#Opinión: Max Arriaga y la lectura crítica de la literatura

Por Edgar Lomelí Morales

RegeneraciónMx.- Durante algún tiempo en mi adolescencia, por allí de los once a los trece años, me dio por comprar la revista Duda y me convertí en un creyente de los ovnis, los fantasmas, la existencia de la Atlántida, la telepatía y de cuanta vaina paranormal tratara la revista cada semana.

El culmen de ese vergonzoso episodio en mi vida fue en una Feria del Libro que se hacía en el pasaje Zócalo-Pino Suárez del Metro. Allí conocí al autor de Cuando las piedras hablan, los hombres tiemblan, obra que se promocionaba con regularidad en la revista esotérica. En ese texto se sostenía que cualquier obra monumental hecha antes de la aparición de la tecnología moderna era, sin duda, hecha por extraterrestres. “Claro”, pensé en aquellos días. “Si viene escrito en un libro y quien lo hace dice que es doctor, quiere decir que es verdad”. Recuerdo la amplia sonrisa y las palabras elogiosas que aquel escritor me dedicó al firmar mi ejemplar. Supongo que tener un cliente/lector tan joven era un argumento de venta con cierto peso en la ya larga fila que se había formado frente a su mesa.

Afortunadamente, no mucho después de ello, llegó a mis manos la obra de Carl Sagan. Allí aprendí por primera vez lo que significa la falacia del argumento de autoridad y que si se podía, se deberían consultar los documentos originales y no fiarse de las interpretaciones. También, que en el fondo de mis lecturas yacía el convencimiento por saber, no por creer. El escepticismo como regla. Supongo que por ello acabé por aborrecer los santos, santones y demás deidades de cualesquiera de los cielos posibles.

Recuerdo todo esto porque casi cada semana, como si fuera un ejemplar de la mismísima revista de ocultismo, hay por lo menos un argumento de autoridad que circula en las redes sociales y que pocos, por sesgo cognitivo, flojera o franca mala leche, ponen en duda.

Uno de los más recientes, o al menos el que ha tenido cierta resonancia, es el protagonizado por Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública.

Durante una conferencia magistral que Arriaga dictó en la Escuela Normal de San Felipe del Progreso, en el Estado de México, titulada “Formación de docentes lectores en la Escuela Normal”, varios medios extrajeron una supuesta afirmación de Arriaga: “Leer por goce, acto de consumo capitalista”. Y, por supuesto, los intelectuales opositores del actual gobierno se dijeron indignados y escribieron sendos artículos que promovieron en medios de comunicación tradicionales y redes sociales.

Mi perenne escepticismo me hizo buscar la conferencia de marras y no prestar mis oídos a prejuicios, conclusiones y odios ajenos. La encontré sin mucho trabajo y cualquiera puede tener acceso a ella:

https://www.facebook.com/watch/?v=592340671754430

En lo que parece ser la oficina de la dirección de la Escuela Normal Arriaga, en compañía de la directora de esa escuela, Claudia Padilla, inicia la lectura de su texto.

No voy a reproducir la totalidad de la conferencia, por supuesto, pero me gustaría dejar en claro algunos de los temas que trató:

  1. La sociedad de consumo.
  2. La lectura como herramienta de transformación social.
  3. El confinamiento por la pandemia.
  4. El fomento a la lectura por parte de los docentes normalistas.
  5. Los niveles de comprensión lectora.

Y el aparato crítico que utiliza es, ¡qué horror!, el materialismo histórico. Algunas citas de esa conferencia:

“Los datos demuestran que a medida que los niños avanzan en su educación se frustran las expectativas en el desarrollo de sus habilidades lectoras. En donde los niños pierden el gusto, el hábito por la lectura al entrar a la adolescencia”.

