México inaugura el pabellón Hasta que los cantos broten en la Bienal de Venecia

Cuatro artistas mexicanos presentan en la Bienal de Venecia el pabellón Hasta que los cantos broten; los creadores, de diferentes generaciones, plantean alternativas a los discursos de odio de género, de raza o coloniales

Cuatro artistas mexicanos presentan en la Bienal de Venecia el pabellón Hasta que los cantos broten animan al público a romper sus prejuicios de raza

RegeneraciónMx.- México inauguró una de sus participaciones más esperadas en la Bienal de Venecia con su pabellón Hasta que los cantos broten una propuesta colectiva integrada por la obra de cuatro artistas mexicanos de diferentes generaciones: Mariana Castillo Deball, Naomi Rincón Gallardo, Fernando Palma Rodríguez y Santiago Borja, quienes proponen formas de habital el mundo alternativas.

La muestra, que se presenta en el Antiguo Complejo del Arsenal de Venecia es una invitación al diálogo abierto, la cual plantea nuevos cuestionamientos de la vida actual a través de la mirada de cada artista desde su experiencia y obras.  

 

LOS ARTISTAS EN LA BIENAL DE VENECIA

Hasta que los cantos broten – título tomado de un poema náhuatl- no es una hipótesis ni una manifestación de alineación política, sino un esfuerzo de apertura a favor de lo que surge en el “ser con”, en lugar de simplemente “ser”, para romper la naturalización de la opresión patriarcal y colonial que se manifiesta en la violencia, el extractivismo y el racismo.  

La muestra está integrada por Calendar Fall Away (2022), de Mariana Castillo Deball, integrada por una gran matriz de impresión que ocupa todo el piso del Pabellón de México. En esta pieza se reproduce un gran dibujo que invoca una serie de referencias, provenientes de experiencias y documentos producidos por diversas formas de ver y estar en el mundo.  

En tanto, Naomi Rincón Gallardo presenta Soneto de alimañas (2022), instalación de duración de 19 minutos de un video monocanal y utilería; es una contrastante colección de personajes —Bulto mortuorio, Murciélaga, Escorpión, Serpiente, Coro de ranas— que pueblan un mundo en ruinas: detritus de la civilización posmoderna, yermos páramos como restos de un cadáver hediento que, aún ya muerto, se niega a morir. Todxs ellxs —seres híbridos, mezclas de deidades, animales y “humanxs”— tejen una trama simple y vital: con antenas radiofónicas se sintonizan mutuamente, se procuran para crear solidaridades, comunidades de resistencia y resiliencia “en medio de la región más espeluznante”.  

En esta exposición internacional se presenta también Tetzahuitl (2019), de Fernando Palma, integrada por una danza mecatrónica compuesta por 43 vestidos de niñas que se mueven mediante patrones inspirados en los chamanes mesoamericanos cuando se convierten en aves nocturnas. Los vestidos se encuentran unidos, por medio de cables, a una estructura que pende de lo alto y que destina su tránsito repetitivo entre el cielo y la tierra. Esta estructura que los sujeta simboliza la figura del coyote viejo que ha acompañado a Fernando Palma, sugiriéndose como su nahual. La pieza se integra, además, por dos círculos-máscaras de agua cuya superficie refleja los vestidos y hace aparecer la imagen de la dualidad. Tetzahuitl alude y toma su nombre del vocablo náhuatl —se ha traducido como presagio, agüero, pronóstico, señal, maravilla— que se refiere a las manifestaciones de divinidades nahuas que anuncian acontecimientos futuros en el ámbito de lo humano.   

Santiago Borja, en colaboración con tejedoras de El Camino de Los Altos, exhibe Talel (2022), la cual consiste en 23 piezas tejidas en telar de cintura con lana de borrego, cabello humano, madera, fibras naturales, carrizo, hilos de poliéster y algodón, fragmentos de ropa, pox, refresco, velas de parafina, rondelas de cerámica, bocinas, botellas de vidrio, cuerdas de ixtle, troncos y plegarias. Cada una de 430×27 cm; es una instalación formada por 23 textiles elaborados por 11 tejedoras tsotsiles (batsiI winik’otik) que viven en la comunidad de Bautista Chico, cerca de la cabecera municipal de San Juan Chamula, en los Altos de Chiapas, y forman parte, junto con mujeres tejedoras de otras comunidades de El Camino de los Altos, asociación enfocada en la revaloración de la tecnología textil, entablando diálogos interculturales.