#Opinión: No es la tentación del autoritarismo

Por Ramón Cuéllar Márquez

La semana pasada el Tribunal Electoral del Poder Judicial (TEPJ) desconoció al presidente de la sala, y en un receso, cinco de ellos regresaron para desconocer al magistrado presidente y eligieron a un sujeto que supuestamente había deseado desde twitter la muerte del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y que luego negara porque “le habían hackeado la cuenta”, además de que dicho personaje tiene fuertes vínculos con el grupo de Felipe Calderón. Todos sentimos, obviamente, que se daba una acción en pos de acomodar el plano electoral a modo, de tal manera que el grupo panista saliera beneficiado, y con miras a la revocación de mandato de López Obrador. Olía a golpe político.

No referí los nombres de los magistrados electorales porque no tienen importancia para efectos de la acción burda que pretendían, tan nítida, que hoy mismo lunes 9 de agosto, el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) tuvo una plática con el presidente espurio (parece que a ese grupo de Calderón se les da esa palabra) y por la tarde estaba “renunciando” a una presidencia que nunca tuvo, “debido a intereses externos” que nunca especificó. La cosa es que esa sala de justicia se está cimbrando y cociéndose en sus propios miasmas.

Me quise referir a ese caso sonado en estos días por ser lo más reciente, pero bien puede ser cualquier otro de su predilección, el que escojan; este nos sirve de ejemplo. Al día siguiente de que “depusieron” al magistrado presidente electoral, la prensa la preguntó en La Mañanera al Presidente de la República su opinión del tema y éste criticó la crisis en que vive esa institución fundamental para la vida democrática de México, además de señalar al pretendido “nuevo” presidente del TEPJ como alguien que lo había insultado.

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La situación es que las redes se encendieron y dimos supuestos e imaginamos escenarios, pero había una voz de fondo que deseaba que AMLO diera un golpe de mano para que aquello se “arreglara” de inmediato, como en los viejos tiempos, que mostrara “todo su poder presidencial”. No fue así, el Ejecutivo se mantuvo al margen, fiel a su ideario de respetar la autonomía de los otros poderes de la Nación, de no componer los conflictos “en lo oscurito” como se estilaba en la época del PRIAN, en que bastaba una llamada del presidente para que se hiciera lo que él ordenara. No cayó en la tentación y en tres años de gobierno no lo ha hecho con ningún otro caso.

Sería muy fácil que el presidente AMLO tomara las riendas por la fuerza para que las cosas se hicieran como a él le cuadran, para que todo aconteciera ipso facto, pero, según hemos visto, el mandatario mexicano entiende que la lucha democrática no se trata de imponer nada, sino de que todo sea por el derecho y la razón. El hecho de que una de las primeras acciones de gobierno fuera reducirse el sueldo, no usar el avión presidencial, no vivir en Los Pinos, y otras tantas suntuosidades, mandan el mensaje de que no quiere nada que le haga perder el piso y se vea seducido por el puesto presidencial, que le podría dar un poder ilimitado, es decir, se pone sus propios obstáculos para al mismo tiempo demostrar que la democracia es posible sin verse envuelto en el veneno del poder absoluto. Y la insistencia en la revocación de mandato es un claro ejemplo de que no está casado con el cargo sino con la Historia, donde desea ser parte de una transformación, la cuarta Revocarse es un acto democrático.

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El presidente López Obrador no quiere engañar a nadie, en especial a él mismo, a quien respeta por sobre todas las circunstancias. Un ser humano que tiene tal respeto por sí mismo, tiene garantizado, en efecto, un sitio en la historia de México.

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Ramón Cuéllar Márquez. Nació en La Paz, B.C.S., en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como locutor, productor y guionista en Radio UABCS. Ha publicado los libros de poesía: La prohibición del santo, Los cadáveres siguen allí, Observaciones y apuntes para desnudar la materia y Los poemas son para jugar; las novelas Volverá el silencio, Los cuerpos e Indagación a los cocodrilos; de cuentos Los círculos, y de ensayos, De varia estirpe.

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