Regeneración a 01 de enero de 2016.- Compañeras y compañeros, hoy estamos aquí para celebrar el 22 aniversario del inicio de la guerra contra el olvido.
Durante más de 500 años sufrimos la guerra que los poderosos de distintas naciones, lenguas, colores y creencias nos hicieron para aniquilarnos.
Quisieron matarnos, sea matando nuestros cuerpos, sea matando nuestras ideas. Pero resistimos, como pueblos originarios, como guardianes de la madre tierra, resistimos.
No sólo aquí y no sólo el color que somos de la tierra.
En todos los rincones del mundo que dolía antes y duele ahora, hubo y hay gente digna y rebelde que resistió, que resiste contra la muerte que impone el de arriba.
El primero de enero de 1994, hace 22 años, hicimos público el “¡YA BASTA!” que preparamos en silencio digno durante una década.
Callando nuestro dolor preparábamos así el grito de nuestro dolor.
De fuego fue entonces nuestra palabra.
Para despertar a quien dormía.
Para levantar a quien caía.
Para indignar a quien se conformaba y se rendía.
Para rebelar la historia.
Para obligarla a decir lo que callaba.
Para develar la historia de explotaciones, asesinatos, despojos, desprecios y olvidos que se escondía detrás de la historia de arriba.
Esa historia de museos, estatuas, libros de texto, monumentos a la mentira.
Con la muerte de los nuestros, con nuestra sangre, sacudimos la modorra de un mundo resignado a la derrota.
No fueron sólo palabras. La sangre de nuestros caídos y caídas en estos 22 años se sumó a la de años, lustros, décadas, siglos anteriores.
Tuvimos que elegir entonces y elegimos la vida.
Por eso, entonces y ahora, para vivir morimos.
Tan sencilla como nuestra sangre pintando las calles y muros de las ciudades que nos desprecian ahora como antes lo hicieron, fue nuestra palabra entonces.
Y lo sigue siendo:
Como bandera de lucha fueron nuestras 11 demandas: tierra, trabajo, alimentación, salud, educación, vivienda digna, independencia, democracia, libertad, justicia y paz.
Estas demandas fueron las que nos hicieron levantarnos en armas porque es lo que nos hace falta a los pueblos originarios y la mayoría de las personas en este país y en todo el mundo.
De esta manera, emprendimos nuestra lucha en contra de la explotación, marginación, humillación, desprecio, olvido y por todas las injusticias que vivimos causadas por el mal sistema.
Porque para los ricos y poderosos sólo servimos para sus esclavos, para que así ellos sean cada vez más ricos y nosotros cada vez más pobres.
Después de vivir tanto tiempo bajo esta dominación y despojo, dijimos:
¡YA BASTA! ¡Y HASTA AQUÍ SE ACABÓ LA PACIENCIA!
Y vimos que no nos quedó otro camino más que tomar nuestras armas para matar o morir por una causa justa.
Pero no estábamos solos, solas.
No lo estamos ahora.
En México y el Mundo la dignidad tomó las calles y pidió espacio para la palabra.
Entendimos entonces.
A partir de ese momento cambió nuestra forma de lucha y fuimos y somos oído atento y palabra abierta, porque desde un principio sabíamos que una lucha justa del pueblo es por la vida y no por la muerte.
Pero tenemos a un lado nuestras armas, no las dejaremos, estarán con nosotros hasta el final.
Porque vimos que donde nuestro oído fue corazón abierto, el Mandón opuso su palabra de engaño, su corazón de ambición y mentira.
Vimos que la guerra de arriba siguió.
Su plan y su objetivo era y es hacernos la guerra hasta exterminarnos. Por eso en lugar de resolver las justas demandas, preparó y prepara, hizo y hace la guerra con sus armamentos modernos, forma y financia grupos paramilitares, ofrece y reparte migajas aprovechando la ignorancia y la pobreza de algunos.
Esos mandones de arriba son tontos. Pensaron que quienes estaban dispuestos a escuchar, estaban también dispuestos a venderse, a rendirse, a claudicar.
