lugares del país llegaban noticias que atestiguaban el amplio apoyo al llamado.
Los estudiantes del University College de Forth Haré, de Headltown y de Lovedale permanecieron todos sin entrar a clases. En la Universidad de Natal, que tiene aproximadamente 500 estudiantes no blancos, menos de 50 asistieron a clases. Por todo el país miles de estudiantes de las escuelas primarias y secundarias permanecieron sin asistir a clases y declararon boicots a las celebraciones de la República. Los territorios de los transkei habían estado bajo la ley marcial durante muchos meses. La bárbara y cruel política del gobierno nacionalista encontró expresión en los salvajes ataques al inocente y desarmado pueblo de estas zonas. Muchos habían sido asesinados por el gobierno y sus esbirros; miles habían sido golpeados, injuriados, aprehendidos y llevados lejos de sus tierras y de sus casas. Cientos de luchadores de la libertad están languideciendo en las cárceles por pedir libertad y justicia para el pueblo Transkei. Incluso en esta zona de muerte y de infierno, las llamas de la libertad abrasan los prados. Umtata, la capital de la zona, fue testigo de este hecho hace unos días. Los estudiantes del St John’s College, en una manifestación militante e inspirada, mostraron que los días de los déspotas y de los tiranos están contados.
Una vigilancia cuidadosa realizada por el Congreso Sudafricano de Sindicatos muestra que en Johannesburg, Durban, Port Elizabeth, Ciudad del Cabo y otros centros, las industrias de la ropa, de textiles, de lavandería y tintorería, de alimentación v conservas, y las de mobiliario fueron seriamente afectadas.
A la luz de las condiciones que prevalecieron tanto antes como durante los tres días de huelga, la respuesta de nuestro pueblo fue verdaderamente magnífica. El fracaso del gobierno, de sus empleados, y de la prensa para aniquilarlos, pagó tributo al inigualable coraje y decisión de nuestro pueblo y a la hábil y veloz manera en que nuestra máquina de organización fue capaz de adaptarse a nuevas condiciones, a nuevos obstáculos, a nuevos peligros.
La actitud de los miembros anteriores del Congreso Panafricano sobre el paro ha sido una chocante contradicción y una asombrosa confusión. Nada ha resultado más desastroso para ellos que sus intentos patéticos de sabotear las manifestaciones.
En primer lugar, asistieron a la Conferencia Consultiva de los líderes africanos que tuvo lugar en Orlando en diciembre de 1960 como delegados, tomaron parte en las deliberaciones y apoyaron enteramente la resolución adoptada en la conferencia que pedía la unidad entre los africanos y una Convención Nacional de todas las razas. En esta conferencia se eligió un Comité de Continuación que debía preparar la Conferencia de Todos los Africanos, que después tuvo lugar en Pietermaritzburg. Su representación estuvo en este comité durante muchos meses, con el absoluto conocimiento de que su principal función era unir a todos los africanos en un frente contra la República y para una convención soberana de todos los sudafricanos que redactara una nueva constitución democrática para el país. Hacia fines de febrero de este año, y sin más que una velada alusión a los colegas del Comité de Continuación, publicaron una declaración de prensa anunciando que no tomarían parte en las pláticas de Pietermaritzburg. Su fracaso para plantear el problema en el comité antes de retirarse, afirma la naturaleza clandestina y traidora de esta maniobra e indica que ellos sabían muy bien que no podrían encontrar ninguna justificación política para su acción.
En segundo lugar, había un agudo conflicto entre los líderes anteriores del PAC de ultramar sobre el Frente Unido Sudafricano y los líderes locales. Mientras que los últimos se opusieron, los primeros dieron su apoyo. Un mensaje desde Dar-es-Salaam, firmado por J. J. Hadebe y Gaur Radebe, miembros anteriores del ANC y del PAC respectivamente, decía:
«El Frente Unido Sudafricano felicita al Comité de Continuación por la conferencia popular que tuvo lugar en Pietermaritzburg para organizar manifestaciones la víspera de la República Sudafricana, la cual amenaza al pueblo con posteriores opresiones y persecuciones.»
Inclusive entre nosotros muchas personas habían pertenecido al PAC y estando en amargo desacuerdo con sus líderes sentían que no podían seguir los estúpidos y desastrosos desatinos que ellos habían defendido.
Pero había algo aún más terrible y trágico que su ruin y cobarde conducta al traicionar a sus parientes y amigos en un momento en que la unidad se había convertido en un problema de vida o muerte para los africanos. Lo que más asombró al pueblo era el grado en que ellos se identificaban completamente con la acción de la policía en la represión de las manifestaciones. Ya hemos señalado que las medidas que adoptó el gobierno para dominar nuestra campaña no tuvieron precedentes. Estas medidas provocaron fuertes protestas por parte de muchas organizaciones e individuos, pero no hubo ni una palabra de protesta por parte de los anteriores miembros del PAC. ¿Por qué? Precisamente porque su principal función era arruinar la unidad africana y romper la huelga. Pero protestar contra estas salvajes vejaciones del pueblo africano habría sido un acto poco amistoso con respecto del gobierno con el cual estaban ahora aliados. Perseguían la colaboración del gobierno al precio de hacer oídos sordos a los sufrimientos del pueblo. En la hora de la crisis, estuvieron del lado del gobierno, ayudando a aplastar la lucha del pueblo oprimido.
Noticias auténticas desde distintos lugares del país revelaron que la policía no impidió la distribución de los volantes del PAC y, en algunas zonas, inclusive, los miembros de la fuerza policial distribuyeron volantes que se decían salidos del PAC y que atacaban la huelga.
Esta colaboración no se limitaba a actos negativos de pasividad. En su forma positiva expresaba un desesperado intento tanto por parte de la policía, como de las gentes del PAC, de disuadir al pueblo de la campaña. Por razones de seguridad, la identidad de los miembros del ANC fue mantenida en absoluto y reservado secreto. La policía llevó a cabo amplias investigaciones para encontrar esta información, con el fin de arrestar a los miembros de este cuerpo. Al mismo tiempo los miembros del PAC nos pedían publicar la información y protestaban porque teníamos que comunicarnos con la prensa desde las casetas de los teléfonos públicos. ¿Por qué estaban interesados en esta información? Conocían a todos los miembros del Comité de Continuación. Su renuncia al comité y a la campaña no había sido porque no conocieran a sus miembros, sino a pesar de ese conocimiento. Tal información era inútil para ellos porque estaban fuera de la campaña, pero en extremo útil para la policía. ¿De qué lado de la valla están estas personas? ¿Qué clase de organización política es esta que deliberadamente pone trampas a los líderes de otro cuerpo político? ¿A quién están tratando de engañar con la pretensión de que están aún contra el gobierno y de que luchan por el bienestar del pueblo?
Las diferencias entre las organizaciones políticas rivales en el campo de la liberación son previsibles sobre cuestiones de táctica. Pero en un cuerpo político que pretende ser parte de la lucha de la liberación, perseguir una línea que objetivamente apoya al gobierno que suprime a los africanos, es implacable e inaceptable. Nosotros pedimos al pueblo africano que rechazara la política de la República de Ver-woerd no porque prefiramos una forma monárquica de gobierno, sino porque sentimos que la introducción de una república sólo podría efectuarse después de contar con las opiniones y después de obtener el consentimiento expreso del pueblo africano. Sentimos que los fundamentos de la República, como los del Estado, que existían antes de la proclamación de la República, se basarían en la segregación y en la explotación del pueblo africano. El gobierno rechazó nuestras demandas, pidió al pueblo que ignorara nuestro llamado y que participara plenamente en las celebraciones de la República, y que cooperara con el nuevo gobierno. Los africanistas imitaron al gobierno pidiendo a los africanos que ignoraran el llamado, pero deliberadamente eligieron permanecer callados sobre la cuestión vital de si debían cooperar o no con la república. Un modo ingenioso de decir que nosotros debíamos participar y cooperar.
