Anaya, atrapado por sus traiciones

A Ricardo Anaya, sus amigos de la escuela le recuerdan por lo mismo que ahora lo mantiene en el escándalo: su palabra no vale. Desde la universidad, al inicio de su vida política y en la carrera presidencial, el “joven maravilla” ha sido acusado de incumplir los acuerdos y buscar, ante todo, su propio beneficio.

 

Anaya, atrapado por sus traiciones

Por José Ignacio De Alba | Texto publicado por Periodistas de a Pie 

Fotografías de Sulio Rodríguez, Ana Ramo, Mónica González

Regeneración, 12 de abril de 2018.- La primera traición que se le conoce a Ricardo Anaya Cortés ocurrió en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), donde estudiaba. El joven y un amigo suyo, Antonio Rangel, formaban parte de una planilla que contendía por la presidencia de la sociedad de alumnos.

Pero algo sucedió, recuerda un ex compañero de ambos. Anaya y su amigo robaron las propuestas de su propio equipo para contender en otro.

La jugada no resultó como esperaba Ricardo Anaya, actual candidato a la presidencia de la coalición Por México al Frente, porque la traición no fue suficiente para ganar la elección universitaria. Pero recuerda una de las críticas que constantemente le acompañan, tanto de sus compañeros del Partido Acción Nacional (PAN) como en los corrillos de la opinión publica: La palabra de Ricardo Anaya, dicen algunos que le conocen desde sus años universitarios, no vale. Por los caminos donde ha transitado, desde la UAQ hasta la contienda presidencial, ha dejado un reguero de enemigos.

Y en casi todos los casos hay un común denominador: el incumplimiento de algún compromiso, o la decisión de aprovechar el trabajo y sacrificio de otros en su beneficio.

La vida pública de Ricardo Anaya se conoce en extenso desde que se convirtió en el hombre de confianza de Gustavo Madero, el coordinador de los diputados del PAN en la LXII legislatura (2012-2015).

Madero se ha quejado de que su colaborador lo traicionó porque lo hizo a un lado cuando fue designado presidente del partido. Y de lo mismo hablan el ex presidente Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala, así como el jefe de Gobierno de Ciudad de México Miguel Ángel Mancera.

Pero de su vida personal en Querétaro poco se sabe, como que es hijo de Ricardo Anaya, un ingeniero químico y María Elena Cortés una arquitecta.

Sus padres se separaron cuando Ricardo era niño. La casa donde vivió está ubicada en una zona residencial, frente a un campo de golf dentro del Club Campestre de Querétaro, un lugar de espacios abiertos con extensos jardines y multitudes de flores.

Los hombres juegan al golf cualquier lunes a medio día mientras las mujeres, vestidas con ropa deportiva, toman café en amplias terrazas floreadas. A los niños los cuidan las sirvientas uniformadas de blanco, como si fueran enfermeras.

La casa del ahora candidato ubicada en el circuito Club Campestre número 7-C es, por cierto, la dirección fiscal de una de sus empresas.

El Instituto San Javier, donde Anaya estudió el bachillerato es una vieja escuela católica, fundada por maristas, donde familias adineradas de la región han mandado a sus hijos desde hace casi 80 años.

Allí conoció a su amigo Antonio Rangel, actual diputado local por el PAN y quien hasta la fecha pertenece al círculo cercano del candidato. Allí conoció, también, a Carolina Martínez Franco, su esposa. En el Instituto la recuerdan. “Su familia es adinerada, son ganaderos y de abolengo”.

La memoria alcanza para otros recuerdos, como los de Raúl Ruvalcaba, profesor del Instituto, quien muestra fotos de Anaya entre los mejores alumnos.

“Él ya es candidato y yo sigo aquí”, bromea. El promedio del “joven maravilla”, por cierto, fue de 9.76.

En la UAQ, Ricardo Anaya se concentró en los estudios y especialmente en Dibujo, una materia extra curricular. El director de la Facultad de Derecho y maestro suyo, Ricardo Ugalde, lo recuerda con felicidad.

“Discúlpenme si elogio tanto a Ricardo, pero la verdad es así”, dice una y otra vez durante una entrevista para conocer los días de clases del candidato.

