Es 2022 lóbrego para enmarcar los 100 años de una obra igual de oscura y compleja: el Trilce del enorme César Vallejo.
RegeneraciónMx, 13 de enero de 2022.- Entramos a 2022 y la vida no depara nada que pinte esperanzador: más COVID-19, más guerra, más debacle mundial, como cada año, y las muertes siguen in crescendo. Entramos a 2022 y, dice el meme, es como el 2020 –too–, entonces nada que nos pueda hacer sentir animosos con lo que el futuro nos ponga en las proximidades. Es 2022 lóbrego para enmarcar los 100 años de una obra igual de oscura y compleja: el Trilce del enorme César Vallejo. En aquel lejano 1922, el clima político mundial se debate entre la dictadura y la otra dictadura, es decir, por un lado Moussolini llegaba al poder en Italia, mientras que Stalin erigía el comienzo de la URSS en diciembre de aquel año. Para ese año, la influencia de Europa sobre América aún era dominante, penetraba no sólo a nivel ideológico o político, sino a nivel social, cultural y artístico.
Por tal motivo, no es difícil anclar Trilce a las corrientes vanguardistas de inicios de 1900, como por ejemplo el dadaísmo, ideología estética de donde abreva este largo poema, pues, aunque son LXXVII –doble– poemas, parece que una sola esencia y discurso recorre todo el libro. Desde el nombre del libro, ya entendemos una declaración de principios por parte del autor, pues es indefinible la palabra, bien podría ser una combinación de “triste” y “dulce”, como se ha dicho, como también puede ser una palabra sin el menor de las intenciones de compresión, y creo que me puedo ir por esa segunda interpretación. A mi entender, Vallejo compuso un libro críptico con toda la idea de que así fuera, inasible, complejo, con una estructura que a veces apela a la forma clásicas, cuartetos, tercetos, y otras veces anda libre, tanto en sus estrofas como en la versificación.
Qué es lo que caracteriza a este libro: su pesadumbre. El ánimo con el que fue escrito es el del encierro, por decir lo menos, el de la sombra, la enorme losa que carga sobre su emotividad Vallejo le impide escribir un libro esperanzador o alegre, pues Trilce está más cerca de lo elegiaco que de cualquier otro subgénero lírico.
Así yo me decía: Si vendrá aquel espejo
Que de tan esperado, ya pasa de cristal.
Me acababa la vida, ¿para qué?
Me acababa la vida, para alzarnos
Sólo de espejo a espejo.
Y es en el dadaísmo donde sustenta, reitero, su sentido y su poética este libro, pues el juego verbal, los malabares rítmicos, de sonido, el lúdico componer las palabras es lo que pone de manifiesto lo vanguardista de este poema, de estos poemas. Es en ese juego de espejo donde el autor nos adentra en la temporalidad de la vida, de la misma condición del ser humano, es en esa honda, pero compleja reflexión sobre la cárcel, sobre la sombra del encierro, pues cabe destacar que Vallejo pasó tiempo en las celdas, donde está el verdadero pulso del poeta, del poeta latinoamericano, esa tristeza, esas palabras que le pertenecen a un idioma, a una tierra es lo que hace original, revolucionario a este gran poeta.
Celebraciones como esta sólo permiten revalorar obras que parecen perderse entre los muchos libros y las muchas alabanzas alrededor suyo. Me aventuro a decir que Trilce ha envejecido sabiamente, aún se lee fresco, desordenado, pero con sus ritmos internos, con sus propias reglas. Valdría, entonces, releer a Vallejo, no sólo Trilce, sino la obra poética, como Los Heraldos negros, y cuentística (que no es menor, pero no alcanza la grandeza de la poesía) de este escritor peruano que ha sido un gran maestro para los poetas de esta enorme tierra lírica que es el Perú.
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