Una organización política que está obligada por el oportunismo y las pequeñas rivalidades políticas a aliarse con los enemigos de una comunidad oprimida, está perdida. El pueblo africano exige la libertar y un gobierno autónomo. Se rehúsa a cooperar con la República de Verwoerd o con cualquier gobierno basado en la fuerza. El PAC ha aniquilado su futuro al oponerse a esta dinámica exigencia. Por ello la mayor parte de los africanos, incluyendo a muchos que en otro tiempo lo apoyaron, son tan firmes al condenar su traición.
Pero toda esta discusión se ha convertido ahora en académica porque para todos los efectos prácticos el PAC ha perdido un considerable apoyo, inclusive en zonas donde apenas el año pasado había logrado un éxito espectacular. En febrero de este año anunciaron planes para montar manifestaciones desde el 21 de marzo de 1961. Los volantes que salieron en El Cabo y que fueron ampliamente distribuidos en las ciudades africanas de Langa y Nyanga, exhortaban al pueblo a hacer una reserva de alimentos y a prepararse para la acción en esa fecha. En Johannesburg y Vereeniging, aparecieron volantes aquí y allá que exhortaban a los africanos a considerar el 21 de marzo como un día de lucha. Todo fue un fracaso mucho antes del anunciado día, y cuando llegó la fecha, ni una sola persona respondió siquiera en El Cabo, en Vereeniging o en Johannesburg. El episodio no fue considerado suficientemente interesante ni siquiera para ser mencionado como un fracaso por parte de la prensa, ni aquí ni en el extranjero. Por segunda vez en dos meses sufrieron otra derrota. Sus esfuerzos por sabotear la reciente huelga fracasaron tristemente. Cientos de miles de trabajadores por todo el país, empleados de la ciudad y del campo, y miles y miles de estudiantes en las escuelas primarias y secundarias trataron al PAC con absoluto desprecio y respondieron magníficamente a nuestro llamado. Los resultados prueban que ningún poder en la tierra puede detener a una población decidida a obtener su libertad. Al mismo tiempo, el PAC había sido afectado y asombrado por este rechazo, y se sentaban a lamerse sus heridas, incapaces de mirar al pueblo a la cara y obsesionados por la enormidad de su crimen vergonzoso.
Uno de los factores más significativos en lo que toca al paro, fue el amplio apoyo que recibió por parte de los estudiantes y las militantes manifestaciones activas que inspiró entre ellos. Los estudiantes africanos de Fort Haré, de la Universidad de Natal, de Lovedale, de Healdtown y de muchas otras escuelas primarias y secundarias en todo el país hicieron manifestaciones para apoyar el llamado y no acudieron a clases. En las escuelas primarias y secundarias de todo el país manifestaron su apoyo declarando el boicot a las celebraciones de la República, rechazando medallas conmemorativas y no asistiendo a las escuelas. Hubo militantes manifestaciones inspiradas en St John’s College en Umtata, y en el Botha Sig-cawu College en el transkei. Las hubo igualmente impresionantes en Kilnerton y en Bloemfontein. Éste es un desarrollo muy significativo porque los estudiantes son la vitalidad de un movimiento político y el surgimiento de una conciencia nacional; entre ellos se anuncia la muerte y la destrucción de los que se oponen a las peticiones y a las legítimas aspiraciones del pueblo.
Los estudiantes europeos de la Universidad de Rhocles, de la Universidad de Witwatersrand, tuvieron también un papel prominente en las manifestaciones. Su apoyo mostró inclusive entre los blancos, que las fuerzas de reto y de oposición a la supremacía blanca existen y están dispuestas a reunirse en la batalla siempre que se las llame.
El 1 de junio de 1961, el ANC publicó una declaración de prensa condenando duramente el asesinato de estudiantes que participaron en la huelga y pidiendo que las órdenes tiránicas que clausuraron algunos de los colegios fueran revocadas y los colegios se abrieran inmediatamente. Nosotros felicitamos a los estudiantes por su actitud pública con la cual, como conviene a la juventud intelectual, dieron una valerosa guía a la nación en un momento en el que el valor y la dirección eran cualidades que necesitábamos sobre todo. No obstante, buena parte de las autoridades trataron de reducir la importancia de este desarrollo entre la juventud africana, pero no puede haber duda de que se dan cuenta de lo que hay escrito en los muros y de que los días de la supremacía blanca en nuestro país están contados.
La respuesta de los hombres de color fue igualmente impresionante. Mostraron inmenso valor y sentido de la militancia. En un país en el que siempre han sido tratados como una dependencia del grupo blanco dominante y en el cual la política oficial había tendido a tratarlos de modo distinto del resto de la población no blanca, es muy significativo y estimulante que se decidieran a hacer causa común con nosotros, enfrentándose claramente a la República de Verwoerd. Este desarrollo marca un jalón en las luchas políticas de los no blancos en este país. Toda la comunidad india utilizó sus poderosos recursos en la campaña. Los trabajadores indios hicieron el paro. Los comerciantes cerraron sus comercios y los estudiantes se abstuvieron de asistir a las escuelas y rechazaron las medallas.
Las fuerzas de la liberación son fuertes y poderosas y su número aumenta. La moral es alta y miramos al futuro con absoluta confianza.
No obstante, sería un error exagerar nuestro éxito. A pesar del extraordinario valor de que dio muestras nuestro pueblo, la respuesta numérica fue inferior a lo que se esperaba. Se cometieron errores; se descubrieron debilidades y negligencias. Eran de esperarse. Teníamos que ordenar nuestros métodos y nuestro tipo de trabajo para afrontar contingencias a las cuales no nos anticipábamos. Sólo de este modo constituiremos un poder de ataque más fuerte y creciente.
Algunas personas manifestaron la opinión de que la finalidad para la cual habíamos pedido al pueblo que hiciera huelga, concretamente, la petición de una Convención Nacional, carecía de un fondo emotivo y era, de todos modos, demasiado complicada para producir entusiasmo. Los hechos contradijeron este punto de vista. El éxito de la conferencia de Pietermaritzburg y el apoyo profundo y amplio de las manifestaciones en vísperas de la República, atestiguadas no sólo por nuestros organizadores y miembros activos, sino por la prensa sudafricana, y el hecho de que cientos de miles de gentes se abstuvieron de ir a trabajar a pesar de la feroz intimidación gubernamental y de las amenazas de despedir a los empleados, indican que esta finalidad levantó el mayor entusiasmo. Lo que redujo el fin y la extensión de lo que habría sido una respuesta sin precedentes fueron las drásticas medidas tomadas por el gobierno para suprimir la huelga; la intimidación a los empleados y las falsedades difundidas por la radio y la prensa.
Un asunto íntimamente relacionado con esto es que la petición de una Convención Nacional no tocaba simplemente a satisfacer el estómago. Por supuesto que el pueblo africano quiere comer. ¿Hay alguien que no quiera? Nosotros pedimos salarios más altos y queremos más y mejores alimentos en nuestras despensas, pero necesitamos también el voto para dictar leyes apropiadas. Ésta es la importancia de convocar una Convención Nacional. Por cada hombre un voto, es la clave de nuestro futuro.