Se equivocaron entonces.
Se equivocan ahora.
Porque nosotras las zapatistas, los zapatistas, tenemos bien claro que no somos limosneros o inútiles que esperan que todo se les resuelva solo.
Somos pueblos con dignidad, con decisión y conciencia para luchar por la verdadera libertad y justicia para todas, para todos, para todoas. Sin importar su color, su raza, su género, su creencia, su calendario, su geografía.
Por eso nuestra lucha no es local, ni regional, ni siquiera nacional. Es universal.
Porque universales son las injusticias, los crímenes, los despojos, los desprecios, las explotaciones.
Pero también son universales la rebeldía, la rabia, la dignidad, el afán de ser mejores.
Por eso entendimos que era necesario construir nuestra vida nosotros mismos, nosotras mismas, con autonomía.
En medio de las grandes amenazas, de los hostigamientos militares y paramilitares, y las constantes provocaciones del mal gobierno, empezamos a formar nuestro propio sistema de gobernar, nuestra autonomía, con nuestra propia educación, nuestra propia salud, nuestra propia comunicación, nuestra forma de cuidar y trabajar a nuestra madre tierra; nuestra propia política como pueblo y nuestra propia ideología de cómo queremos vivir como pueblos, con otra cultura.
Donde otras, otros esperan que desde arriba se solucionará lo de abajo; nosotras, nosotros, zapatistas, empezamos a construir nuestra libertad como se siembra, como se construye, como se crece, es decir, desde abajo.
Pero el mal gobierno intenta destruir y acabar nuestra lucha y resistencia con una guerra que cambia de intensidad como cambia su política engañosa, con sus malas ideas, con sus mentiras, usando sus medios de comunicación para difundirlas y con la repartición de migajas en los pueblos indígenas donde hay zapatistas, para así dividir y comprar conciencias, aplicando de esta forma su plan de contrainsurgencia.
Pero la guerra que viene de arriba, compañeras, compañeros, hermanas y hermanos, es siempre la misma: sólo trae destrucción y muerte.
Pueden cambiar las ideas y las banderas con las que llega, pero la guerra de arriba siempre destruye, siempre mata, nunca siembra como no sea el terror y la desesperanza.
En medio de esa guerra tuvimos que caminar hacia lo que queremos.
No podíamos sentarnos a esperar a que entendieran quienes no entienden ni siquiera que no entienden.
No podíamos sentarnos a esperar a que el criminal renegara de sí mismo y de su historia y se convirtiera, arrepentido, en alguien bueno.
No podíamos esperar una larga e inútil lista de promesas que serían olvidadas unos minutos después.
No podíamos esperar a que lo otro, diferente pero igual en dolor y rabia, nos mirara y mirándonos se viera.
No sabíamos cómo hacer.
No había ni hay libro, manual o doctrina que nos dijera cómo hacer para resistir y, al mismo tiempo, construir algo nuevo y mejor.
Tal vez no perfecto, tal vez diferente, pero siempre nuestro, de nuestros pueblos, de las mujeres, hombres, niñas y ancianos que con su corazón colectivo cubren la bandera negra con la estrella roja de cinco puntas y las letras que les dan no sólo nombre, también compromiso y destino: E Z L N.
Entonces buscamos en nuestra historia ancestral, en nuestro corazón colectivo, y a los tumbos, con fallas y errores, fuimos construyendo esto que somos y que no sólo nos mantiene con vida y resistiendo, sino que también nos levanta dignos y rebeldes.
Durante estos 22 años de lucha de Resistencia y Rebeldía seguimos construyendo otra forma de vida, gobernándonos nosotros mismos como pueblos colectivos que somos, bajo los 7 principios del mandar obedeciendo, construyendo un nuevo sistema y otra forma de vida como pueblos originarios.
Uno donde el pueblo manda y gobierno obedece.
Y nuestro corazón sencillo lo ve que es lo más sano, porque nace y crece del mismo pueblo, es decir, es el mismo pueblo que opina, discute, piensa, analiza, propone y decide qué cosa es lo mejor para su beneficio, siguiendo el ejemplo que nos dejaron nuestros antepasados.
