Por Irving Ramírez
Pensar que el estado de los socialismos en el mundo responde a la misma ideología, es ser ingenuo. No es lo mismo China que Cuba o Nicaragua o Venezuela, por no hablar de México como un aire nuevo que no se atreve a nombrar su proceso más que como un humanismo ético. Empero, sin duda, se ha adaptado a los tiempos que corren, anquilosados en algunos casos (Cuba, Venezuela, Corea del norte) y desconcertante en otros (Nicaragua). No hay duda que el papel del mercado y la globalización junto a la caída del bloque comunista a fines del siglo pasado, influyeron en esta recomposición teórica y simbólica.
Si bien algunos siguen siendo marxistas, al menos en la estructura política, otros han abandonado y se apegan más a actos concretos de recuperación del Estado de bienestar y combinan la rectoría de ejercicio económico: estatal con libre mercado como México y China. Este último la mayor potencia económica mundial. Pero ¿qué pasa con la ideología? Si el marxismo es un determinismo social dialéctico, los nuevos tiempos impelen a abrirse a un liberalismo acotado. Althusser con su marxismo aleatorio, y precursor del post marxismo ya veía el debilitamiento en la superestructura, y las ideas del joven Marx que erosionaran a la formación política de las masas, antaño educadas en el materialismo dialéctico, como pasa aun en Cuba, por ejemplo.
Hubo un abandono de los intelectuales en otros países que se inscribieron más en el terreno neoliberal como un dogma (igual de inamovible que el marxismo determinista) y que en muchos casos aún prevalece. Discípulos de Keynes, de ideólogos como Karl Popper, Castoriadis, Von Hayeck, entre otros del siglo pasado, se acomodaron a los privilegios de clase que siempre han poseído al ser orgánicos como anunciara Gramsci.
Muchos en grupos compactos en torno a revistas y repartidos en instituciones de poder, y, al mismo tiempo, en la iniciativa privada, o como agregados culturales en embajadas y asistentes a congresos en el extranjero, publicados constantemente en editoriales estatales, etc; hoy fungen como defensores del modelo neoliberal en cascada, desde los lideres hasta los de abajo de la pirámide, aquellos que sobreviven con una beca, clases en alguna universidad o dando talleres literarios. Dos cosas los unen: Su fe en el capitalismo individualista y su odio a la izquierda, aunque antaño hayan pertenecido a ella.
El marxismo es caduco dicen; sin embargo, la historia reciente les espeta el fracaso del neoliberalismo en el mundo con una USA endeudada con China y con una depauperación del nivel de vida en su interior, lanzando a muchos ciudadanos a vivir en sus autos aun teniendo trabajo. Žižek como alumno de Althusser, recoge la reflexión posmarxista que se despliega en el orbe como una práctica social anamórfica que no abandona la lucha de clases, sino que la agudiza. Tal es el motor de la historia.
Y que profundiza en la adaptación a los cambios. Hoy la única ideología neoliberal es su anticomunismo; y la de la izquierda se bifurca en el pasado o en una nueva estructura moral. Sin decir su nombre. El planteamiento a la mexicana es recuperar los valores —si esa transvaloración a la que apelaba Nietzsche—, para de ahí impartir la justicia social y hacer de la equidad un sistema. Difícil mover la estructura anquilosada por décadas donde se perdió el tejido social y se impuso una moral egoísta y depredadora émula de la de Estados Unidos.
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