Otro asunto es el de que la huelga fue pedida por un comité ad doc cuyos miembros eran desconocidos por el público, que la voz del jefe A. J. Lutuli, el más poderoso y popular líder del pueblo africano, y del Congreso Nacional Africano, escudo y espada del pueblo durante los últimos cincuenta años, nunca se oyeron. Continúan diciendo que el público habría podido dudar de que los líderes africanos estuvieran de hecho detrás de la manifestación. En primer lugar, el jefe Lutuli era un miembro del Comité de Continuación que organizó la conferencia de Pietermaritzburg y que envió un dinámico mensaje a esa asamblea que fue ruidosamente aplaudido. En segundo lugar, los nombres de los miembros del ANC, por razones obvias nunca se publicaron, y el público nunca pudo saber si el jefe Lutuli era o no un miembro de él. Habría sido ingenuo de nuestra parte ponernos en las cumbres de las montañas y proclamar que él era un miembro que dirigía sus fuerzas como siempre lo ha hecho en las campañas anteriores. Su valor y su devoción a la causa de la libertad se conocen en cada casa de este país. Dentro y fuera de los comités él permanece como el indiscutible y más respetado líder del pueblo africano, y como una fuente de enorme inspiración para todos los luchadores de la libertad en Sudáfrica. Es un opositor intrépido del gobierno nacionalista y líder de todas las fuerzas que luchan contra la República.
De todas estas observaciones hechas sobre la huelga, ninguna ha producido tanto calor y emoción como el esfuerzo y el énfasis que pusimos en la no violencia. Los que con más lealtad nos apoyaban, de cuyo valor y devoción nunca se ha dudado, unánime y vigorosamente, estaban en desacuerdo con esta actitud y contra las seguridades que dábamos de que no usaríamos ninguna forma de intimidación para inducir al pueblo de alguna forma a hacer el paro. Se había aducido que el suelo de nuestro amado país ha sido manchado con la inapreciable sangre de los patriotas africanos asesinados por el gobierno nacionalista en el curso de pacíficas y disciplinadas manifestaciones para firmar sus derechos y sus legítimas aspiraciones. Era el gobierno al que habría habido que decirle que contuviera su política inhumana de violencia y matanza, no al pueblo africano. Se había aducido además que es un error inadmisible en una organización política rechazar las guardias que se usan en todo el mundo como una forma legítima de presión para prevenir la entrada de los esquiroles.
Hasta hoy, la cuestión que se repite con monótona regularidad por todo el país es ésta: ¿es políticamente justo seguir predicando la paz y la no violencia cuando se trata con un gobierno cuyas prácticas bárbaras han traído tanto sufrimiento y miseria a los africanos? Con igual monotonía se plantea: ¿no hemos cerrado un capítulo sobre esta cuestión? Son éstas cuestiones decisivas que ameritan una sana y cuerda reflexión. Sería un grave error darles un escobazo y dejarlas sin contestar.
La huelga de fines de mayo era sólo el comienzo de nuestra campaña. Ahora estamos lanzando una campaña en gran escala de no cooperación con el gobierno de Verwoerd por todo el país, hasta que ganemos una Convención Nacional que represente a todo el pueblo de este país, con el poder de redactar y poner en vigor una nueva constitución democrática.
Los detalles de la campaña se darán de cuando en cuando. Pero permítaseme decir ahora que de las gentes que no votan, no se puede esperar que vayan a pagar tributos a un gobierno de dominación blanca. De las gentes que viven en la pobreza no puede esperarse que paguen rentas con criminales amenazas de persecución y de encarcelamiento. Ante todo, los que están oprimidos no pueden tolerar una situación en la cual su propio pueblo disponga y mantenga la maquinaria de su propia opresión nacional. Los africanos no pueden contribuir a las juntas escolares y a los comités escolares que pertenecen a la Educación Bantú de los nacionalistas. Esto significa privar a los africanos de una verdadera educación.
Sólo los traidores pueden contribuir a los consejos tribales. Éstos son una burla del gobierno autónomo. Son un medio para mantenernos siempre en un estado de esclavitud hacia los blancos. Lucharemos juntos con todo empeño, contra el plan gubernamental de llevar las Autoridades Bantús a las ciudades, precisamente como nuestro pueblo de las zonas rurales ha luchado.
Los africanos no pueden seguir llevando permisos. Miles de gentes de nuestro pueblo son enviadas a la cárcel cada mes por las leyes de los permisos.
Pediremos a nuestros millones de amigos de fuera de Sudáfrica intensificar el boicot y el aislamiento del gobierno de este país, en lo diplomático, en lo económico, y en cualquier otro aspecto. Las minas, las industrias y las granjas de este país no pueden mantenerse sin el trabajo de los africanos importados de todos los lugares de África.
Nosotros somos los de este país. Producimos los bienes de las minas de oro, de las granjas y de la industria. La no colaboración es el arma que debemos usar para derrocar al gobierno. Hemos decidido usarla totalmente y sin reservas.
Junio de 1961
Carta desde la clandestinidad
La magnífica respuesta al llamado del Consejo de Acción Nacional para una huelga de tres días y el extraordinario trabajo realizado por nuestros organizadores y por los trabajadores del campo en todo el país, prueba una vez más que ningún poder en la tierra puede detener a un pueblo oprimido decidido a obtener su libertad.
Hoy es 26 de junio, un día conocido en todos los rincones de nuestro país como el día de la libertad. Es oportuno y apropiado que este histórico día me dirija a vosotros y anuncie nuevos planes para el inicio de una nueva fase en la lucha contra la República de Verwoerd, y para una convención nacional.
Recordaréis que las resoluciones de Pietermaritzburg advertían que si el gobierno no convocaba una Convención Nacional antes de fines de mayo de 1961, se pediría a los africanos, a los hombres de color, a los indios y a los europeos demócratas que no colaboraran con la República o con ningún gobierno basado en la fuerza. En varias ocasiones desde entonces el Consejo de Acción Nacional declaró que la última huelga señalaba el comienzo de una implacable lucha de masas por la derrota del gobierno nacionalista, y por una convención soberana de todas las razas. Insistimos en que a la huelga seguirían otras formas de presión para forzar a los racistas maníacos que gobiernan nuestro amado país a hacer lugar a un gobierno democrático del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo. Una campaña de no cooperación en gran escala contra el gobierno y por todo el país, se lanzará inmediatamente. La forma precisa de las acciones, su alcance, dimensiones y duración, se os anunciarán en el momento apropiado.
Por ahora es suficiente decir que tenemos el plan de impedir que el gobierno imponga su autoridad. Los que carecen de voto no pueden seguir pagando impuestos a un gobierno que no es responsable por ellos. Las gentes que viven en la pobreza y en la inanición no pueden seguir pagando exhorbitantes alquileres por las casas, al gobierno y a las autoridades locales. Nosotros proporcionamos los nervios de la agricultura y de la industria. Producimos el trabajo de las minas de oro, de diamantes y de carbón, de las granjas y de la industria, a cambio de miserables salarios. ¿Deberemos seguir enriqueciendo a los que roban los productos de nuestro sudor y de nuestra sangre? ¿A los que nos explotan y nos rehúsan los derechos de organizar sindicatos? ¿A los que se alinean junto al gobierno cuando hacemos manifestaciones pacíficas para afirmar nuestras peticiones y nuestras aspiraciones? ¿Cómo pueden los africanos entrar en juntas y comités que forman parte de la Educación Bantú, un plan siniestro del gobierno nacionalista para privar al pueblo africano de una verdadera educación? ¿Pueden los africanos contentarse con pertenecer a juntas consultivas de las Autoridades Bantú cuando la demanda por todo el continente africano es la independencia nacional y el gobierno autónomo? ¿No es una afrenta para el pueblo africano que el gobierno trate de extender las Autoridades bantú a las ciudades, cuando el pueblo en las zonas rurales se ha rehusado a aceptar el mismo sistema y ha luchado contra él con toda su fuerza? ¿Cómo puede un africano no arder de indignación cuando miles de nuestras gentes son mandadas cada mes a la cárcel bajo las crueles leyes de los permisos? ¿Por qué deberíamos continuar llevando estos distintivos de esclavitud? La no colaboración es un arma dinámica. Tenemos que utilizarla para mandar este gobierno a la tumba. Tenemos que utilizarla vigorosamente y sin dilación. Todos los recursos del pueblo negro deben movilizarse para retirar toda cooperación al gobierno nacionalista. Las diversas formas de la actividad industrial y económica se emplearán para minar la ya vacilante economía del país. Apelaremos a los cuerpos internacionales para que expulsen a Sudáfrica, y a las naciones del mundo para que rompan sus relaciones económicas y diplomáticas con el país.