Como iremos explicando después, vemos que en las comunidades partidistas reinan el desamparo y la miseria, manda la holgazanería y el crimen, la vida comunitaria está rota, lastimada ya mortalmente.
El venderse al mal gobierno no sólo no resolvió sus necesidades, sino que sumó más horrores.
Donde antes había hambre y pobreza, hoy las sigue habiendo, pero además hay desesperanza.
Las comunidades partidistas se han convertido en grupos de limosneros que no trabajan, sólo esperan el siguiente programa gubernamental de ayuda, o sea esperan la próxima temporada electoral.
Y esto no aparecerá en ningún informe de gobierno municipal, estatal o federal, pero es la verdad que se puede ver en las comunidades partidistas: campesinos que no saben ya trabajar la tierra, casas de material vacías porque ni el cemento ni las láminas se pueden comer, familias destruidas, comunidades que sólo se reúnen para recibir las limosnas gubernamentales.
En nuestras comunidades tal vez no hay casa de cemento, ni televisiones digitales ni camiones último modelo, pero nuestra gente sabe trabajar la tierra. Lo que se pone en su mesa, la ropa que las viste, la medicina que las alivia, el saber que se aprende, la vida que transcurre es SUYA, producto de su trabajo y de su saber. No es regalo de nadie.
Podemos decirlo sin pena: las comunidades zapatistas no sólo están mejor que hace 22 años. Su nivel de vida es superior al de quienes se han vendido a los partidistas de todos los colores.
Antes para saber si alguien era zapatista se veía si traía paliacate rojo o pasamontañas.
Ahora basta ver si sabe trabajar la tierra; si cuida su cultura; si estudia para conocer la ciencia y la técnica; si se respeta como mujeres que somos; si tiene la mirada en alto y limpia; si sabe que manda como colectivo; si ve los cargos de gobierno autónomo rebelde zapatista como servicio y no como negocio; si cuando le preguntan algo que no sabe, responde “no lo sé… todavía”; si cuando se burlan diciéndole que los zapatistas ya no existen, que son muy pocos, responde “no preocupas, ya vamos a ser más, de repente tarda, pero sí vamos a ser más”; si mira lejos en calendarios y geografías; si sabe que el mañana se siembra hoy.
Pero pues sí, reconocemos que nos falta mucho por hacer, nos hace falta organizarnos más y mejor.
Por eso nos tenemos que esforzar más por prepararnos para realizar más y mejor nuestros trabajos de gobernarnos, porque ahí viene de nuevo el mal de los males: el mal sistema capitalista.
Y tenemos que saber cómo enfrentarlo. Ya tenemos 32 años de experiencias de lucha de Rebeldía y Resistencia.
Ya somos lo que somos.
Somos el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Somos aunque no nos nombren.
Somos aunque con silencios y calumnias nos olviden.
Somos aunque no nos miren.
Somos en el paso, en el camino, en el origen, en el destino.
Y en lo que somos vemos, miramos, escuchamos dolores y sufrimientos cercanos y lejanos en calendarios y geografías.
Y miramos antes, y miramos ahora.
Una noche cruenta, más si posible fuera, se tiende sobre el mundo.
El Mandón no sólo se empeña en seguir explotando, reprimiendo, despreciando y despojando.
Está decidido a destruir el mundo entero si eso le da ganancias, dinero, paga.
Está claro que viene lo peor para todas, todos, todoas.
Porque los grandes ricos multimillonarios de unos cuantos países, siguen con el objetivo de saquear todas las riquezas naturales en todo el mundo, todo lo que nos da vida como el agua, las tierras, bosques, montañas, ríos, aire; y todo lo que está bajo el suelo: oro, petróleo, uranio, ámbar, azufre, carbón, y otros minerales. Porque ellos no la consideran a la tierra como fuente de vida, sino como un negocio y todo lo convierten en mercancía, y la mercancía la convierten en dinero, y así nos quieren destruir por completo.