“Esta sectorización que sufrió, es el resultado de una política pública encaminada a una propuesta de mercado en donde se fomenta la adquisición de un producto, pero no el desarrollo del individuo y menos aún su convivencia en comunidad. Para que nuestros sistemas de consumo se mantengan productivos, en donde la competencia y el crecimiento sostenido sean una norma se requieren de un ciudadano sumiso que desarrolle sus obligaciones laborales y consuma la infinidad de productos que se ofrecen sin cuestionar los problemas de su entorno, su precariedad laboral, la represión, o el racismo que los rodea”.

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“Para lograr tal sumisión se requiere de un ciudadano con formación mínima, con una educación de carácter técnico, en donde sus hábitos de lectura sean funcionales, y se apliquen en forma puntuales, y hasta en esto último nuestro sistema educativo ha fracasado. (…) Ocho de cada diez estudiantes de secundaria en México no comprenden lo que leen. Mientras que el 34% de los estudiantes de nivel medio superior y superior, tampoco poseen las capacidades de entender lo que leen y menos aun de realizar inferencias sobre un texto. Prácticamente podríamos encasillarlos como analfabetas funcionales”.

“(…) Es evidente la insistencia de este sistema de consumo por encasillar a la lectura como un acto o una acción infantil y sobrevalorar su carácter estético. En los medios de comunicación nunca encontrarán una campaña en donde se señale que leer te ayuda a combatir los abusos laborales, los problemas de migración, o la violencia de género”.

“Por suerte, la literatura y la lectura se levantan como la gran herramienta para desautomatizar al individuo”.

“En algún momento Jorge Luis Borges señaló: Uno no es por lo que escribe, sino por lo que ha leído. Lo cual implica que el que lee vive mejores vidas que el que sólo vive. En este sentido, nuestra identidad se forma en relación con los otros. (…) Leer no sólo implica decodificar signos lingüísticos, sino reconocerse en las palabras de otros y construirse por medio de una comunicación dialógica que atraviesa la historia de la humanidad”.

“En este caso (desde la docencia) la lectura no se aborda exclusivamente desde el placer. El ocio contemplativo se valora como algo fundamental para la reflexión realista del entorno y de los problemas sociales que se describen en las narraciones”.

“Con base en todos estos aportes creo que es evidente asumir el fomento a la lectura como una de las habilidades básicas que cualquier normalista debe desarrollar. Siempre entendiendo que no se trata de leer por leer, sino asumiendo que el acto de lectura es un compromiso y genera un vínculo con el texto y el autor. En la medida que se asume este ejercicio como algo que forma, que fomenta las relaciones sociales, y en donde no se trata solo de un acto individualista de goce, sino en un análisis profundo sobre las semejanzas y diferencias con los demás y el entorno que rodea a las comunidades, se estará formando a sujetos críticos que busquen la emancipación de sus pueblos”.

Hasta aquí alguno que otro despistado (claro: siempre hay despistados con buenas intenciones) o mal escucha, podría suponer que Arriaga desvalorizaba la lectura como acto placentero en algunos pasajes. Pero en el minuto 46:30, hace una pausa en su lectura y aclara mirando a la cámara:

“Esto NO implica que la lectura no deje de ser un acto placentero, sino que NO es EXCLUSIVAMENTE un acto placentero”.

Para mí lo que propone Marx Arriaga a la largo de su texto es una lectura crítica de las obras literarias. Que exista una reflexión acerca de lo leído y que esa lectura no se quede únicamente en la comprensión literal de la obra, sino que se avance hacia una comprensión inferencial y hasta creativa de lo que ha leído.

¿Cómo se podría estar en desacuerdo con ello? Los libros que son más valorados son los que contienen más de una sola lectura. Es decir, no sólo se gozan por la anécdota principal, sino por esas otras lecturas que, como capas de cebolla, se revelan a los lectores más críticos. ¿Se tendría que leer el Ensayo sobre la ceguera de Saramago, por ejemplo, SÓLO como una historia acerca de una epidemia, de una plaga, que deja a sus víctimas sin el principal sentido del ser humano? ¿Tendríamos que contentarnos con solazarnos únicamente con el lenguaje poético y la historia de un hombre que fue a buscar a su padre en Pedro Páramo? ¿Y qué pasa con Cien años de soledad: es nada más la historia de una familia?