He sabido que se ha promulgado una orden de prisión en mi contra, y que la policía me está buscando. El Consejo de Acción Nacional ha tomado seriamente este asunto y ha aconsejado a muchos amigos y cuerpos de confianza que me han sugerido que no me entregue. He aceptado este consejo, y no me entregare a un gobierno que no reconozco. Cualquier político serio se dará cuenta de que en las condiciones actuales de este país, buscar el martirio fácil entregándome a la policía es ingenuo y criminal. Tenemos un programa importante ante nosotros y es fundamental llevarlo a cabo muy seriamente y sin dilación.
He escogido este último camino que es más difícil y que supone más riesgos y asperezas que estar sentado en la cárcel. He tenido que separarme de mi amada esposa y de mis hijos, de mi madre y de mis hermanas, para vivir como un proscrito en mi propio país. He tenido que cerrar mi despacho, que abandonar mi profesión y que vivir en la pobreza y en la miseria como muchos de mi pueblo lo hacen. Continuaré actuando como representante del Consejo de Acción Nacional durante el período que está por venir y en las arduas luchas que tendrán lugar. Lucharé contra el gobierno junto a vosotros, pulgada a pulgada, milla a milla, hasta que se obtenga la victoria. ¿Qué vais a hacer vosotros? ¿Vendréis con nosotros, o cooperaréis con el gobierno en sus esfuerzos por suprimir las exigencias y las aspiraciones de vuestro propio pueblo? ¿O permaneceréis silenciosos y neutrales en un asunto de vida y muerte para mi pueblo, para vuestro pueblo? Por mi parte, yo he hecho mi elección. No dejaré Sudáfrica, no me entregaré. Sólo a través de asperezas, de sacrificio, y de una acción militante puede ganarse la libertad. La lucha es mi vida. Continuaré luchando por la libertad hasta el fin de mis días.
26 de junio de 1961
Una tierra gobernada por el revólver
La delegación del Congreso Nacional Africano, y yo particularmente, nos sentimos muy honrados por la invitación dirigida a nuestra organización por el PAFMECA, para asistir a esta histórica conferencia y para participar en sus deliberaciones y decisiones. La extensión del área del PAFMECA a Sudáfrica, el corazón de la reacción imperialista, marcará el comienzo de una nueva fase en los esfuerzos por la total liberación de África, una fase cuyo significado especial deriva de la entrada en el PAFMECA de los Estados Independientes de Etiopía, de Somalia y del Sudán.
No sin razón, me parece, el secretariado del PAFMECA escogió como sede de esta conferencia el gran país de Etiopía, el cual, con siglos de historia llena de colorido, puede justamente reclamar el precio total de la libertad y de la independencia. Su Majestad Imperial, rica e inagotable fuente de sabiduría, ha sido el primero en promover la causa de la unidad, de la independencia, y del progreso en África, como ha sido ampliamente demostrado en las palabras que cortésmente nos ha dirigido en la apertura de esta asamblea. Las deliberaciones de nuestra conferencia procederán así a un escrupuloso examen de los resultados que tenemos ante nosotros.
En principio, nuestra delegación desea hacer constar nuestra sincera apreciación de los inagotables esfuerzos hechos por los Estados Africanos Independientes y por los movimientos nacionales de África y de otros lugares del mundo, para ayudar al pueblo africano de Sudáfrica en su justa lucha por la libertad y la independencia.
El movimiento por la declaración del boicot en Sudáfrica y por la imposición de las sanciones diplomáticas y económicas contra Sudáfrica ha servido para señalar más efectivamente la despótica estructura del poder que gobierna el país, y ha dado una enorme inspiración al movimiento de liberación de nuestro país. Nos es particularmente grato observar que los cuatro Estados Africanos Independientes que forman parte de esta conferencia, es decir, Etiopía, Somalia, Sudán, y Tangañica, han presentado sanciones diplomáticas y económicas contra Sudáfrica. Damos también las gracias a todos aquellos Estados que han dado asilo y asistencia a los refugiados sudafricanos de todos los matices políticos y de todas las creencias y opiniones. El cálido afecto con el cual son recibidos los luchadores sudafricanos por los países democráticos de todo el mundo, y la hospitalidad mostrada con tanta frecuencia a nosotros por los gobiernos y las organizaciones políticas, ha hecho posible que muchos de los nuestros logren escapar a la persecución del gobierno sudafricano, que viajen libremente de país a país, y de continente a continente para examinar nuestro punto de vista y reunir apoyos para nuestra causa. Estamos además agradecidos en extremo por esta espontánea manifestación de solidaridad y apoyo, y esperamos sinceramente que todos y cada uno de nosotros probaremos dignamente la fe y la confianza que el mundo tiene en nosotros.
Creemos que uno de los principales objetivos de esta conferencia es elaborar planes concretos para apresurar la lucha por la liberación de aquellos territorios que en esta región están todavía bajo la dominación extranjera. En la mayor parte de estos territorios las fuerzas imperialistas están considerablemente debilitadas y son incapaces de resistir las exigencias de libertad y de independencia, gracias a los poderosos vendavales producidos por los movimientos de libertad.
Si bien los movimientos nacionales deben permanecer alerta y vigilantes contra todas las formas de la intriga y del engaño imperialista, no puede haber duda de que el imperialismo está en completa retirada y que obtener la independencia para muchos de estos países se ha convertido casi en un hecho cumplido. En otros lugares, particularmente en Sudáfrica, el movimiento de liberación afronta formidables dificultades y la lucha debe ser igualmente larga, complicada, dura y amarga, requiriendo la mayor unidad del movimiento nacional dentro del país, y pidiendo el uniforme y activo pensamiento de parte de sus jefes, para la planeación experta y la organización intensiva.
Sudáfrica es conocida en todo el mundo como un país donde se practican las más feroces formas de discriminación por el color, y donde las luchas pacíficas del pueblo africano por la libertad se suprimen violentamente. Es un país desgarrado de arriba abajo por conflictos y crueles luchas raciales donde la sangre de los patriotas africanos corre con Frecuencia.
Casi todos los hogares sudafricanos saben de las matanzas de nuestro pueblo de Bulhoek, en el distrito de Queenslown, donde destacamentos del ejército y de la policía, armados con artillería, ametralladoras y rifles, abrieron fuego contra los africanos desarmados, matando a 163 personas, hiriendo a 129, y durante las cuales se arrestaron 95 personas simplemente porque se rehusaron a dejar el pedazo de tierra en que vivían.