El mal y el malo tienen nombre, historia, origen, calendario, geografía: es el sistema capitalista.
No importa cómo lo pinten, no importa el nombre que le pongan, no importa la religión que lo vista, no importa la bandera que levante.
Es el sistema capitalista.
Es la explotación de la humanidad y del mundo que habita.
Es el desprecio a todo lo que es diferente y que no se vende, no se rinde, no claudica.
Es el que persigue, encarcela, asesina.
Es el que roba.
Frente a él surgen, nacen, se reproducen, crecen y mueren, salvadores, líderes, caudillos, candidatos, gobiernos, partidos que ofrecen la solución.
Como una mercancía más, se ofertan las recetas para resolver los problemas.
Tal vez alguien todavía crea que de arriba, de donde vienen los problemas, vendrán las soluciones.
Tal vez todavía hay quien cree en salvadores locales, regionales, nacionales y mundiales.
Tal vez hay todavía quien espera que alguien haga lo que nos corresponde hacer a nosotros, nosotras mismas.
Sería muy bueno, sí.
Todo fácil, cómodo, sin mayor esfuerzo. Sólo levantar la mano, tachar una boleta, llenar un formulario, aplaudir, gritar una consigna, afiliarse a un partido político, votar para botar a uno y que otro entre.
Tal vez, decimos, pensamos nosotras, nosotros, zapatistas que somos lo que somos.
Sería muy bueno así, pero no lo es.
Porque lo que hemos aprendido como zapatistas que somos y sin que nadie nos lo haya enseñado, como no sea nuestro propio paso, es que nadie, absolutamente nadie va a venir a salvarnos, a ayudarnos, a solucionar nuestros problemas, a aliviar nuestros dolores, a regalarnos la justicia que necesitamos y merecemos.
Sólo lo que hagamos nosotras, nosotros, cada quien según su calendario y su geografía, según su nombre colectivo, su pensamiento y su acción, su origen y su destino.
Y también hemos aprendido, como zapatistas que somos, que es sólo con organización que es posible.
Aprendimos que si se indigna una, uno, unoa, es bonito.
Que si se indignan varios, varias, muchas, muchos, muchoas, entonces una luz se enciende en un rincón del mundo y su luz alcanza a alumbrar por unos instantes toda la faz de la tierra.
Pero también aprendimos que si esas indignaciones se organizan… ¡Ah!, entonces no es una luz momentánea la que ilumina los caminos terrenales.
Entonces es como un murmullo, como un rumor, como un temblor que empieza a sonar quedo primero, más fuerte después.
Como si este mundo fuera a parir otro mundo, uno mejor, más justo, más democrático, más libre, más humano… o humana… o humanoa.
Por eso hoy empezamos esta parte de nuestras palabras con una palabra ya de antes, pero que sigue siendo necesaria, urgente, vital: tenemos que organizarnos, prepararnos para luchar, por cambiar esta vida, por crear otra forma de vida, otra forma de gobernarnos, nosotros mismos los pueblos.
Porque si no nos organizamos, seremos más esclavizados.
Ya no hay nada ya de que confiar en el capitalismo. Absolutamente nada. Ya lo vivimos cientos de años su sistema, ya las padecimos sus 4 ruedas del carruaje del capitalismo: la explotación, la represión, el despojo y el desprecio.
Ya sólo queda la confianza entre nosotras, nosotros mismos, donde nosotros, nosotras sí sabemos cómo construir una nueva sociedad, un nuevo sistema de gobierno, con la vida justa y digna que queremos.
Porque ahora nadie se salva en la tormenta de la hidra capitalista que destruirá nuestras vidas.
Indígenas, campesin@s, obre@s, maestr@s, amas de casas, intelectuales, trabajadores y trabajadoras en general, porque hay muchos trabajadores que luchan por sobrevivir su vida diaria, unos con patrón y otr@s no, pero que caen en la misma garra del capitalismo.
O sea que no hay salvación en el capitalismo.
Nadie nos va dirigir, somos nosotr@s mism@s los que nos dirigimos, tomándonos en cuenta de cómo lo pensamos resolver de cada situación.
