Víctor m. Toledo
No pertenezco a ningún otro partido político, pero no soy apolítico. Aquellos que reniegan, detestan, desechan o se ubican al margen de la política, ignoran que su “pureza” encierra, aún contra su voluntad, una posición política. Pero ¿por qué la crisis de los partidos políticos? En la actualidad los partidos políticos y los gobiernos, sin importar su color, sean de izquierda, centro o derecha, no están a la altura de las circunstancias. No alcanzan a visualizar y a enfrentar los graves problemas del mundo contemporáneo, ni responden a las necesidades cotidianas y concretas de los ciudadanos.
Los partidos políticos olvidan tres cosas esenciales: Primero, la gravedad de la crisis del mundo moderno, que no es solo una crisis social, económica, energética, ecológica, financiera o moral, es una crisis múltiple. Es una crisis de civilización que pone en juego la supervivencia de la humanidad y del planeta. La expresión última de esta crisis es el cambio climático, el calentamiento global. Crisis que se agudiza y acelera por la incapacidad de la clase política para tomar medidas urgentes, buena parte de ellas sencillas, baratas y aplicables.
Segundo, anestesiados por la falta de información, el confort, la tecnología o la inercia de las cosas, ignoran o minimizan la fuerza profunda que impulsa esta crisis. Libre de toda atadura, legal, social o cultural, el capital domina, impone, arrasa, se expande y se multiplica; explota el trabajo humano y a la naturaleza. Su mercado es una fuerza voraz, incapaz de ponerse un alto por algún principio moral, político, religioso o científico. Es la acumulación progresiva de las irracionalidades provocadas por el capital, la que ha dado lugar a una civilización suicida, a un experimento autodestructivo a escala planetaria. Que un partido ignore esto resulta trágico, que lo sepa y no lo asuma, resulta patético.
Finalmente, la clase política tiende a ignorar la existencia de una fuerza cada día con más presencia en el mundo: el poder ciudadano, el poder social. De la plaza Tahrir en El Cairo a la Puerta del Sol en Madrid, pasando por el Zócalo de la ciudad de México, de la consigna argentina “que se vayan todos”, al “estamos hasta la madre” mexicano, pasando por los aguerridos movimientos indígenas, las movilizaciones de las juventudes árabes o griegas, las protestas sociales de la India o África, está irrumpiendo una nueva y poderosa fuerza. Muchos gobiernos han sido derrocados por la movilización popular; este fue el caso de Brasil, Egipto, Bolivia, Ecuador, Túnez. Pero no es suficiente, el cambio verdadero debe desembocar en un gobierno con y para el pueblo.
En su fase corporativa y global, el capital ha doblegado, penetrado, corrompido, con escasas excepciones, a los políticos contemporáneos. Casi todos los partidos y los políticos se doblan frente a las presiones del capital, de las grandes empresas, de los bancos, de las corporaciones.
Un partido o un gobierno es de derecha cuando se pone abierta y descaradamente al servicio del poder económico. En contraste, se es realmente de izquierda cuando se pone al servicio de la sociedad y busca honestamente tres cosas: i) desactivar la crisis en la que estamos metidos, poniendo en el centro la superación de la crisis ecológica, ii) cuando contiene al capital que todo lo devora, y iii) cuando se pone del lado de los ciudadanos.
En conclusión, el objetivo de un partido de izquierda no es acumular más poder político, y volverse una burocracia indeseable; su tarea es abrir espacios al poder de la sociedad, con consejos ciudadanos, cooperativas, grupos autogestivos, discutiendo el presupuesto público. Escuchando y obedeciendo a través de consultas, plebiscitos y referendos de todo tipo. Eso es fortalecer el tejido social. En la izquierda, hay militantes que mantienen una ética capaz de sacrificar los intereses individuales o de grupo, y ponen por delante el bien común (como hacen la mayoría de activistas del Movimiento Regeneración Nacional y de otros movimientos sociales). Seamos congruentes, cumplamos nuestra responsabilidad para lograr el cambio y exijamos a partidos y a dirigentes de izquierda, cumplir con esos tres sencillos, pero esenciales, compromisos.
{jcomments on}