Por: David Swanson (traducido por Germán Leyens para Rebelión)
El nuevo libro de Annie Jacobsen se titula Operation Paperclip: The Secret Intelligence Program That Brought Nazi Scientists to America. [Operación Paperclip (sujetapapeles): El programa secreto de inteligencia que trajo científicos nazis a EE.UU.]. Ya no es terriblemente secreto, por supuesto, y nunca fue muy inteligente. Jacobsen ha agregado algunos detalles, y el gobierno de EE.UU. sigue ocultando muchos más. Pero los hechos básicos han sido conocidos; solo no han sido incluidos en libros de historia, películas, y programas de televisión estadounidenses.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los militares estadounidenses contrataron a 1.600 antiguos científicos y doctores nazis, incluyendo algunos de los colaboradores más cercanos de Adolf Hitler, hombres responsables por asesinatos, esclavitud, y experimentos con seres humanos, incluyendo hombres condenados por crímenes de guerra, hombres absueltos de crímenes de guerra, y hombres que nunca fueron juzgados. Algunos de los nazis juzgados en Núremberg ya habían estado trabajando para EE.UU. en Alemania o en EE.UU. antes de los procesos. Algunos fueron protegidos contra su pasado por el gobierno de EE.UU. durante años, mientras vivían y trabajaban en Boston Harbor, Long Island, Maryland, Ohio, Texas, Alabama, y otros sitios, o fueron transportados por el gobierno estadounidense a Argentina para protegerlos contra el enjuiciamiento. Algunas de las transcripciones de los juicios fueron clasificados en su totalidad para evitar que se sacaran a la luz los pasados de importantes científicos estadounidenses. Algunos de los nazis llevados a EE.UU. eran fraudes que se habían hecho pasar por científicos, algunos de los cuales adquirieron subsiguientemente sus conocimientos mientras trabajaban para los militares de EE.UU.
Los ocupantes estadounidenses de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial declararon que debía cesar toda investigación militar en Alemania, como parte del proceso de desnazificación. Pero esa investigación continuó y fue expandida en secreto, bajo autoridad estadounidense, tanto en Alemania como en EE.UU., como parte de un proceso que es posible describir como nazificación. No solo contrataron científicos. Antiguos espías nazis, en su mayor ex SS, fueron contratados por EE.UU. en Alemania de postguerra para espiar a –y torturar– soviéticos.
Los militares estadounidenses cambiaron de muchas maneras cuando antiguos nazis fueron colocados en posiciones importantes. Bombas nucleares fueron colocadas en cohetes por proposición de científicos en cohetería nazis y se comenzó a desarrollar el misil balístico intercontinental. Fueron ingenieros nazis que diseñaron el búnker de Hitler bajo Berlín, los que diseñaron fortalezas subterráneas para el gobierno de EE.UU. en las montañas Catoctin y Blue Ridge. Conocidos mentirosos nazis fueron empleados por los militares estadounidenses para redactar resúmenes clasificados de inteligencia exagerando falsamente la amenaza soviética. Científicos nazis desarrollaron programas de armas químicas y biológicas para EE.UU., contribuyendo sus conocimientos de tabún y sarín, para no mencionar la talidomida – y su entusiasmo por la experimentación con seres humanos, en la cual los militares de EE.UU. y la recién creada CIA se involucraron en gran escala. Cada extraña y horripilante noción de cómo una persona podría ser asesinada o un ejército inmovilizado era de interés en su investigación. Nuevas armas fueron desarrolladas, incluyendo VX y Agente Naranja. Se creó una nueva iniciativa para visitar y armar el espacio exterior, y ex nazis fueron puestos a cargo de una nueva agencia llamada NASA.
El pensamiento bélico permanente, ilimitado y creativo en el cual la ciencia y la tecnología eclipsaban la muerte y el sufrimiento, fue la tendencia dominante. Cuando un ex nazi habló ante un almuerzo de mujeres en la Cámara de Comercio Junior de Rochester en 1953, el título del evento fue “Creador de la Bomba V-1 hablará hoy”. No nos suena terriblemente raro, pero debería haber espantado a cualquiera que viviera en EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, un programa de televisión de Walt Disney mostró a un ex nazi que hizo trabajar esclavos hasta la muerte en una caverna construyendo cohetes. Poco después, el presidente Dwight Eisenhower se lamentó de que “la influencia total –económica, política, incluso espiritual– se siente en cada ciudad, cada casa de gobierno, cada oficina del gobierno federal”. Eisenhower no se refería al nazismo sino al poder del complejo militar-industrial. Sin embargo, cuando se le preguntó en qué pensaba cuando en el mismo discurso señaló que “la propia política pública podría convertirse en cautiva de una elite científica-tecnológica”, Eisenhower nombró a dos científicos, uno de ellos el ex nazi en el vídeo de Disney.