Porque si pensamos que hay quien nos dirige, pues ya vimos cómo nos dirigieron durante los cientos de años antes y en el sistema capitalista, no sirvió para nosotros los jodidos. Para ellos sí, porque ahí sí, sólo sentados, ganaron dinero para vivir.
A todos les dijeron “voten por mí”, voy a luchar porque ya no haya más explotación y ya cuando ya llegaron en el puesto donde se gana dinero sin sudar, automáticamente se olvidan de todo lo que dijeron, empiezan a crear más explotación, a vender lo poco queda de la riqueza de nuestros países. Ésos vende patrias son unos inútiles, hipócritas, parásitos que no sirven.
Por eso, compañeros y compañeras, la lucha no ha terminado, apenas estamos empezando, apenas llevamos 32 años, de los cuales 22 son públicos.
Por eso debemos unirnos más, organizarnos mejor para construir nuestra barca, nuestra casa, es decir nuestra autonomía, porque es la que nos va a salvar de la gran tormenta que se acerca, debemos fortalecer más nuestras áreas de trabajo y nuestros trabajos colectivos.
No tenemos otro camino más que unirnos y organizarnos para luchar y defendernos de la gran amenaza del mal sistema capitalista, porque las maldades del capitalismo criminal que amenaza a la humanidad no va a respetar a nadie, va a barrer a todos sin distinción de raza, de partido, ni religión porque ya lo han demostrado durante muchos años que siempre han mal gobernado, amenazado, perseguido, encarcelado, torturado, desaparecido y asesinado a nuestros pueblos del campo y de la ciudad en todo el mundo.
Por eso les decimos, compañeros, compañeras, niños y niñas, jóvenes y jovenas, ustedes como nuevas generaciones son el futuro de nuestros pueblos, de nuestra lucha y de nuestra historia, pero deben de entender que tienen una tarea y obligación: seguir el ejemplo de nuestros primeros compañeros, de nuestros compañeros mayores de edad, de nuestros padres y abuelos y todos los que iniciaron esta lucha.
Ellos y ellas ya nos marcaron el camino, ahora nos toca seguir y mantener ese camino, pero para esto solamente se logra organizándonos en cada generación y en generación, entender eso y a organizarse para eso, y así hasta llegar al final de nuestra lucha
Porque ustedes como jóvenes son parte importante de nuestros pueblos, por eso deben de participar en todos los niveles de trabajo que hay en nuestra organización y en todas las áreas de trabajo de nuestra autonomía, y que sean las generaciones que sigan dirigiendo nuestro propio destino con democracia, libertad y justicia así como nos están enseñando ahora nuestros compañeros y compañeras primeros.
Compañeras y compañeros todos y todas, estamos seguros que vamos a lograr un día lo que queremos, para todos todo, o sea nuestra libertad, porque ahora nuestra lucha está avanzando poco a poco y nuestras armas de lucha son nuestra resistencia, nuestra rebeldía y nuestra palabra verdadera que no hay montañas ni fronteras que puedan impedirla, sino que llega hasta en el oído y en los corazones de otros hermanos y hermanas en el mundo entero.
Es decir que ya somos cada vez más los que entendemos la lucha en contra de la gravísima situación de injusticia en que nos tienen, que causa el mal sistema capitalista en nuestro país y en el mundo.
También estamos claros que a lo largo de nuestra lucha ha habido y habrá amenazas, represiones, persecuciones, desalojos, contradicciones y burlas de parte de los tres niveles de los malos gobiernos, pero debemos de estar claros que si el mal gobierno nos odia es porque vamos en un buen camino; y si nos aplaude es que nos estamos desviando en nuestra lucha.
No olvidemos que nosotros somos los herederos de hace más de 500 años de lucha y resistencia. En nuestras venas corre la sangre de nuestros antepasados, ellos nos heredaron el ejemplo de lucha y rebeldía y el ser guardián de nuestra madre tierra porque en ella nacimos, en ella vivimos y en ella moriremos.
Vía enlacezapatista