Operación misión cumplida

Por Carlos Fazio /II 

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Gracias a una corte de grandes medios y periodistas corruptos, a 24 días de la segunda recaptura de Joaquín Guzmán Loera la campaña de intoxicación (des)informativa no cesa. Alimentado con contradictorias versiones oficiales, declaraciones de fuentes anónimas, montajes televisivos y filtraciones parciales y selectivas de presuntos chats y carne podrida –término usado en la prensa para nombrar aquella información que se da con fines espurios−, la dosificación del guión gubernamental dirigido a trabajar con fines diversionistas sobre la siquis colectiva incluyó, las tres últimas semanas, la morbosa persecución sexista de Estado contra la actriz Kate del Castillo y la legisladora sinaloense Lucero Sánchez, y la producción de un endeble cortometraje sobre la cacería de El Chapo, elaborado por la Agencia de Investigación Criminal a cargo de Tomás Cerón, el mismo de la verdad histórica sobre el caso Iguala.

En nuestra entrega anterior señalábamos que en las grandes operaciones de intoxicación se suele sembrar y diseminar imágenes y datos difusos y contradictorios que alimentan las especulaciones y los fantasmas de la prensa basura que contribuye a la puesta en escena de la trama; lo que en la jerga de las operaciones sicológicas se llama dejar escapar la información. Junto con la noticia como espectáculo, el caso Guzmán exhibe el colaboracionismo de periodistas, comentaristas y medios con los servicios de inteligencia, y su supeditación a montajes mediáticos gestionados por el Estado, como parte de una red criminal que impone y administra la verdad sobre el narcotráfico según coyunturas políticas cambiantes.

Para la mayoría pasó desapercibido cómo, en menos de 48 horas (además en un fin de semana, ya que la detención de Guzmán fue un viernes), un periodista de Televisa pudo videograbar y escribir una pieza sobre la reaprehensión de Guzmán con base en testimonios de marinos involucrados en la Operación Cisne Negro, videos de sus cámaras GoPro, información de inteligencia del Cisen que fue estratégica para la captura y la indagatoria de la PGR, y transmitirla en Primero noticias y publicarla en El Universal el mismo lunes 11 bajo el nada inocente título “En la casa del Chapo, 4 dvds de La reina del sur” (Carlos Loret de Mola, 11/1/16). Como demostró en La Jornada el cineasta Carlos Mendoza, de la confrontación de los videos difundidos por la Marina y Loret queda claro que fueron alteradas la cronología y la escena del crimen, con la siembra de evidencias (entre otras los dvds de la serie La reina del sur), que marcaban una línea para la posterior incriminación y defenestración mediática de Kate del Castillo.

A su vez, uno de los aspectos más ilustrativos del texto de Sean Penn para Rolling Stone es cuando narra que al ir a ver a Guzmán Loera, conducidos por un hijo del capo (Alfredo), se toparon con un retén militar, y con sólo ver el rostro del joven, avergonzados, los soldados los dejaron pasar. Según el experto Jorge Fernández Menéndez, el retén los dejó seguir “porque los venían siguiendo desde que salieron de Los Ángeles (…) El objetivo no era impedir que se reunieran con El Chapo, sino permitirles que lo hicieran (…) para que llevaran a la ‘inteligencia mexicana’ (sic) al refugio del criminal más buscado del mundo”. Su aseveración contrasta con la del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, quien rechazó tajante la versión del actor y activista Penn que exhibió la corrupción del Ejército. ¿A quién creerle: a Penn, a Osorio o a Fernández?

Para los afanes patrioteros del régimen y sus papagayos mediáticos, no cayó muy bien la versión difundida en el portal Sofrep, de veteranos militares de las fuerzas especiales del Pentágono, en el sentido de que la captura de Guzmán fue un golpe de suerte. Según el editor del portal, Jack Murphy, el rastreo para detener a Orso Iván Gastélum, jefe de seguridad de Guzmán, pudo haber sido efectuado por uno o dos individuos sentados en un centro táctico de operaciones de los marshals en Estados Unidos. Con un agregado: en el terreno estuvo una unidad antiterrorista de élite del ejército estadunidense, la Fuerza Delta, que habría fungido como asesora táctica, pero no participó directamente en el operativo.

Otras piezas como las presuntas conversaciones entre la artista, El Chapo y su abogado para concretar un encuentro, difundidas por Milenio el 11 de enero, pueden ser también un montaje divulgado para generar un efecto similar al de la famosa computadora del ex comandante de las FARC, Raúl Reyes, asesinado por el ejército colombiano en un campamento de paz en Ecuador, en 2008.

Por otra parte, la teatralidad, el circo mediático y la oportunidad de la recaptura o entrega pactada de Guzmán Loera podría tener que ver con una acción de distracción frente a los problemas reales de México, verbigracia la bancarrota económica del país, agravada por la devaluación del peso frente al dólar y la caída del precio del petróleo a su peor nivel desde 2003. Aunque tal vez se trató de ocultar otras cosas. Por ejemplo, el editorial del New York Times del 4 de enero presionaba a Enrique Peña Nieto para que aceptara que el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes conversara con los soldados del 27 batallón del Ejército en Iguala vinculados a la detención-desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, a lo que se ha negado el secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos.

Cabe reiterar que Joaquín Guzmán es, simplemente, uno de los gerentes operativos necesarios, pero prescindibles y desechables, de la economía criminal, elevado a mito para encubrir la identidad de todos los políticos, militares, banqueros y empresarios legales cuyos negocios forman parte de las cadenas productivas ligadas a las actividades ilegales y tienen dinero invertido en ellas. Con las contradicciones propias del capital: mientras ciertos grupos de poder y del aparato de seguridad del Estado promovían su captura, otros lo ayudaban en sus fugas.