La decisión de integrar a 1.600 miembros de la elite científico-tecnológica de Hitler a las fuerzas armadas de EE.UU. fue impulsada por temores a la URSS, razonables y resultado de fraudulenta histeria bélica. La decisión se desarrolló con el tiempo y fue el fruto de numerosas mentes descaminadas. Pero la responsabilidad es del presidente Harry S. Truman. Henry Wallace, predecesor de Truman como vicepresidente, quien quisiéramos imaginar que hubiera guiado el mundo en mejor dirección que Truman como presidente, en realidad impulsó a Truman a contratar nazis como un programa de creación de puestos de trabajo. Sería bueno para la industria de EE.UU., dijo nuestro héroe progresista. Los subordinados de Truman discutieron, pero Truman decidió. A medida que partes de la Operación Paperclip eran conocidas, la Federación Estadounidense de Científicos, Albert Einstein, y otros, instaron a Truman a darle fin. El físico nuclear Hans Bethe y su colega Henri Sack preguntaron a Truman:
“¿Significó el hecho de que los alemanes podrían ahorrar millones de dólares a la nación que se podía comprar la residencia permanente y la ciudadanía? ¿Podía contar EE.UU. con que [los científicos alemanes] trabajarían por la paz si su odio indoctrinado contra los rusos podría contribuir a aumentar la divergencia entre las grandes potencias? ¿Se había librado la guerra para permitir que la ideología nazi se infiltrara en nuestras instituciones educacionales y científicas por la puerta trasera? ¿Queremos ciencia a cualquier precio?”
En 1947 la Operación Paperclip, todavía bastante pequeña, estuvo en peligro de ser terminada. En su lugar, Truman transformó los militares de su país con la Ley Nacional de Seguridad, y creó el mejor aliado que podía desear la Operación Paperclip: la CIA. Ahora el programa se inició, intencional y obstinadamente, con pleno conocimiento y comprensión del mismo presidente de EE.UU. quien había declarado como senador que si los rusos estaban ganando EE.UU. debería ayudar a los alemanes, y viceversa, para asegurar que muriera la mayor cantidad de gente posible; el mismo presidente que brutal e inútilmente lanzó dos bombas nucleares sobre ciudades japonesas, el mismo presidente que llevó a la guerra en Corea, a la guerra sin declaración, a las guerras secretas, al imperio de bases en permanente expansión, al secreto militar en todos los asuntos, a la presidencia imperial, y al complejo militar-industrial. El Servicio de Guerra Química de EE.UU. emprendió el estudio de armas químicas alemanas al terminar la guerra como medio para continuar en existencia. George Merck diagnosticó al mismo tiempo las amenazas de armas biológicas para los militares y vendió vacunas a los militares para tratarlas. La guerra era un negocio y el negocio sería bueno durante mucho tiempo.
¿Pero cuán grande fue el cambio de EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial, y cuánto puede ser acreditado a la Operación Paperclip? ¿No está mal situado un gobierno dispuesto a otorgar inmunidad a criminales de guerra nazis y japoneses a fin de aprender de sus métodos criminales? Como argumentó uno de los acusados enjuiciados en Núremberg, EE.UU. ya había iniciado sus propios experimentos con seres humanos utilizando justificaciones casi idénticas a las presentadas por los nazis. Si ese acusado hubiera sabido, podría haber señalado que EE.UU. estuvo implicado en ese mismo momento en experimentos similares en Guatemala. Los nazis habían aprendido parte de su eugenesia y otras inclinaciones perversas de los estadounidenses. Algunos de los científicos de Paperclip habían trabajado en EE.UU. antes de la guerra, tal como muchos estadounidenses habían trabajado en Alemania. No eran mundos aislados.
Mirando más allá de los crímenes de guerra secundarios, escandalosos y sádicos, ¿qué se dice del crimen de guerra en sí? Vemos a EE.UU. como menos culpable porque maniobró a los japoneses a realizar el primer ataque, y porque procesó a algunos de los perdedores de la guerra. Pero un juicio imparcial también habría procesado a estadounidenses. Bombas lanzadas sobre civiles mataron e hirieron y destruyeron más que cualesquiera campos de concentración – campos que en Alemania habían sido modelados en parte según los campos en EE.UU. para estadounidenses nativos. ¿Es posible que científicos nazis se adaptaban tan bien a los militares de EE.UU. porque una institución que ya había hecho lo que hizo a las Filipinas no requería tanta nazificación?
Sin embargo, en cierto modo, pensamos que el bombardeo con bombas incendiarias de ciudades japonesas y la demolición total de ciudades alemanas eran menos ofensivos que la contratación de científicos nazis. ¿Pero qué es lo que nos ofende sobre los científicos nazis? No pienso que debiera ser que estuvieron involucrados en asesinatos masivos por el lado equivocado, un error compensado en algunas mentes, sino su trabajo posterior para asesinatos masivos por el lado correcto. Y no pienso que debiera ser enteramente que estuvieron involucrados en experimentación con seres humanos enfermos y trabajo forzado. Pienso que esas acciones deberían ofendernos. Pero también debiera ofendernos la construcción de cohetes que cobran miles de vidas. Y debería ofendernos no importa para quién tiene lugar.
Es curioso imaginar una sociedad civilizada en algún sitio sobre la tierra dentro de algunos años. ¿Podría encontrar trabajo un inmigrante con un pasado en los militares de EE.UU.? ¿Se necesitaría un examen? ¿Torturó prisioneros? ¿Atacó niños con drones? ¿Arrasó casas o acribilló civiles en numerosos países? ¿Utilizó bombas de racimo? ¿Uranio empobrecido? ¿Fósforo blanco? ¿Trabajó en el sistema carcelario de EE.UU.? ¿En el sistema de detención de inmigrantes? ¿En el pabellón de la muerte? ¿Cuán exhaustivo debería ser el examen? ¿Se consideraría aceptable que dijera que solo obedeció órdenes? ¿Importaría, no solo lo que esa persona había hecho, sino lo que pensaba sobre el mundo?
Texto original en inglés: http://www.counterpunch.org/2014/02/21/operation-nazification/