Casi todas las familias africanas recuerdan una matanza similar de nuestros hermanos africanos en el suroeste de África, cuando el gobierno sudafricano reunió aeroplanos, ametralladoras pesadas, artillería y rifles, matando a 100 personas y mutilando a muchas otras, simplemente porque el pueblo de Bon-delswart se rehusaba a pagar el dog tax.
El primero de mayo de 1950, diez y ocho africanos fueron heridos de muerte por la policía de Johannesburg mientras hacían una huelga pacífica por salarios más altos. La matanza de Sharpeville, de marzo de 1960, es del conocimiento común y permanece fresca en nuestras mentes. Según una declaración hecha en el parlamento por C. R. Swart, entonces Ministro de Justicia, entre mayo de 1948 y marzo de 1954, 104 africanos fueron muertos y 248 heridos por la policía en el curso de una manifestación política. Hacia mediados de junio de 1960, estas cifras habían alcanzado más de los 300 muertos y de los 500 heridos. La fuerza bruta y la violencia es el arma usada abiertamente por el gobierno sudafricano para aplastar las luchas del pueblo y suprimir sus aspiraciones.
La política de represión del gobierno sudafricano se refleja no sólo en el número de los africanos mártires muertos por las balas, sino en la despiadada persecución de todos los líderes políticos y en la total represión de la oposición política. La persecución de los líderes políticos y la supresión de las organizaciones políticas se hizo cada vez más violenta bajo el gobierno del partido nacionalista. Desde 1952 el gobierno usó sus poderes legales para lanzar un ataque en gran escala contra los líderes del Congreso Nacional Africano. Muchos de sus prominentes miembros recibieron orden del gobierno de renunciar permanentemente a él, y de no participar jamás en sus actividades. A otros se les prohibió asistir a asambleas durante períodos específicos que llegaban hasta los cinco años. Muchos fueron confinados a algunos distritos, desterrados de sus casas y de sus familias e inclusive deportados del país.
En diciembre de 1956, el Jefe A. J. Lutuli, presidente general del ANC, fue arrestado junto con otros 155 combatientes de la libertad y se les hizo el cargo de traición. El juicio que siguió no tiene precedente en la historia del país, en su magnitud como en su duración. Se prolongó más de cuatro años y agotó nuestros recursos al límite. En marzo de 1960, después del asesinato de aproximadamente 70 africanos en Sharpeville, se declaró un estado de emergencia y cerca de 20 000 personas fueron detenidas sin juicio. Inclusive hoy, la ley marcial está vigente en todo el territorio de los transkei, una zona de 16 000 millas cuadradas con una población de aproximadamente 2 500 000 el gobierno se rehúsa tercamente a publicar los nombres y el número de las personas detenidas. Pero se calcula que cerca de 2 000 africanos languidecen actualmente en la cárcel sólo en estas zonas. Entre ellos se encuentran maestros, abogados, médicos, empleados, obreros de las ciudades, campesinos y otros luchadores. En esta misma zona y durante los últimos seis meses, más de 30 africanos han sido sentenciados a muerte por los oficiales judiciales blancos, hostiles a nuestras aspiraciones, por delitos surgidos de las manifestaciones políticas.
El 26 de agosto de 1961 el gobierno sudafricano desafió incluso abiertamente al gobierno británico, cuando su policía atravesó el protectorado británico vecino de Basutoland y secuestró a Andersom Ganyile, una de las estrellas de levantamiento libertador del país, que guió al pueblo de los pondo en memorables luchas contra la segregación de la dominación tribal.
Además de estas específicas menciones, hay muchos otros patriotas africanos, conocidos y desconocidos, que han sido sacrificados de distintos modos en el altar de la libertad africana.
Éste es un esbozo breve y somero de la lucha importante de los que combaten por la libertad en nuestro país, del sacrificio que deben hacer y del precio que están pagando en el momento actual aquellos que quieren hacer ondear la bandera de la libertad.
Durante años nuestras organizaciones políticas han estado sometidas a miserables ataques por parte del gobierno. En 1957 hubo considerables inquietudes de masas y desasosiegos en los distritos rurales de Zeerest, Sekhukuniland, y de Rustemburg. En todas estas zonas había una insatisfacción extendida contra la política del gobierno y hubo rebeliones contra las leyes de los permisos, el impuesto de capitación, y las autoridades gubernamentales que designaban autoridades tribales. En vez de atender a las legítimas demandas políticas de las masas y del pueblo y de reparar sus injusticias, el gobierno reaccionó prohibiendo el ANC, en todos estos distritos. En abril de 1960 el gobierno fue más lejos y proscribió enteramente tanto el Congreso Nacional Africano como el Congreso Panafricano. Recurriendo a estos drásticos métodos había tenido la esperanza de acallar toda la oposición a su dura política, y alejar todas las amenazas a la privilegiada posición de los blancos en el país. Tenía la esperanza de días de perfecta paz y tranquilidad para la Sudáfrica blanca, libre de la rebelión y de la revolución. Creyó que con estas medidas de imposición de la fuerza armada podría lograr lo que Sudáfrica blanca ha dejado de tener durante los últimos cinco años, es decir, obligar a los africanos a aceptar el hecho de que en nuestro país la libertad y la felicidad son privilegios de los hombres blancos.
Pero la inquietud domina la cabeza que lleva la corona de la supremacía blanca en Sudáfrica. La proscripción y el destierro de los líderes, las deportaciones, los encarcelamientos e incluso la muerte, no han rendido nunca a los patriotas sudafricanos. El mismo día que fue proscrito, el ANC publicó una declaración anunciando que definitivamente desafiaba la prohibición del gobierno y que sostendría secretamente las operaciones. El pueblo de Sudáfrica adoptó esta declaración como suya y Sudáfrica es hoy una tierra de agitación y de conflicto.
En mayo del año pasado se convocó una huelga general. En la historia de nuestro país jamás se había organizado una huelga con peligros y dificultades tan enormes. Las desigualdades contra nosotros eran tremendas. Nuestras organizaciones estaban proscritas. Una legislación especial había sido precipitada por medio del parlamento, autorizando al gobierno para que detuviera sin juicio a los que se oponían a él políticamente. Una semana antes de la huelga, 10000 africanos fueron arrestados y mantenidos en la cárcel hasta después de ella. Todas las reuniones fueron prohibidas en todo el país, y nuestros trabajadores en el campo fueron rastreados y rondados por miembros de la Rama de Seguridad. La movilización general se ordenó en todo el país y todo blanco que podía hacerlo, hombre y mujer, fue puesto bajo las armas. Un periódico inglés describía la situación en vísperas de la huelga en los términos siguientes:
«En el mayor llamado desde la guerra, grupos de fuerzas ciudadanas y unidades de comandos fueron movilizados en los pueblos grandes. Se establecieron campamentos en los puntos estratégicos; vehículos pesados del ejército llevaban abastecimientos y equipo moviéndose lentamente a lo largo del Reef. Los helicópteros revoloteaban sobre las zonas residenciales africanas y dirigían reflectores sobre las casas, patios, tierras y zonas oscuras. Cientos de ciudadanos blancos fueron declarados militares especiales, cientos de mujeres blancas pasaron los fines de semana disparando al blanco. Las tiendas de fusiles vendieron sus reservas de revólveres y de municiones. Todos los permisos de la policía fueron suspendidos en todo el país. Se apostaron guardias armados para proteger las centrales eléctricas y otras fuentes de servicios esenciales. Automóviles blindados y camiones del ejército patrullaban los pueblos. Grupos de policías patrullaban las zonas y radiaban mensajes de que los africanos que no asistieran al trabajo serían apresados y enviados fuera del pueblo.»
