Brasil, elecciones: Al borde del nazi-fascismo denuncia Leonardo Boff

En Brasil, en la elección presidencial el favorito de las encuestas es un ultraderechista, racista, homófobo, admirador abierto de la dictadura militar, e incluso públicamente ha declarado que asesinará a los militantes del Partido de los Trabajadores (PT)

Regeneración, 7 de octubre del 2018.  El diputado ultraderechista, Jair Bolsonaro, el ex alcalde de San Pablo y candidato del Partido de los Trabajadores (PT) Fernando Hadad se enfrentarán en segunda vuelta para la elección del presidente de Brasil

Publicamos la opinión de Leonardo Boff, fundador de la teología de la liberación, quien alerta sobre los peligros que se ciernen sobre el pueblo brasileño.

Para Boff, Brasil nunca en su historia se había encontrado en el marco de una alternativa tan radical:

Por un lado “El ex capitán candidato a la presidencia, Jair Bolsonaro que se presenta con todas las características del nazifascismo que ha sufrido millones en Europa en la Segunda Guerra Mundial.”

Y por otra parte, alguién a quien “no puede negarse espíritu democrático, Fernando Haddad”, candidato a la presidencia por el PT.

“Bolsonaro mismo declaró que no le importa ser comparado a Hitler. Se ofendería si lo llamas de gay”, subraya Leonardo.

El teólogo de la liberación subraya que el candidato de la ultraderecha ha dicho todo tipo de “barbaridades contra las mujeres, los negros, los indígenas, los quilombolas, los LGBT”.

Incluso “haciendo apología abierta de notorios torturadores”, de la pasada dictadura militar.

Bolsonario ha dejado en claro en declaraciones en declaraciones sin escrúpulos “que pretende imponer una política represiva contra esos grupos como política de Estado”.

No es de extrañar que tenga el más alto rechazo en las encuestas de intención de voto, indicó Leonardo Boff en redes sociales.

Entendemos su resonancia pues no son pocos que quieren en Brasil el “orden en la sociedad a cualquier costo y que rechazan cualquier tipo de políticos a causa de la corrupción que corroe este país”.

Bolsonario como Hitler: “Debe imperar el orden”

Siempre la búsqueda del orden sin preocuparse por la justicia social y con procedimientos jurídicos correctos “ha sido el humus que alimentó y alimenta aún hoy a los grupos de derecha y de extrema derecha”, dijo.

Con Hitler fue así: “Ordnung muss sein”: “debe imperar el orden”.

Leonardo subraya que se trata de “un orden impuesto por la represión y el envío a los campos de exterminio de judíos, gitanos y opositores”.

“Bolsonaro explora esta búsqueda del orden a cualquier precio incluso con la militarización del gobierno como ya fue publicado por la prensa”, señaló.

En caso de ganar, que el cielo nos libre, colocará en los ministerios claves generales, generalmente, jubilados pero con una mentalidad francamente derechista y autoritaria.

Propone hasta eventualmente un auto-golpe, es decir, Bolsonaro como Presidente puede convocar a las fuerzas armadas, disolver el Parlamento e instaurar un régimen autoritario y altamente represivo.

No tenemos alternativa sino unirnos, más allá de los intereses partidistas, para salvar la democracia y no permitir que Brasil sea en todo el mundo considerado un país políticamente paria; dijo en su blog

Esto afectaría gran parte de la política latinoamericana, especialmente en aquellos países cuyas democracias son frágiles y están bajo el fuego del pensamiento derechista que crece en el mundo entero.

Los conglomerados financieros especuladores base de sustento de Bolsonario

El teólogo señaló que no es de extrañar que conglomerados financieros que viven de la especulación, asociados a empresarios que no tienen ninguna consideración por el futuro de la patria sino por los propios negocios, asociados a los burócratas del Estado, los afectos a la corrupción ya las negociaciones constituyan la base social de sustentación de un tal régimen autoritario de cariz fascista y nazi.

Sería una ruptura inédita en nuestra historia nunca antes vista, denunció y agregó:

Los militares y empresarios que dieron el golpe de 1964 eran al menos nacionalistas y exaltaban un crecimiento económico a costa del salario y del control riguroso de las oposiciones, con arrestos, secuestros, torturas y asesinatos.

Hay testimonios hasta por documentos provenientes de los órganos de seguridad y la política exterior de los Estados Unidos.

El pueblo brasileño que ya sufrió tanto a lo largo de la historia, bajo la chibata de los señores de esclavos y después por la superexplotación del capitalismo nacional, no merece sufrir aún más.

Tenemos una deuda con él que nunca llegamos a pagar.

Y ella nos será cobrada hasta el juicio final.

Pensadores como Safatle denuncian claramente el montaje ya articulado de un golpe militar en nombre del caos social, poco importa quien gane las elecciones.

Alimentamos la esperanza de que el buen sentido y la voluntad de reafirmar la democracia por la mayoría de los votantes nos librarán de este verdadero castigo que, efectivamente, no merecemos.

