Hace cien años, los hombres del poder pensaban, como los de ahora, que eran eternos y capaces de todo. Dominaban las comunicaciones, al ejército, los gobernadores y al propio Presidente de la República. Porfirio Díaz, y su ministro José Yves Limantour entregaban concesiones petroleras y eléctricas a las empresas extranjeras y administraban en su beneficio las finanzas públicas.
“Favorecemos y protegemos el capital y la energía del mundo entero en este país. Tenemos un campo para inversionistas como quizás no se halle en ninguna otra parte. Pero al mismo tiempo que somos justos y generosos con todos, vigilamos que ninguna empresa llegue a constituirse con detrimento de nuestro pueblo.”
Y, no nos sorprendamos, el periódico del régimen, llamado El Imparcial, declaraba orgulloso que en México era imposible una revolución. Nadie parecía imaginar que estaba a punto de ocurrir un gran cambio en México.