Y habla del alumno con promedio 9.9 de su generación. “Es de los estudiantes más destacados que hayamos tenido en los últimos 30 años” asegura emocionado. ¿Tiene defectos “el joven maravilla”? No, rehúsa. “Va a parecer exagerado pero no lo encuentro”.

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Puede haber una explicación para tanto cariño. Algunos compañeros de Anaya lo recuerdan como alguien “melindroso”, excesivamente cuidadoso en sus palabras.

Sobre todo con los maestros a quienes acosaba “con tal de que le subieran las calificaciones”, dice un ex compañero de la universidad.

Tal vez funcionó. En el historial académico del panista sólo hay dos calificaciones con nueve, en las materias de Derecho Penal y Deontología. El resto son 10.

“Es un joven muy habilidoso en el uso de la palabra, en la construcción del discurso” asegura el profesor Ugalde, pero al final admite una especie de defecto: quizá, dice con cuidado, una de las debilidades de Anaya es su dificultad para trabajar en equipo.

Y sí. En los años posteriores a la universidad muchos comprobaron la hipótesis.

Antes de ser elegido presidente del Partido Acción Nacional (PAN) se le conocía como “el joven maravilla”, por la forma como encabezó el trabajo parlamentario de su grupo en la Cámara de Diputados.

Preparado, inteligente, con un discurso ordenado y aparente capacidad de organización eran algunas de las cualidades que le señalaban.

Pero también la forma como olvidaba los compromisos y lealtades con quienes le ayudaron.

Cuando se quedó con la candidatura presidencial de la coalición del PAN con Movimiento Ciudadano (MC) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el interés por conocer más de su pasado aumentó. Las pesquisas, sin embargo, muchas veces se quedaron en el escándalo, sobre todo por el origen de la fortuna del “joven maravilla” y su familia.

Hay, sin embargo, algunos temas de los que poco se habla. Uno es, por ejemplo, su origen en la política partidista. Anaya, en sus tiempos universitarios, fue un activo participante del Frente Juvenil Revolucionario (FJR).

Fue, durante décadas, el lugar donde se acomodaba a los jóvenes priistas, y que pretendió ser un semillero de talentos para mantener con vida al viejo partido.

Nunca funcionó así. El FJR era un centro de mano de obra gratuita para las campañas electorales. De hecho ningún político destacado de ese partido salió de las huestes juveniles.

No está claro si se afilió al PRI, pero algunos lo recuerdan como uno de los mejores activos del grupo creado por José Francisco Chepo Alcocer, colaborador cercano del entonces gobernador Enrique Burgos.

Como en otras posiciones donde ha estado, Anaya aprovechó su capacidad de entender el movimiento de los vientos políticos.

En su provecho, claro, porque cuando en 1997 el PAN obtuvo el gobierno de la capital queretana el “joven maravilla” entendió que era tiempo de cambiar de bando. Otra vez, como en sus pininos universitarios.

¿Nuevas convicciones ideológicas? ¿Se enamoró del PAN? Quién sabe. Lo único cierto es que el alcalde electo en ese entonces, Francisco Garrido, era vecino de Anaya en el lujoso Club Campestre donde vivía.

Una versión cuenta que el ahora candidato presidencial convenció al vecino con un proyecto –no se sabe de qué- y entonces le nombraron director del Instituto Municipal de la Juventud.

Pero Manuel Ovalle, quien fuera secretario de gobierno en el ayuntamiento que encabezó Garrido, cuenta otra historia.

“En el 97 el PAN no había ganado nunca, ni el estado ni la capital. Paco Garrido fue candidato a alcalde e Ignacio Loyola a gobernador. Ricardo Anaya no estuvo nunca en la campaña, cuando el PAN gana entonces se presenta con Garrido”, asegura.

Ovalle jura que él convenció a Anaya de militar en Acción Nacional.

“La verdad es que es un chavito listo, entonces un día hubo un evento en la calle. Él allí tenía la disyuntiva de entrar al PRI o al PAN. Yo lo convencí a mediados del 1998 de que entrara, a partir de entonces nos hicimos buenos cuates”.

Pero con los años Anaya se convirtió en enemigo de sus padrinos políticos.