Éste era el cuadro de Sudáfrica en vísperas de la huelga general, pero nuestro pueblo soportó la prueba de un modo magnífico. La respuesta fue menor de lo que esperábamos pero obtuvimos logros sólidos y sustanciales. Cientos de miles de trabajadores se abstuvieron de asistir al trabajo, y las industrias y el comercio del país fueron seriamente perjudicados. Cientos de miles de estudiantes y de niños de las escuelas no asistieron a éstas mientras duró la huelga.
Las celebraciones que habían sido planeadas por el gobierno para señalar la instauración de la República no sólo fueron completamente saboteadas por los africanos, sino que se llevaron a cabo en una atmósfera de tensión y de crisis en la cual todo el país parecía un campamento militar en estado de inquietud y de incertidumbre. Esta aterradora muestra de fuerza era una medida del poder del movimiento de liberación y no podía oponerse a la marcha creciente del descontento popular.
¿Hasta qué punto es fuerte la lucha por la libertad actualmente en Sudáfrica? ¿Qué papel debe representar la PAFMECA para fortalecer el movimiento de liberación en Sudáfrica y apresurar la liberación de nuestro país? Éstas son cuestiones que se plantean con frecuencia los que sienten en el corazón el problema de nuestro bienestar.
En algunos lugares fuera de Sudáfrica, se ha expresado la opinión de que en la particular situación de nuestro pueblo, éste nunca obtendrá la libertad gracias a sus propios esfuerzos. Los que sostienen este punto de vista señalan el formidable aparato de fuerza y de coacción con que cuenta el gobierno, la magnitud de su ejército, la feroz supresión de las libertades civiles, y la persecución de los que se oponen políticamente a su régimen. De un modo consecuente, en este sentido, estaríamos obligados a buscar nuestra salvación más allá de nuestras fronteras.
Nada podría estar más lejos de la verdad.
Es verdad que la opinión del mundo contra la política del gobierno sudafricano se ha hecho considerablemente más severa en los años recientes. La Conferencia de Todos los Africanos que tuvo lugar en Acra en 1958, la Conferencia de Acción Positiva por la Paz y la Seguridad de África, también llevada a cabo en Acra en abril de 1960, la Conferencia de los Estados Africanos Independientes, llevada a cabo en esta famosa capital en junio del mismo año, y las conferencias de Casablanca y Monrovia del año pasado, así como la conferencia de Lagos de este mes, aprobaron resoluciones militantes en las cuales rechazaban y condenaban severamente la política racista del gobierno sudafricano. Ha resultado claro para nosotros que toda Sudáfrica está unánimemente detrás del movimiento para asegurar sanciones efectivas económicas y diplomáticas contra el gobierno sudafricano.
En el nivel internacional, la acción concreta contra Sudáfrica encontró expresión en la expulsión de Sudáfrica del Commonwelth, que fue lograda por la iniciación activa y la colaboración de los miembros africanos del mismo. Éstos eran Ghana, Nigeria y Tangañica (si bien el último no haya logrado aún su independencia). Nigeria tomó además la iniciativa de pedir la expulsión de Sudáfrica de la Organización Internacional del Trabajo. Pero lo más significativo fue la resolución redactada en la decimoquinta sesión de las Naciones Unidas en la cual se pidieron sanciones contra Sudáfrica. Esta resolución tenía el apoyo de todos los miembros africanos de las Naciones Unidas, con una sola excepción. La significación de esto no fue disminuida por el hecho al fin de que se adoptara una tibia resolución que exhortaba a sanciones individuales y colectivas por parte de los Estados miembros. En la decimosexta sesión de las Naciones Unidas del último año, los Estados africanos desempeñaron un maravilloso papel presentando con éxito a través de la asamblea general una resolución contra la alocución del Ministro de Asuntos Extranjeros sudafricano, Eric Louw, y, posteriormente, en los pasos que pidieron la expulsión de Sudáfrica de las Naciones Unidas y las sanciones contra ella. Si bien las Naciones Unidas no han promulgado ni adoptado sanciones contra Sudáfrica, muchos Estados africanos independientes han puesto en vigor, en diversos grados, sanciones económicas y de otro tipo contra ella. Esta creciente presión del mundo contra Sudáfrica ha debilitado mucho su posición internacional y ha dado un enorme ímpetu a la lucha por la libertad dentro del país. No es un peligro menor para la minoría blanca que gobierna y sí una garantía de la victoria final para nosotros, la lucha por la libertad que aumenta furiosamente más allá de nuestras fronteras; el rápido progreso de Kenya, de Ugancla y de Zanzíbar hacia la independencia, las victorias obtenidas por el congreso Malawi de Nyazaland; la inflexible decisión del UNIP de Kenneth Kaunda; el valor demostrado por los luchadores del ZAPU, sucesor del ahora proscrito NDP; la valentía de los cruzados africanos en la guerra de liberación de Angola, y las nubes de tormenta que se forman alrededor de los excesos de la represión portuguesa en Mozambique; el poder creciente de los movimiento de la independencia en el suroeste de África, y la aparición de poderosas organizaciones políticas en la Comisión de Altos Territorios, fuerzas todas ellas que no pueden comprometerse con la dominación blanca de ningún lugar.
Pero creemos que sería fatal crear la ilusión de que las presiones externas hacen innecesario atajar al enemigo desde dentro. El centro y la piedra angular de la lucha por la libertad y la democracia en Sudáfrica está en el interior de la misma Sudáfrica. Fuera de aquellos requeridos para trabajos esenciales fuera del país, los combatientes de la libertad son necesarios para trabajar dentro del mismo. Nos debemos a ello como un deber a nosotros mismos y al amor por la libertad de los pueblos del mundo para construir y mantener en Sudáfrica misma un movimiento poderoso, sólido, capaz de sobrevivir a cualquier ataque gubernamental, y suficientemente militante para luchar con una decisión que parte del conocimiento y de que por encima de todo y en primer lugar está nuestra lucha y sacrificio en el interior de Sudáfrica, y es así como puede obtenerse la victoria sobre la dominación blanca y la segregación.
La lucha en las zonas todavía sometidas al dominio imperialista puede ser dilatada e incluso derrotada si no está bien coordinada. Sólo mediante nuestros esfuerzos combinados y la acción unida, podemos rechazar las múltiples vejaciones de los imperialistas y luchar a nuestro modo por la victoria. Nuestros enemigos luchan colectivamente y se ponen de acuerdo para explotar a nuestro pueblo.
Los ejemplos claros del colectivismo imperialista se han hecho sentir cada vez más en nuestra región por la formación de una pecaminosa alianza entre los gobernantes de Sudáfrica, de Portugal, y de la llamada Federación Central Africana. Por ella estos gobiernos dan abierta y vergonzosamente ayuda militar que consiste en equipo y hombres, al régimen del traidor Tshombe de Katanga.
En este mismo momento se ha difundido ampliamente que un acuerdo secreto de defensa ha sido firmado entre Portugal, Sudáfrica, y la Federación, siguiendo visitas de la Federación y de los ministros sudafricanos de la defensa a Lisboa; del ministro de defensa de la Federación a Luanda, y delegaciones del ministerio sudafricano de la defensa a Mozambique. El Dr. Salazar era citado en el Star de Johannesburg del 8 de julio de 1961 diciendo: «Nuestras relaciones -las de Mozambique y de Angola por una parte y de la Federación y Sudáfrica por otra— surgen de la existencia de nuestras fronteras comunes y de nuestra tradicional amistad que une a nuestros gobiernos y a nuestro pueblo. Nuestros mutuos intereses son múltiples y somos conscientes de la necesidad de cooperar para satisfacer nuestras comunes necesidades.»
