La reconstrucción moral de México

Por Gabriel Vargas Lozano*

La sociedad mexicana, en su conjunto, vive una profunda crisis moral. Esta crisis es producto de diversas causas económicas, políticas y sociales, algunas de las cuales tienen una larga historia pero que, en las últimas décadas, se han agudizado a raíz de la aplicación de la política neoliberal en México y muchas partes del mundo. Hoy asistimos al fracaso de dicha política en el plano internacional y en el nacional y nos encontramos en una coyuntura muy importante: la próxima renovación de los poderes de la Federación. Es la hora en que se debe iniciar una nueva República verdaderamente democrática, justa y solidaria en nuestro país.
 
Pero esta nueva República no sólo debe implicar una nueva estrategia económica, sino que debe estar sustentada en una serie deprincipios e ideales que le den solidez y fundamento, o como se dice en el libro Nuevo Proyecto de Nación publicado por un amplio grupo de intelectuales y científicos sociales: “sin una reconstrucción moral de la nación no podrá haber un cambio verdadero”.
 
Por tanto, se necesita que los niños, los jóvenes, los adultos (hombres y mujeres) tomen conciencia de la urgente necesidad de un cambio.
No se trata de que los individuos cambien sus concepciones morales en el ámbito privado ya que es innegable que
vivimos en un mundo plural en donde co-existen creencias y concepciones de la vida diferentes sino que busquemos formas de convivencia en el espacio público, que beneficien a la sociedad en su conjunto.
 
No se trata tampoco de ninguna imposición de códigos de conducta sino de que lleguemos, mediante un proceso de diálogo público, a la convicción de la importancia de hacer valer ciertos principios que nosotros mismos acordemos.
No debe tratarse tampoco de una propuesta coyuntural y que se termine con el proceso electoral sino una serie de principios para ser realizados a corto, mediano y largo plazo ya que los males que han azotado a nuestra sociedad no podrán ser erradicados de la noche a la mañana.     
¿Cuáles son algunas expresiones de esta crisis moral en la que nos encontramos?
La primera de ellas es evidente: la existencia de la corrupción en diversos ámbitos de la sociedad desde los más altos cargos del gobierno hasta las acciones de funcionarios menores así como nuestra propia participación como ciudadanos;
-la falta de un sistema de impartición de justicia suficientemente sólido para que no permita la impunidad y no castigue a los inocentes, como ocurre con frecuencia. Recordemos el documental “presunto culpable”.
-la ausencia de una verdadera ética en la búsqueda de soluciones para la pobreza. Como sabemos, la política pública ha buscado más el enriquecimiento de unos cuantos que formas justas de distribución de la riqueza.
-El fracaso actual de la educación no ha sido producto solamente de la ausencia de un plan gubernamental adecuado; de la corrupción sindical o de la aplicación mecánica de las normas dictadas por organismos internacionales sino también por la intención de formar a un individuo sumiso; ignorante del entorno social; sin un compromiso con los intereses de las mayorías y sin una posición crítica. Esta política, basada en un método denominado “de competencias” está siendo aplicada en todos los niveles de la enseñanza. Se trata de un método basado en la productividad tecnocrática y no en un paradigma humanista. El índice de desarrollo de una sociedad no debe basarse exclusivamente en la medición del Producto Interno Bruto sino también en el nivel de desarrollo humano. Un ejemplo del desprecio que tienen las actuales autoridades educativas por una formación integral fue la eliminación, en 2008, de todo el área de humanidades y de las materias filosóficas (la ética, la estética, la lógica y la filosofía) en la llamada “Reforma Integral de Educación Media Superior” (RIEMS) y que pudo ser detenida gracias a un movimiento ético de la comunidad filosófica nacional e internacional acompañada por los científicos y escritores que se manifestaron en forma indignada en contra de ese acto de barbarie cometida en contra de millones de mexicanos. Pero también esta reforma ha implicado el desprecio a la literatura, la reducción al mínimo del estudio de la historia y en especial, la relativa a los pueblos originarios de nuestro país. Lo que han tratado de conformar los últimos regímenes priístas y panistas ha sido un país de ignorantes por una razón principal: es más fácil manipular y engañar a una persona desinformada que a una educada y crítica. A esta labor contribuyen también los sindicatos como el SNTE y muchos otros, que venden al mejor postor el control que ejercen sobre sus agremiados. Estamos a favor de una educación altamente competitiva pero también profundamente humanista y creativa.
-Pero el problema moral ha llegado al colmo: al aumento exponencial de asesinatos (que ascienden a la terrible cantidad de 47,500, según cifras oficiales en lo que va del sexenio) torturas, chantajes o secuestros que son producto del crimen organizado y de las erróneas estrategias empleadas por el gobierno para combatirlo. No podemos aceptar tampoco que muchos de nuestros jóvenes hayan llegado a invertir los valores elevando a la calidad de “héroes” a individuos que desprecian la vida humana.
Pero tenemos también problemas ancestrales que hay que erradicar: no podemos aceptar ya las expresiones de racismo o de prepotencia de clase que no respetan los derechos humanos ni a la progresiva pérdida de la identidad nacional que solo busca abrir las puertas a las transnacionales para que se apoderen de nuestros recursos naturales o la cantidad de problemas que plantea la bioética como la sustitución del maíz natural por el transgénico sin que se hubieran previsto sus efectos en la salud animal y humana así como las consecuencias de su privatización.
No podemos aceptar ya, la falta de ética en la realización de los procesos electorales al recurrirse a la compra-venta de votos, robo de urnas y alteración de los resultados. No podemos aceptar la frecuente violación de los derechos humanos. Tenemos mucho que cambiar. Se trata de una tarea inmensa y hay que empezar ya porque el proceso de degradación de la sociedad puede ser aún mayor si no le ponemos un alto. Necesitamos una profunda reforma intelectual y moral de la sociedad mexicana.
Tenemos que hacer algo en una acción combinada desde el punto de vista económico aumentando las oportunidades de trabajo; desde el punto de vista jurídico-político estableciendo medidas que impidan los actos señalados pero también ético.
Es por ello que un grupo de personas, procedentes de la literatura, la historia, la antropología, la psicología, la sociología, la pedagogía, la filosofía y otras disciplinas, respondiendo al llamado de Andrés Manuel López Obrador, hemos decidido promover la realización de una serie de foros que contribuyan a la construcción colectiva de los principios e ideales que conformen una nueva ética.
Esta ética debe ser también nuestro modo de actuar y nuestra utopía. En efecto, necesitamos llevar a cabo una utopía que ha sido llamada por Ernest Bloch, en su gran obra Principio-Esperanza, una utopía concreta. Las utopías son los ideales que se da a sí misma una sociedad sobre lo que quiere ser. En Grecia se llamaron paideia (Aristóteles luchaba por una sociedad en donde imperara la vida buena); en Roma (Humanitas); en Alemania (Bildung). Estos ideales sirven de orientación como una estrella polar pero estas utopías no se pueden quedar en el mundo de los sueños sino que requieren ser llevadas a cabo mediante una serie de acciones que las conviertan en realidades efectivas, en moral pública.
Eduardo Galeano, escribió:
¿Para qué sirve la Utopía?
Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la Utopía?
Para eso sirve: para caminar.
La utopía nos ayuda a caminar….
 