En 2000, por ejemplo, el “chico maravilla”, todavía estudiante universitario, fue candidato del PAN A diputado local en el distrito XV de Querétaro. Perdió la votación.

Decidió entonces concentrarse en los estudios y en 2002 se graduó con la tesis “El graffiti en México ¿Arte o desastre?”. Luego el ex candidato impartió las clases de Teoría del Estado y Derecho Constitucional en la UAQ durante un par de años.

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Cuando terminó su gobierno en la capital de Querétaro, Francisco Garrido compitió contra su ex secretario particular Manuel Ovalle. Garrido quería utilizar la presidencia estatal del PAN para brincar a la candidatura como gobernador.

Ovalle cuenta que Anaya no era consejero del PAN, así que no podía votar “pero jalaba conmigo y con mi equipo. Obviamente ganó Paco por estar bien posicionado y en ese inter Ricardo se empezó a acercar a Paco hasta ser su secretario particular”.

Para los panistas hay un hecho que pinta de cuerpo entero a Ricardo Anaya. Ocurrió en 2006 cuando el PAN en Querétaro invitó al Luis Nava, hijo de una vieja familia militante, para presidir el partido y conciliar las diferencias internas que allí existían.

Anaya y Ovalle lo invitaron a coordinar, primero, la campaña estatal del entonces precandidato Felipe Calderón, y luego participar en la elección interna del partido.

El joven trabajó gratis durante ocho meses, pero cuando se abrió la convocatoria para elegir al líder estatal, Anaya rompió el acuerdo y se inscribió en el proceso.

El “joven maravilla” fue cuestionado por su decisión, pero no le importó. Ovalle recuerda el diálogo cuando reclamó la traición.

— No es posible, tú y yo invitamos a Luis, él tiene casi un año sin percibir sueldo, todo está hecho para que podamos tener un candidato de unidad que sea aceptado por todos”.

— Pues es que a mí me alcanza.

— Oye, güey, pero tú honraste tu palabra en que le íbamos a apoyar.

— Es que a mí me alcanza.

La reunión fue en casa de Ovalle. Incluso intervino su esposa. “Oye Ricardo ¿Tienes una sociopatía narcisista? Es una enfermedad que tienes que observar, eso te puede explotar en la cara”, advirtió.

De nada sirvió. En la votación del Consejo Estatal del PAN la votación se repitió tres veces porque el resultado era un empate.

Al final, por intervención del gobernador Francisco Garrido, se designó a Edmundo Guajardo como presidente estatal.

Las posiciones en el Comité se repartieron entre los dos candidatos. Anaya aprovechó el momento para deshacerse de su antiguo aliado, Manuel Ovalle. No lo olvida.

“Se me hizo muy vil que con la gente que lo había ayudado fuera tan ingrato, la verdad es que a partir de allí yo rompí con él”.

En 2009, al concluir el gobierno de Francisco Garrido, “El Joven Maravilla” se encargó de coordinar la campaña del candidato panista, Manuel González. No le fue bien: perdieron la elección.

Muchos en el PAN culparon a Anaya del fracaso, y a pesar de eso el político participó en la contienda por la presidencia estatal del partido.

Algunos le propusieron apoyar a una persona que uniera al panismo, pero el ahora candidato presidencial se negó con estas razones: “Porque quiero, porque puedo, entonces debo”.

Al final el ahora candidato se quedó con la presidencia del partido, de donde escaló a una subsecretaría de Turismo y luego a la Cámara de Diputados, al lado de Gustavo Madero.

Lo que ocurrió después es conocido. Anaya fue uno de los personajes centrales en la negociación del llamado Pacto por México, firmado por el PAN, PRI, PRD y el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, y que permitió concretar reformas constitucionales como la energética, de telecomunicaciones o la educativa.

Pero todo cambió cuando empezó la carrera por la candidatura presidencial que ahora tiene. En el último año el panista está atrapado en un escándalo por el origen de su fortuna. Incluso la Procuraduría General de la República mantiene un expediente sobre el caso.

Anaya se queja de persecución política, pero analistas dicen que es la consecuencia de faltar a su palabra con Peña Nieto.

Genio y figura, dicen los clásicos. Pero Manuel Ovalle tiene otra definición. “Su método es la traición y el engaño para trepar en la política”, concluye.