El último año, tropas de la Rodesia del Sur se estuvieron adiestrando en Sudáfrica y lo mismo hicieron unidades de la RAF. Una misión militar de Sudáfrica y otra de la Federación de Rodesia visitó Lourenco Marques de Mozambique, por una invitación del jefe del ejército de Mozambique, y tomó parte en los ejercicios de adiestramiento en los cuales participaron varias unidades con un total de 2600 hombres. Estas operaciones incluyeron ejercicios de paracaídas.
Una información de una revista de aviación sudafricana, Wings, de diciembre de 1961, declara: «Los portugueses están construyendo apresuradamente nueve aeródromos en el África portuguesa del este [Mozambique] como consecuencia de los problema de Angola. Los nuevos aeropuertos son todos capaces de recibir jets de combate y están situados a lo largo o cerca de las fronteras de Tangañika y de Nyasaland’ y da completos detalles.
¿Puede alguien, por consiguiente, dudar del papel que los movimientos de la libertad tienen ante esta terrible conspiración?
Como declaramos en un principio, el movimiento por la libertad de Sudáfrica cree que fuertes y rápidos golpes debieran lanzarse con todo el peso de las masas del pueblo, que ahora nos proporciona una absoluta garantía de que las llamas de la libertad que arden en el país nunca se extinguirán.
Durante, los últimos 10 años el pueblo de Sudáfrica ha librado muchas batallas por la libertad, que abarcan la desobediencia civil, huelgas, marchas de protesta, boicots y manifestaciones de todas clases. En todas estas campañas recalcamos repetidamente la importancia de la disciplina, de la lucha pacífica y no violenta. Lo hicimos, en primer lugar, porque sentíamos que había aún posibilidades de lucha pacífica, y trabajamos sinceramente por transformaciones pacíficas. Además, no queremos exponer a nuestro pueblo a situaciones en las cuales pueda convertirse en un blanco fácil para la irresponsable policía sudafricana. Pero la situación ahora se ha modificado radicalmente.
Sudáfrica es ahora una tierra gobernada por el revólver. El gobierno aumenta la magnitud de su ejército, de su marina, de su fuerza aérea y de su policía. Edificios para ataques antiaéreos y barricadas se están construyendo en todo el país. Las fábricas de armamento se han establecido en Johannesburg y en otras ciudades. Los oficiales del ejército sudafricano han visitado Argelia y Angola donde fueron informados exclusivamente sobre los métodos de suprimir las luchas populares. Todas las posibilidades para la agitación pacífica y la lucha están cerradas. Los africanos ya no tienen siquiera la libertad de permanecer pacíficamente en sus casas como protesta contra la política opresora del gobierno. Durante la huelga de mayo del año pasado, la policía fue casa por casa, golpeando a los africanos y llevándolos al trabajo.
Por ello es comprensible que una gran parte de nuestro pueblo dé hoy la espalda al camino de la paz y de la no violencia. Sienten que la paz en nuestro país debe considerarse ya rota cuando una minoría gubernamental mantiene su autoridad sobre la mayoría por medio de la fuerza y de la violencia.
Una crisis se está desarrollando asimismo en Sudáfrica. No obstante, ninguna orden superior anuncia de antemano qué estrategia y qué táctica utilizará en la situación. Sin duda, los días de la desobediencia civil, de las huelgas, y de las manifestaciones de masas no han terminado y recurriremos a ellos una y otra vez.
Pero una dirección comete un crimen contra su propio pueblo si vacila en afilar sus armas políticas cuando éstas se han vuelto menos efectivas.
Respecto de la actual situación que predomina en Sudáfrica yo mencionaré que he salido precisamente de allí, habiendo vivido durante los últimos diez meses en mi propio país como un proscrito, lejos de la familia y de los amigos. Cuando fui obligado a hacer este tipo de vida hice una declaración pública en la cual anunciaba que no dejaría el país, sino que seguiría trabajando en secreto. Pero cuando mi organización recibió la invitación a esta Conferencia se decidió que yo debía intentar salir y asistir a ella para proporcionar a los distintos líderes africanos, hijos predilectos de nuestro continente, la mayor información posible hasta la fecha sobre la situación.
Durante los pasados diez meses estuve arriba y abajo por mi país y hablé a los campesinos en el agro, a los trabajadores en las ciudades, a los estudiantes y a los profesionistas. Me di cuenta, absolutamente, de que la situación había llegado a ser explosiva. No fue por tanto una sorpresa cuando una mañana de octubre del año pasado, me desperté para leer en la prensa informes de un sabotaje muy amplio que abarcaba cortes de las líneas telefónicas y derribos de los postes telegráficos. El gobierno permanecía firme y la Sudáfrica blanca trataba de señalarlo como obra de criminales. Entonces, la noche del 16 de diciembre del último año toda Sudáfrica vibró bajo el fuerte golpe del Umkonto We Sizwe (La Lanza de La Nación). Edificios gubernamentales fueron volados con explosivos en Johannesburg, corazón industrial de Sudáfrica, en Port Elizabeth, y en Durban. Ahora era claro que se trataba de una manifestación política formidable, y la prensa anunció el comienzo de actos planeados de sabotaje en todo el país. Fue, no obstante, un pequeño comienzo, porque a un gobierno tan fuerte y tan agresivo como el de Sudáfrica nunca puede inducírsele a ceder su poder político con explosiones de bombas durante una noche y en tres ciudades solamente. Pero en un país donde los combatientes de la libertad pagan frecuentemente con sus propias vidas y en el que al mismo tiempo se hacen las más complicadas preparaciones militares para aplastar las luchas populares, los actos planeados de sabotaje contra establecimientos gubernamentales, introducen una nueva fase en la situación política y son una demostración de la decisión inflexible del pueblo de obtener su libertad costara lo que costara. El gobierno se dispone a aplastar despiadadamente a los líderes políticos y a los combatientes. Pero el pueblo no esperará sentado esta tormenta.
En una situación tan grave es justo y adecuado que esta conferencia del PAFMECA suene como un clarín que llama a las luchas populares de Sudáfrica y de otras zonas dependientes, a cerrar filas, a mantenerse firmes como una roca y a no estar dispuestos a dividirse por pequeñas rivalidades políticas mientras sus países arden. En este momento crítico en la historia de la lucha, la unidad entre nuestro pueblo en Sudáfrica y de los demás territorios, ha llegado a ser vital como el aire que respiramos y debemos conservarla a toda costa.
Por último, queridos amigos, yo puedo asegurar que el pueblo de Sudáfrica a pesar de la persecución feroz y del continuo sufrimiento, en su coraje cada vez mayor no se desviará un solo momento de la histórica misión de liberar a su país y de obtener la libertad, la paz duradera, y la felicidad.
Tenemos confianza en que en las decisivas luchas que vendrán, nuestro movimiento de liberación recibirá el más completo apoyo del PAFMECA, y de todos los pueblos que aman la libertad en todo el mundo.