Ahora bien, el pueblo mexicano, a lo largo del caminar de sus luchas históricas ha llegado a consolidar profundamente en su conciencia, un conjunto de principios éticos como el respeto a las luchas por la independencia de otros pueblos; la oposición a las acciones agresivas de los imperios; la defensa del laicismo; una vocación pacifista para resolver los conflictos sociales; la acciones de solidaridad humana que se manifestó en los sismos de 1985 y ahora mismo con nuestros hermanos tarahumaras; el amor por la naturaleza; la defensa de la identidad nacional y de los recursos naturales.
 
Debemos reforzar estos valores y consolidar otros nuevos.
Es necesario, por tanto, que asumamos la voluntad de cambio. Queremos un país de triunfadores y no de derrotados.
 
Saquemos a la plaza pública el debate sobre los temas mencionados y demos lugar a un nuevo movimiento ético. Pero esta labor no sólo debe desarrollada por los ciudadanos sino alentada por todas las instancias que conforman la sociedad: un nuevo gobierno, las asociaciones civiles y religiosas; los partidos políticos, las Universidades o los medios de comunicación. Para vencer todo este entramado de corrupción debe configurarse una gran fuerza, un potente impulso ético que modifique profundamente la actual situación del país.
No queremos heredar a nuestros hijos un México destruido y sin ideales sino un México en el que prevalezca otra economía; otra política y otra ética. De todos nosotros dependerá que lo logremos. Muchas gracias.
       *Intervención en el Foro  "Fundamentos para una República Amorosa" en Puebla, Puebla, México; 16 de enero del 2012. Gabriel Vargas Lozano es Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la UAM-I. Fundador y co-director de la revista dialéctica de la BUAP.

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