Monsiváis debería ser patrimonio cultural de la humanidad: Poniatowska

  • Lo recuerda en la presentación del libro ‘La princesa Selenita’ de Rafael Barajas
  • La escritora atesora la lección de Carlos Monsiváis ‘como uno de los grandes momentos de esta hermosa vida’

Elenita y El Fisgón
Regeneración. Junio 16, 2014 México, DF A Carlos Monsiváis debería declarársele PatrimonioCultural de la Humanidad, “porque más que un hombre, fue una escuela, una casa, una asamblea, una calle, una galería de arte, un bar gay, una biblioteca, un aula, una taquería, un Vips, un San Simón, un feminista y un gato con siete vidas”, solicitó ayer Elena Poniatowska.

En el marco de la presentación del libro “La princesa Selenita”, registrado en el Museo del Estanquillo por su autor, el caricaturista e ilustrador de libros infantiles Rafael Barajas “El Fisgón”, la escritora nacida en París, Francia en 1932, y galardonada con el Premio Miguel de Cervantes de Literatura 2013, explicó su postulación:

“No le alcanzaron las siete vidas para hacer todo lo que él quería hacer, aunque lo que logró hacer en sus siete vidas fue asombroso”.

a05n2cul-1

“No sólo maulló sobre los tejados de la colonia Portales, lo hizo desde lo alto de la Torre Eiffel, y desde alto, a ras del cielo, nos hizo comprender que no sabía sólo de política, también de arte; visitar un museo con él, como lo hice yo en Tel Aviv y en Berlín, fue una lección que todavía atesoro”, añadió.

Para la narradora y ensayista, esa lección de vida la tiene atesorada “como uno de los grandes momentos de esta pinche y hermosa vida”.

A propósito de esa expresión laica, la integrante de una añeja familia de la nobleza polaca recordó que “siempre me llamó la atención que Carlos no dijera groserías, que su lenguaje fuera culto, y que jamás utilizara palabras como ‘cuate’, ‘mamón’ o ‘pinche’, que es una palabra usada por las niñas bien”.

Recurría, escarbó en su memoria la entrevistada, quien ha incursionado en géneros como la poesía, el ensayo, la novela, el testimonio, la entrevista, la crónica y otros, “a palabras inteligentes que tejía en una urdimbre compleja, ácida, casi vitriólica.

“Con ese lenguaje que oscilaba entre la lucidez y la crueldad reunía en sus columnas los días y las horas, los trabajos y avatares de la política, y recogía las declaraciones de diputados y senadores”.

En sus columnas también, abundó, “se pitorreaba de las ínfulas o las desgracias literarias de sus amigos intelectuales y denostaba a enemigos y a imbéciles.

“Pero los adjetivos más hirientes eran los que asestaba a sus amigos, por conocidos, quienes a sabiendas de tantas bromas a su costa, jamás dejaron de ser sus seguidores casi incondicionales, no fuera a irles peor; su crítica terrible podía destazar al sujeto víctima en menos de tres minutos”, recordó.

Más adelante, Elena Poniatowska mencionó otro paisaje de la vida de Carlos Monsiváis (1938-2010), quien se refería a sus propios libros como bodrios.

“Sé compasiva con mi bodrio… Te voy a mandar mi bodrio… No sé cómo vayan a tomar los de Vuelta este bodrio… Pongo mi bodrio en tus manos, me decía, y uno de esos bodrios resultó ser su extraordinario libro sobre Salvador Novo, que ni en sueños jamás pudo imaginar semejante biógrafo”, rememoró.

Hace cuatro años que Monsiváis ya no está, el mismo tiempo que Poniatowska no marca el 55 39 47 62, “el único número de teléfono que me sé de memoria junto al de mi mamá.

“Hace cuatro años que no me asesta sus terribles definiciones, su crítica devastadora, su opinión verdaderamente atroz; ‘si nadie te garantiza el mañana, el hoy se vuelve inmenso. O ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba yo entendiendo’, me decía”.

Monsiváis dedicó el 23 de marzo la última de sus columnas “Por mi madre bohemios”, que escribían al unísono, a su inseparable Genero Villamil.

El 1 de abril fue internado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” por una fibrosis pulmonar y murió el 19 de junio por una insuficiencia respiratoria, sin recuperar el conocimiento. Sus 13 gatos nada tuvieron que ver con el deceso, dijeron los médicos.

Sobre el libro que convocó a “El Fisgón” y a Poniatowska en el museo, se informó: Hace años, en un reino muy lejano, un apuesto príncipe se encontró con una bella aristócrata porfiriana. Él era el heredero del trono de Polonia y se llamaba Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski; ella se llamaba Dolores, se apellidaba Amor, y él cayó rendido a sus pies. Se casaron y tuvieron tres hijos, entre ellos, una princesita a la que todos llamaban Elenita