Addis-Abeba, enero de 1962
* Nelson Mandela. Sudáfrica (Qunu, 1918). Político y escritor, nació en Sudáfrica el 18 de julio de 1918, siendo elegido presidente por votación popular en el año en 1994. A los veintiséis años ingresó en el Congreso Nacional Africano (ANC), movimiento contra la discriminación de los negros sudafricanos. A partir de 1952 fue uno de los principales impulsores de las movilizaciones contra el apartheid, convirtiéndose más tarde en presidente y lider. Presidente de la república durante cinco años, llevó a cabo su proyecto de reconciliación nacional. En diciembre de 1999 fue designado mediador en el conflicto de Burundi en sustitución del fallecido J. Nyerere, y gracias a su mediación se alcanzó un acuerdo de paz entre humus y tutsis. En el año 2004 publicó “El largo camino hacia la libertad”, en el que aborda su propia vida, el nacimiento del CNA, y los años de cadena perpetua. Recibió en el año 1992 el Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional y un año después el Premio Nobel de la Paz.
** Este artículo titulado “La resistencia secreta”, pp 103-141, en Mandela Nelson, No es fácil el camino de la libertad, México, Siglo XXI, 1966. 223 pp.
*** [N. E.] Después de un juicio que duró cuatro años y medio, en el cual se habían hecho pedazos las vidas de los acusados y la organización del Congreso se había desmembrado penosamente, se dio el veredicto del Juicio por Traición. Justice Rumpff pronunció: «Ustedes han sido considerados inocentes y quedan absueltos. Pueden irse.»
Alfred Hutchinson, escritor, y él mismo uno de los acusados, escribió: «¿De que traición se trataba? ¿Es una traición pedir que los blancos y los negros puedan vivir juntos, como hermanos, como compatriotas, como iguales? ¿Es una traición pedir comida? ¿Es una traición pedir que los permisos se supriman? ¿Y que podamos caminar libremente por la tierra en que hemos nacido?». (En la publicación mensual sudafricana Fighting tal, ahora proscrita.)
El juicio había terminado, pero también los días legales del Congreso Nacional Africano. Tenían que decidirse los siguientes pasos.
«Fue durante los largos años del Juicio por Traición cuando los espectadores empezaron a tener noticias de Mándela», escribió Mary Benson. «No fue sólo que él, con Duma Nokwe, se distinguió cuando el grupo de la defensa se retiró durante la emergencia de 1960, y abandonó la defensa en sus manos durante estos meses tensos. No era sólo el ataque articulado de su prueba y la inteligencia política que éste mostraba; era algo mucho más profundo. Era una cuestión de crecimiento y las personas más diversas, fuera de sus amigos o de los que apoyaban el movimiento de la libertad, improvisamente tuvieron noticias de él y comenzaron a comentar ‘la creciente estatura de Mándela’. Así fue como en 1960, cuando el ANC habla sido proscrito… y parecía que el movimiento de liberación estaría seguramente entumecido por los largos encarcelamientos de la emergencia, como el momento estuvo maduro para un nuevo guía, y un hombre estuvo maduro para el momento.»
El Congreso Nacional Africano y el Congreso Panafricano fueron proscritos, pero el país estaba en estado de efervescencia. Un comité ad hoc de líderes africanos, entre ellos el reverendo Rajuili, Paul Mo-saka, W. B. Ngakane, Duma Nokwe, Julius Malí, Govan Mbeki, Joe Molefe, el reverendo N. B. Tant-si, Alfred Nzo, C. Mbapa, Marks Shop, y N. Ngubane, se citaron en la Conferencia de todos los africanos en Pietermaritzburg para marzo de 1961.
Mientras Sudáfrica estaba preparando un referéndum para declararse República Nacionalista; la lucha por la libertad apremiaba que habla una última oportunidad para impedir el desastre de la raza. Habría de convocarse una asamblea total —representativa de todas las razas— una nueva convención nacional para redactar una nueva constitución democrática. Los que carecían de voto estaban decididos a firmar su petición de participar en el gobierno.
A Mándela se le había prohibido asistir a asambleas durante nueve años, y el último grupo de proscripciones debía estar por expirar en vísperas de la conferencia. Anticipándose a una renovación de las restricciones e impidiendo que los arrestos se extendieran a otros líderes fue a ocultarse… y luego apareció de improviso en la conferencia para entregar su discurso fundamental. El efecto sobre los delegados venidos de los pueblos y de las fábricas de muchos lugares del país, con la representación impresionante de las zonas tradicionales de Zululand, de Pondoland, y de los transkei, fue electrizante. Mándela fue elegido líder del Consejo Nacional de Acción al que se encargó la conferencia con la campaña para una Convención Nacional y, si ésta era ignorada por el gobierno, con una huelga y una campaña de no- cooperación.
La natural autoridad de Mándela y su abnegación habían de inspirar la campaña por todas partes. Apenas terminaron los actos de la conferencia cuando él anunciaba su mensaje y su significado al país.
[1] Consejos locales títeres del gobierno. [E.]
[N. E.] La petición de mantener una Convención Nacional para delinear una nueva constitución sin la barrera de color, fue el llamado de la abrumadora mayoría de sudafricanos que carecían de voto, para que éste se extendiese a ellos. El paro que siguió a la conferencia de Pietermaritzburg, fue una dramática acción para conducir esta demanda a buen puerto.
El gobierno respondió a la huelga con la más grande movilización posterior a la guerra. El ejército y la policía hicieron una ostentación sin precedente de fuerzas armadas. Las libertades civiles fueron suspendidas. Todo el armamento de intimidación y de coacción se puso en juego. Los hombres y las mujeres eran arrestados y detenidos sin juicio bajo la sospecha de que habían trabajado para organizar la huelga. Los bienes de los impresores fueron confiscados y toda la publicidad impresa para la huelga fue embargada. Mándela organizó desde su retiro, discutiendo con la prensa, la interpretación de la huelga; haciendo llamados personales a los líderes jóvenes y a los simpatizantes, que dirigían una campaña especial de propaganda en escuelas y colegios; haciendo visitas sorpresivas a las zonas industriales clave. Inmediatamente después de la huelga escribió un detallado análisis de ella, y este extenso artículo fue publicado por las oficinas secretas del ANC y por sus oficinas en el exterior.
[2] Lo citaremos más tarde en este artículo como NAC. [E.]
[3] En el juicio de Nokwe y de otros que surgieron de la conferencia de Pietermaritzburg, el Estado suministró pruebas para demostrar lo contrario: que «la provocación» había desencadenado una exitosa huelga. El administrador de una compañía de autobuses dijo que el 75 por ciento de los trabajadores de Johannesburg que viajaban en su sistema de transportes había estado en huelga. [E.]
[4] Terrenos y edificios de universidades o escuelas [T.]
[N. T.] La huelga y los acontecimientos que siguieron a ella afilaron los dientes de la resistencia africana pero también agudizaron la exigencia de una reforma entre las secciones de los blancos. Líderes importantes pidieron una Convención Nacional. La campaña de la Convención chocó contra el gobierno y su política de segregación.
Mandela vivía y trabajaba aún en secreto.
El día de la libertad sudafricana, el 26 de junio, puso en circulación una carta que seguía a la huelga.
[N. E.] La decisión de Mándela de permanecer en secreto para preparar nuevas fuerzas para la lucha, señalaba una nueva forma de arrastrar al pueblo africano. La movilización gubernamental para aplastar la huelga había sido un punto de partida en el país. Los africanos decidieron que la violencia del Estado hacía inútil la protesta pacífica. En diciembre de 1961 los primeros actos de sabotaje anunciaron la formación de Umkonto we Sizwe (La Lanza de la Nación).
A principios de 1962 Mándela hizo una aparición sorpresiva como líder de la delegación del Congreso Nacional Africano en la Conferencia de Addis-Abeba del Movimiento de Libertad Panafricano del Centro y del Este de África. Había dejado Sudáfrica temporalmente, para llevar personalmente a África noticias de la crisis que se desarrollaba en el país, y la decisión de emprender formas violentas de lucha.