¿Podemos ser más felices trabajando menos?

La Simplicidad voluntaria es una tendencia en algunos sectores de la sociedad que busca mejorar la calidad de vida a través de la sencillez en la rutina

Foto: Maho Irigoyen
Foto: Maho Irigoyen

Por @isadorabonilla

Regeneración, 2 de noviembre del 2015.-¿Somos realmente felices persiguiendo las promesas del estilo de vida moderno en las ciudades? Como respuesta a los estragos que ocasiona la velocidad de la vida actual, la simplicidad voluntaria está siendo difundida como un estilo de vida propio de profesionistas y sectores afectados por el estrés, la prisa, la depresión y el aburrimiento.

Jóvenes y no tan jóvenes que han elegido hacer de lado los aparentes beneficios de trabajar más para vivir mejor, se encuentran hoy desechando muchas de las promesas del capitalismo en cuanto a lo que éxito y felicidad se refiere.

No siempre conseguir un empleo, comprarse un coche, pagar una hipoteca y gastar los fines de semana se convierten en verdaderas fuentes de bienestar para muchas personas. Las ciudades están llenas de gente “exitosa” que no encuentra sentido a su vida y que termina buscando llenar ese vacío con terapia. Es el cuadro común del profesionista que luego de largos años de preparación se encuentra a sí mismo manejando un auto que aún no termina de pagar, durante horas en medio del tráfico, para ir a trabajar a una oficina aburrida, con ropa que no le gusta, para impresionar a la gente que no le importa, haciendo horas extra que le roban tiempo de calidad con su familia, para llegar a la casa que no puede disfrutar, cansado por la noche, condenado a repetir la rutina decenas de veces al año. Sin tiempo para quienes ama. Sin tiempo para dedicar a su colonia/ciudad/país/planeta.

Este modelo de vida parece bienestar. Tiene la cara de la seguridad muy bien delineada. Sin embargo, algo está pasando que quienes se ven a sí mismos en este tipo de rutinas están empezando a preguntarse si esta es la única forma de vivir.

Este es el inicio de la Simplicidad voluntaria. Trabajar menos, para poder consumir menos, y poder destinar a las cosas vitales, significativas de la vida, el tiempo que merecen.

Pero, ¿no suena absurdo hablar de trabajar y consumir menos en una sociedad que constantemente se preocupa por la falta de empleo y los déficits con que la economía nacional cierra el año?

Para sus defensores, es lo contrario. Vivimos vidas que responden a los tiempos del mercado. Trabajamos no en función de lo que necesitamos para vivir, sino en función de lo que el sistema económico nos obliga a hacer para poder mantenernos dentro de él. El mercado y la economía, en cambio, deberían responder a las necesidades humanas, a sus tiempos, a los requerimientos de las familias de tener tiempo para consolidarse como núcleos sanos que dan forma a la sociedad. Con tiempo para la crianza de los hijos. Para llevar rutinas de vida saludables. Trabajar sólo lo necesario. Poder hacer con el tiempo cosas que alimenten y construyan sociedades distintas, con dinámicas más amables de convivencia con los otros y con el entorno.

En este sentido, la Simplicidad voluntaria es además, una forma de transformar el mundo físico obligándolo a responder a un modo de ver la vida alineado a lo vital. Y es por supuesto, una fuerte confrontación con el actual modelo de desarrollo urbano.

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Estas son algunas de las prácticas que componen la propuesta de la Simplicidad voluntaria:

  1. -Eliminar excesos, en las posesiones y en las actividades que se realizan. Dejar espacio en la mente y la rutina para que ocurra sólo lo vital.
  2. -Limitar el consumo y la posesión de lo que no se necesita. Rodearse de objetos durables, no desechables, valiosos y útiles solamente. En algunos lugares del mundo, los seguidores de esta tendencia llegan incluso a limitar la cantidad de posesiones en número: por ejemplo no más de 200 objetos cerca. ¿Sería eso imposible?
  3. -Vivir de forma respetuosa con el medio ambiente y con la vida de las demás personas. Observar y considerar el impacto de lo que hacemos, consumimos, producimos y desechamos.
  4. -Cuidar de la alimentación y la salud. Dedicar tiempo al cuidado y conocimiento del cuerpo y sus necesidades. No siempre comer mucho, o comer caro, es comer mejor.
  5. -Valorar lo LOCAL en lo cotidiano. Que permite disminuir la longitud de los desplazamientos, la huella de carbono de nuestras actividades, construir tejido social con quienes están cerca, y fortalecer aquello que constituye nuestra red de supervivencia. Alimentos locales y de estación. Actividades locales para fortalecer el sentido y la identidad de las comunidades. Acciones de cuidado local que permitan mejorar y conservar parques, jardines, y áreas comunes.
  6. -Trabajar haciendo lo que se ama. Dedicar el tiempo de vida a cultivar los talentos, las potencialidades de aquello que enriquezca interiormente la realidad que nos rodea.
  7. -Fomentar la colaboración. La construcción de comunidad. La empatía y la solidaridad a través de la convivencia, del fortalecimiento de los lazos y de iniciativas que den sentido a la vida que se comparte.
  8. -Transportarse caminando, (puesto que la prisa es un valor del mundo que ya no queremos seguir construyendo) en bicicleta, (por salud y para vivir de manera más sostenibles las ciudades, con tan graves problemas de movilidad y contaminación) o en transporte público.
  9. -Priorizar el sentido de lo común, de los bienes comunes, de los recursos que no son de nadie pero que todos necesitamos.
  10. -Darle valor a la posibilidad de desarrollar una actividad artística, en el placer de la soledad creativa o de la creación compartida.
  11. -Invertir tiempo en las personas que nos rodean.
  12. -Abrir y defender espacios para re conectarnos con la naturaleza y volver a valorar la contemplación de ella como un elemento importante en la vida.
  13. -Dedicar tiempo a discutir y compartir ideas sobre cómo mejorar el mundo y echar a andar proyectos que aporten a este fin.
  14. -Reciclar, reparar, cuidar los procesos de producción para no generar más desechos. Usar vidrio y metal en vez de plásticos. Durabilidad por encima de comodidad.

A estas prácticas pueden sumarse muchas otras, conforme avanzan las urgencias y posibilidades del mundo en que vivimos. No se trata de acciones que deban volverse dogmas, sino de caminos que permiten a quien elige experimentar, diseñar sus propias formas de vivir en las grandes ciudades. A la simplicidad voluntaria se suman conceptos como el Decrecimiento económico, el Movimiento de Vida Lenta (slow life movement), el Buen vivir, la Comunalidad, como alternativas viables al desastre social y económico que vivimos. La velocidad del mundo nos ha hecho temerosos de la quietud. Pero dicen que si nos quedamos quietos en la multitud, y miramos con atención, otras formas de construir el mundo son posibles.