A los mexicanos los reclutan con la promesa de sueldos en dólares, arreglarles sus papeles, darles vivienda y alimento entre 4 y 6 meses, pero al llegar se encuentran con una realidad totalmente diferente.
Regeneración, 1 de julio de 2017.- Gonzalo Calderón, un habitante de Acuitzio, Michoacán, volvió a su pueblo luego de cinco años de haber migrado a Alaska. Regresó como un ejemplo del sueño americano que había cumplido en uno de los lugares más recónditos del mundo, donde actualmente viven unos 30 mil mexicanos.
Aunque algunos han tenido éxito, la realidad es que, para la mayoría de mexicanos, vivir en Alaska es difícil. Adaptarse al cambio de clima, a los días cortos y al idioma es complicado. La idea del sueño «mexquimal» ha llevado a cientos de personas a vivir situaciones que nunca se imaginaron.
A los mexicanos los reclutan con la promesa de sueldos en dólares, arreglarles sus papeles, darles vivienda y alimento entre 4 y 6 meses, pero al llegar se encuentran con que no les pagan lo que les prometieron, los empleadores les cobran el hospedaje y la comida, nunca les arreglan sus papeles y de su sueldo les descuentan el boleto de avión.
Uno de los casos es el de María, una chica de Jalisco con estudios universitarios que migró el año pasado gracias a que una empresa le prometió legalizarle su estancia. Sabía que llegaría a trabajar de mesera, pero confiaba que una vez arreglados sus papeles podría emplearse en algo mejor con sus estudios universitarios.
Sin embargo, cuando llegó a Anchorage, la capital, nadie la fue a recoger al aeropuerto. Se dirigió a la casa donde se iba a hospedar, llegó y estaba vacía, entonces decidió instalarse.
Hasta dos días después, un chofer la recogió para llevársela a Homer, un puerto turístico donde empezó a trabajar en un restaurante, enfermó y fue despedida. Tuvo que emplearse haciendo limpieza en casas para regresarse a México cuatro meses después.
«Muchos acaban entrampados en el tráfico humano y laboral», dijo Gabriela Olmos, migrante mexicana y editora de Sol de Medianoche, único diario en español en Anchorage. A Olmos le ha tocado conocer otras historias como las de «María», que no es su nombre real, pero así le llamaban en el restaurante.
A los mexicanos les venden la falsa promesa de que Alaska es muy parecido a Canadá, pero no les dicen que la vida es el doble de cara que en California y que en Nueva York; que en invierno las temperaturas pueden llegar a -25° y -50° grados, los días son muy cortos, lo que hace que muchos migrantes entren en depresión.
Por lo general, en verano se necesita mayor mano de obra en el país y es cuando se da la mayor llegada de trabajadores.
Según dijo Gabriela, los mismos enganchadores que contrataron a los trabajadores en México llaman a las oficinas del temido ICE, denuncian la ubicación de los trabajadores ilegales para que los deporten y así no tener que cumplir sus promesas.
«Estos crímenes son difíciles de detectar porque la gente es muy vulnerable y no se atreve a hablar y a denunciar. No es tan fácil que los agarren», añadió Olmos.
Bernardo Méndez Lugo, director de Fundación Pro Migrante América sin Muros y ministro jubilado del Servicio Exterior Mexicano, relató que “la primera conversación que tuve del sueño de Alaska fue en una región de Jalisco y alguna persona me comentó con entusiasmo sobre esto y yo ya me estaba alistando para ganar en seis meses 26 mil dólares».
Advierte que en la promesa del sueño «mexquimal» existe lo que llama «costos ocultos» porque no se sabe las condiciones en las que están muchos de los migrantes ni la situación de aislamiento en la que viven.
«Hay una serie de cuestiones de costos ocultos que requieren un cierto punto de disciplina porque es un aislamiento muy fuerte, ya que una de las industrias en las que más se emplean extranjeros es la pesca», agregó, actividad gracias a la cual algunos mexicanos también lograron hacer fortuna a finales de la década pasada, principalmente los que iban a trabajar la isla de Duch Harbor, contratados por Seafood Company America.
Laborando más de 14 horas diarias por una paga de 500 dólares por día, reúnen lo suficiente para no emplearse en otra cosa el resto del año.
Algunos migrantes de Michoacán también trabajan como obreros de industrias empacadoras y enlatadoras.
Promotores de empresas como Alaska Wild Life trasladan a los trabajadores desde el Puerto de Ensenada, en México, donde atracan los buques que los llevarán a lugares como Anchorage, Ketchican, Sitka, Kodiak o Juneau hasta por 10 meses.
Se recomienda que los interesados en estos empleos se aseguren de que se está tratando con una empresa seria como las dos mencionadas que ya tienen décadas operando.
En internet se pueden encontrar una serie de propuestas laborales en las que se llegan a ofrecer hasta 30 mil dólares en la temporada de pesca. Uno de estos anuncios lo menciona como uno de los trabajos mejor pagados del mundo, con prestaciones de ley y el pago del avión si se llega a un buen trato con la empresa.
Sin embargo, Lina Mariscal, originaria de Durango y habitante de Alaska desde hace 34 años, dice «No es cierto que es tan bien pagado y eso es algo que a nuestra gente a veces la pone en situaciones difíciles».
Cuando habla de «nuestra gente» se refiere a migrantes de Michoacán, Durango, Jalisco, Oaxaca, Querétaro y de otros estados que cada temporada llegan al estado.
Muchos de los mexicanos que llegan a Alaska terminan trabajando en la construcción, limpiando patios, en la jardinería y con sueldos de 14 dólares diarios.
El cierre del consulado mexicano en Alaska a finales de 2015 dejó más desprotegidos a quienes llegan en búsqueda de una vida mejor.
«No digo que no se vengan, pero que la gente tenga la información correcta para que tome las decisiones adecuadas», dice Lina.
Por su parte, Gabriela afirma que no es que los radicados allá «nos queramos quedar con todo el pastel»-también hay casos exitosos, como el de los dueños de los 50 restaurantes mexicanos en el estado- sino de prevenir a la gente para que no sea víctima de un engaño.
Con información de Infobae