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Recuerdo con bastante precisión la primera vez que leí El nombre de la rosa, de Umberto Eco, también durante mi adolescencia. En ese entonces yo la leí como una gran novela de detectives, y si acaso alcancé a descubrir una mención velada a las historias de Sherlock Holmes a las que por entonces yo era consumidor asiduo. Aunque sospechaba que esa novela escondía muchos más secretos que los que contaba en la trama. Obviamente mi lectura por entonces fue literal. Y sí, aunque la disfruté, mi placer intelectual aumentó al diversificar mis lecturas y mi conocimiento de las otras obras y personajes a los que aludía Eco. Aumentó en la medida que me fui transformando en un mejor lector. Hay quien afirma que podría existir en ese tipo de obras, tantas interpretaciones de lectura como lectores críticos. Aunque el mismo Eco nos advierta acerca de lo contrario cuando habla acerca de la sobreinterpretación.

Pero regreso al tema de la repercusión mediática de la conferencia.

Me parece que lo más criticable del discurso de Arriaga es querer tocar varios temas a la vez. Pero construir una crítica desde una afirmación nunca existió es pervertir el espíritu mismo de un debate intelectual. ¿Por qué los opositores de este gobierno insisten en desvirtuar lo dicho por los funcionarios en declaraciones, discursos y conferencias? ¿Carecen de argumentos o simplemente son malos lectores y pésimos escuchas? ¿O confían en que gran parte de la población del país padece de analfabetismo funcional y confían en la falacia del argumento de autoridad?

A toda esta polémica acerca del discurso de Marx Arriaga se le suma, en la misma semana en la que apareció la noticia de las declaraciones de Arriaga, el cese como agregado cultural de la Embajada de México en España, del escritor Jorge F. Hernández. El director de Diplomacia Cultural de la Cancillería, Enrique Márquez despidió al autor por “referirse en términos muy ofensivos y misóginos a quien era su jefa, la Sra. Embajadora de México en España” y afirma que está documentado. Antes de su despido, el escritor había publicado en Milenio un artículo en el que se burlaba de la supuesta afirmación de Arriaga que publicitaron los medios. De inmediato no se hicieron esperar las especulaciones: “ese artículo de Jorge F. Hernández fue la causa de su despido”.

Es curioso, por decir lo menos, que alguien pudiera tener esa clase de pensamiento cuando el mismo presidente es atacado prácticamente todos los días, incluso con invectivas y mentiras, y ninguno de esos opositores ha sufrido ningún tipo de represalias. Incluso Macario Schettino publicó en El Financiero un artículo en el que decía que el jefe del Ejecutivo sufría de problemas mentales. A la fecha Schettino no sólo sigue con su columna en dicho periódico, sino que aparece cada semana en Dinero y poder, programa televisivo del canal 11, perteneciente al Estado.

Yo no sé si Jorge F. Hernández se refirió a la embajadora con “términos ofensivos y misóginos”, en todo caso su antiguo jefe dice tener pruebas documentadas. Lo que sí sé es que ese artículo de Hernández se suma a los de varios opositores, todos ellos basados en algo que nunca dijo Marx Arriaga. Cualquiera con acceso a internet y un poco de interés puede comprobarlo.

* Editor y ensayista, estudió Ciencias de la Comunicación en la UAM. Ha sido colaborador de La Jornada Semanal, la revista Rolling Stone y El Universal. Editor y guionista en Grupo Santillana y Radio Educación. Creador de los Libropuertos Digitales, que ofrecían descargas gratuitas de fragmentos de libros por medio de códigos QR en el Metro de la Ciudad de M