Jalisco es uno de los estados más afectados por el delito de desaparición forzada, sin embargo, las autoridades, en algunos casos, hacen caso omiso a su búsqueda. Son las madres quienes están tomando las riendas.
Por Melissa Cornejo
RegeneraciónMx, 02 de marzo de 2022.- El estado de Jalisco cuenta con más de 8 millones de habitantes, de los cuales más de 15 mil están desaparecidos actualmente, cifra que lo convierte en la entidad con mayor número de personas desaparecidas en todo México.
Quienes vivimos en Jalisco hemos sido testigos de la descomposición constante, la violencia sistemática y el miedo con el que se enfrenta el día a día en esta tierra, pues ahora ni dentro de nuestra casa nos sabemos seguros: en los últimos meses se han registrado casos de jóvenes que estando en su hogar fueron sustraídos por personas armadas, y posteriormente, fueron desaparecidos.
El hallazgo de fosas clandestinas es noticia recurrente, así como la crisis forense que —por mencionar tan sólo uno de sus pasajes oscuros— se “materializó” con la escandalosa presencia de un tráiler refrigerado donde se almacenaban más de 150 cuerpos en el municipio de Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco.
En tan sólo seis días, las Madres Buscadoras de Sonora han encontrado más de cuatro fosas clandestinas y —hasta el momento en el que escribo esto—, más de 53 bolsas con restos humanos. Estos resultados de la labor incansable de las madres y jóvenes buscadoras, sirve como muestra para ilustrar el estado de barbarie que vivimos todos los días, el silencio absoluto y la negación por parte del gobierno del Estado, y que sólo contamos con el apoyo de familiares y activistas para buscar a nuestra gente.
Por datos tan escalofriantes como los mencionados anteriormente —y por experiencias propias y de mi círculo cercano— puedo decir, sin temor a equivocarme, que en Jalisco todos conocemos por lo menos a una familia que está en busca de un desaparecido. Esta conclusión devastadora me lleva a dos apuntes importantes:
Por un lado, las infancias jaliscienses están creciendo entre osamentas, jugando sobre fosas clandestinas y viendo, desde muy temprana edad, la maldad de la que es capaz el ser humano. Esto, además de acabar con su inocencia, puede tener repercusiones futuras al normalizar la violencia y convivir con ella en su área de juegos.
Por otro lado, desde mi punto de vista se habla poco respecto al duelo que enfrentan los familiares al no tener un cuerpo al que puedan llorarle y al que puedan despedir, truncando de cierta forma las etapas de un duelo convencional, lo que resulta, invariablemente, en un proceso de gestión emocional más largo y doloroso. Tomando esto en cuenta, el gobierno del Estado debería garantizarles acompañamiento.
Lo único que cala más profundo que la violencia y la incertidumbre, es el silencio y la omisión de las autoridades frente a una crisis de desapariciones en la que, en promedio, hay una nueva víctima cada 2 horas con 42 minutos, y son las madres de las víctimas quienes tienen que buscar y desenterrar a sus hijos con sus propias manos.
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