Por Ramón Cuéllar Márquez
RegeneraciónMx.- Tres formas de hacer política han convivido en México y la llamaron democracia. Una, la priísta, la de la mapachería, el fraude electoral, la simulación, compra de votos, amenazas, los viejos usos y costumbres de la más rancia politiquería; la segunda, la panista, la de crear un ideario de bienestar social y luego traicionarlo o la de exigir la destitución —por cualquier medio— de un gobernante electo legal y legítimamente, incluso recurrir al derrocamiento a través de un golpe de Estado, y la tercera la de los ciudadanos progresistas que desean un cambio absoluto, verdadero, en la vida pública de México, desterrando las dos primeras para ver hacia adelante una democracia construida desde las bases, es decir, desde el pueblo, donde la izquierda ideológica tiene un papel preponderante y crucial para que suceda.
La primera nos gobernó por setenta años, menos un intervalo de doce en que gobernó el panismo. La segunda fue por doce años —el PRI le prestó la presidencia y el poder político, donde terminaron imbricándose al grado de ser inseparables y ser lo mismo; se le ha bautizado como el PRIAN. La tercera lleva décadas luchando por un México diferente, donde cupiéramos todos; apenas logramos hace tres años el triunfo esperado por décadas para que comenzáramos a salir adelante, lo cual no será tarea fácil de un sexenio. La hemos llamado 4T, Cuarta Transformación, movimiento de regeneración nacional, pero las dos primeras formas de hacer política —las del PRIAN— se afanan en derrumbar y derrocar el triunfo pacífico del presidente Andrés Manuel López Obrador, logrado por el pueblo de México, a toda costa quieren impedir que se fortalezca y se convierta en el rumbo del país. Su única agenda es regresar al poder para continuar saqueando las arcas de la nación y retener los privilegios y prebendas que conllevaba.
El pueblo de Bolivia dio un ejemplo cívico y democrático, después del golpe de Estado sufrido en 2019, donde la ciudadanía organizada resistió los embates de la derecha reaccionaria, dando un voto masivo para continuar con el desarrollo social iniciado por Evo Morales. El MAS, Movimiento Al Socialismo, es un verdadero partido-movimiento que supo organizar profundamente a las bases, creando conciencia de su papel histórico a largo plazo. Eso, para Latinoamérica, debe ser una lección no solo política, sino de vida. Y por supuesto para México.
Así, en México el Movimiento de Regeneración Nacional debiera entender que el proceso de 2018 fue más que una elección: fue y es una revolución pacífica para acabar con el régimen de privilegios y abusos que se ostentó en el poder por casi cuarenta años. Todavía se repiten los vicios y manías adquiridas durante décadas de priismo: políticas y políticos marrulleros que solo ven por sus intereses personales, que no tienen compromiso social ni están interesados en un cambio profundo. Piensan que se trata de lo mismo porque se ven a sí mismos en el espejo de donde vienen, de obtener cargos de elección popular, y no encargos para servir a la ciudadanía. Actúan por cotos de poder, por ambición, en la creencia de que podrán hacerse ricos ellos y sus corifeos como siempre se ha estilado.
En Morena se suben oportunistas que miran un filón de oportunidades de hacer dinero, pero jamás con la altura de miras de lo que México necesita, como ocurrió en las recientes elecciones de junio pasado. Ganamos mucho, pero se pudo consolidar políticamente aún más el movimiento. A pesar de todo, nuestra transformación ya nació, fue un embrión que tardó casi ochenta años en parirse, pero de nosotros depende que crezca desde abajo y no desde las individualidades de unos cuantos, que el movimiento adquiera la madurez cívica para que nunca más regresen a robarnos la tranquilidad ni los espacios y oportunidades de vida que son de todos. Un himno para Morena cuando triunfe, pero un réquiem si no puede con el proyecto histórico que el pueblo le exige. Prefiero lo primero para que, de una vez por todas, la historia de México sea otra.
Y la unidad nacional se hace necesaria porque el trabajo de fragmentación social, de división, fue un largo proceso que viene desde la Colonia, que las tres primeras transformaciones no lograron desaparecer del todo, si bien cada una dejó una profunda huella social que permitió el avance hacia la etapa siguiente de reconstrucción. Arrastramos con eso aún. Sin embargo, poco a poco vamos caminando y aprendiendo con la inclusión de nuevas formas de participación ciudadana, como lo es la próxima Consulta Popular de Juicio a Ex Presidentes, que es un clamor de décadas que los que saquearon y corrompieron la vida pública rindan cuentas —además de la enorme pobreza cultural, económica y social que heredaron a las generaciones futuras—, pagando ante la justicia todas las atrocidades cometidas, sobre todo que regresen lo extraído a las arcas de la Nación.
Un movimiento de regeneración que no deberá detenerse jamás, por eso es Movimiento. Si se estanca, si repiten los vicios pasados inmediatos, los logros tendrán que esperar décadas. Al conservadurismo no le interesa moverse, solo perpetuarse en un estadio donde gocen de los privilegios que da el poder político. Enseñar y comprender la importancia de nuestro momento histórico con un movimiento como el de regeneración nacional es vital para la organización que requerimos, donde la ley del bienestar sea una costumbre y un derecho, no un suceso del destino o, peor, un privilegio.
BALANDRA: Solo los ríos tienen la capacidad de la transformación y regeneración, no las albercas donde no existe el movimiento de las aguas.
Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como locutor, productor y guionista en Radio UABCS. Ha publicado los libros de poesía: La prohibición del santo, Los cadáveres siguen allí, Observaciones y apuntes para desnudar la materia y Los poemas son para jugar; las novelas Volverá el silencio, Los cuerpos e Indagación a los cocodrilos; de cuentos Los círculos, y de ensayos, De varia estirpe.