Por Fernando Paz
RegeneraciónMx.- Stephen King tiene, entre su prolífica y variada obra, una que escribió en su primer año de universitario (entre 1966 y 1967) y que guardó hasta su publicación en el 79 bajo el seudónimo de Richard Bachman.
Se trata de La larga marcha, en la que se narra la competencia entre cien jóvenes elegidos para lo que es una especie de «deporte nacional»: una caminata ininterrumpida sin más meta que ser el único sobreviviente. Además de obtener el derecho a seguir respirando, el ganador se hará acreedor de fama y de un premio que consiste en tener lo que quiera durante el resto de su vida, cortesía del gobierno.
La historia transcurre en un Estados Unidos distópico, en el que un rígido sistema militar domina el trascenio político (bueno, no muy lejos de la realidad) y busca cómo mantener entretenida a la plebe, a la vez que se realzan las virtudes del valor y de la fuerza, induciendo así el deseado individualismo de todo régimen fascista.
La hoy conocida genialidad de King para adentrarnos poco a poco en sus vorágines de suspenso y dramatismo, ya se mostraba desde entonces haciendo que Raymond Garraty tenga que decidir, a su corta edad, entre pasar por encima de los amigos que había hecho durante los primeros kilómetros o entregar su propia existencia.
Recordé esta historia en esta última semana del sexenio del presidente López Obrador por las ridículas motivaciones de las marchas de la oposición: marcharon en contra de la Reforma Electoral, «por el INE», decían ellos (hoy lo quieren soterrar); marcharon infiltrados y no, por los 43 de Ayotzinapa (hace seis años no los bajaban de vándalos, rojillos y narcos); marcharon en contra de la Reforma Judicial, «el poder judicial no se toca», decían, pero lo que querían intocable eran los privilegios de una élite cundida de nepotismo y corrupción; marcharon en automóviles en protesta contra «la represión y la corrupción del dictador»; poco les faltó para marchar «por el respeto al amado rey de nuestra madre patria» o por «que se jodan los damnificados de Guerrero» blandiendo pancartas con «#DisfrutenLoVotado».
Hombre, somos millones quienes estamos tratando de dejar como herencia política un pensamiento de comunidad, de cuidado y apoyo por los menos afortunados, una mejor repartición de la riqueza que todos generamos, mejores leyes, instituciones blindadas contra la corrupción, contra la codicia de los de siempre, es decir, un mejor país; como para tener que tolerar a esta bola de desclasados y a ese puñado de parias de la política, que de mexicanos solo tienen la nacionalidad pero que jamás sabrán lo que es vibrar con las estrofas de nuestro hermoso himno ni podrán sentir ese arrebato de amor por el suelo que nos ha visto nacer.
Si bien el chico en la ficción de King marcha por su vida, nosotros acompañemos este 1 de octubre a la presidenta Claudia Sheinbaum por reafirmar la vida digna de los que vienen detrás, nuestros hijos y nietos, quienes quizá, solo quizá, nos mencionen en los libros de Historia junto a nuestro querido presidente López Obrador, fundador de este movimiento de regeneración nacional, como el pueblo que marchó por la verdadera democracia en aquel glorioso año 2018.
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