Leonardo Boff es teólogo, filosofo y escritor brasileño.

El fascismo habla: Frases de Bolsonaro

“Nunca he golpeado a mi ex mujer, pero ya tuve ganas de fusilarla varias veces (2000, en alusión a su primera esposa, Rogéria Braga).

“No voy a combatir ni a discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle, voy y les sacudo” (2002, preguntado por su opinión sobre el matrimonio gay);

“Yo a usted no la violaría porque no se lo merece” (dicho a la diputada petista Maria do Rosário dentro del Congreso en 2003 y nuevamente en 2014, tras ser llamado por ella “violador”, de suerte que Rosário le denunció ante el Supremo Tribunal Federal por injurias, calumnias, daños morales e incitación a la violación);

“El indio, sin hablar nuestra lengua, apestoso, la mayoría de las veces viene acá, sin ninguna noción de educación, para hacer lobby” (2004, en la Comisión de la Cámara sobre la Reserva Indígena Raposa/Serra do Sol);

“Sería incapaz de amar a un hijo homosexual, preferiría que muriese en un accidente de tráfico” (2011);

“Hago una relación entre homosexualidad y pedofilia porque muchos de los niños adoptados por parejas gays van a sufrir abusos de esas mismas parejas” (2011);

“El 90% de los hijos adoptados [por parejas del mismo sexo] van a ser homosexuales y chicos de alquiler con toda certeza” (2012);

“La escoria del mundo está llegando a Brasil, como si no tuviésemos suficientes problemas que resolver” (2015);

“Yo no las emplearía con el mismo sueldo, aunque hay mucha mujer que es competente” (2016, sobre la brecha salarial de género);

“Esa idea del ¡oh pobrecito negro, oh pobrecita persona, oh pobrecita mujer, oh pobrecito indio!; todo el mundo es pobrecito de alguna cosa” (2016).


Biografía de Jair Bolsonaro*

1. Militar y político con planteamientos extremistas de derecha 

Nacido y criado en un entorno rural del interior del estado de São Paulo, sus padres, Percy Geraldo Bolsonaro, un dentista que ejercía la profesión a pesar de no tener formación odontológica, y Olinda Bonturi, ama de casa, eran descendientes de italianos.

En abril de 1964 el muchacho tenía nueve años cuando el presidente de la República de Brasil, João Goulart, un político de izquierda, fue derrocado por el jefe del Estado Mayor del Ejército, mariscal Humberto Castelo Branco.

El golpe de 1964 marcó el inicio de una dictadura militar con elementos de régimen civil, constitucional pero autoritario, de la que el joven Bolsonaro se hizo entusiasta partidario tan pronto como adquirió una noción de la situación nacional en su adolescencia.

En 1971, con 16 años, Bolsonaro, deseoso de hacer carrera en la milicia, fue admitido en la Escuela Preparatoria de Cadetes del Ejército (EsPCEx), con sede en Campinas, São Paulo.

De allí pasó a la Academia Militar das Agulhas Negras (AMAN) de Resende, Río de Janeiro, la más reputada escuela para oficiales de los distintos cuerpos del Ejército Brasileño.

En 1977 completó su formación con el grado de teniente y en la década que siguió estuvo sucesivamente destinado para el servicio en la Brigada de Infantería Paracaidista, el 9º Grupo de Artillería de Campaña con cuartel en Nioaque, Mato Grosso do Sul, y el 8º Grupo de Artillería de Campaña Paracaidista basado en Deodoro, Río de Janeiro, donde adquirió la condición de maestro en saltos.

Además, en 1985 se adiestró en técnicas de buceo autónomo con el Cuerpo de Bomberos de Río de Janeiro y en 1987 siguió un curso en la Escuela de Perfeccionamiento de Oficiales (EsAO).

Ascendido a capitán en 1979, Bolsonaro era visto por sus superiores como un oficial ambicioso y agresivo, que mostraba grandes apetencias de mando y ganancias materiales, y que trataba a sus subalternos de manera muy poco considerada.

Al menos, así consta en documentos internos de la época sacados a la luz tres décadas más tarde y en testimonios personales de antiguos colegas de armas, como el coronel retirado Carlos Alfredo Pellegrino.

Su impulsividad empezó a causarle a Bolsonaro problemas con las autoridades a partir de 1985, el año en que los generales regresaron a los cuarteles y devolvieron el Gobierno del país a los políticos de la oposición democrática.

En septiembre de 1986, cuando era oficial asignado al 8º Grupo de Artillería de Campaña Paracaidista y siendo el presidente de la República José Sarney, el capitán, al parecer muy molesto por el retorno de la democracia civil, firmó para la revista Veja un artículo donde se quejaba de que los militares de carrera no cobraban lo suficiente y achacaba el despido de oficiales sancionados por indisciplina a los recortes presupuestarios del Ministerio del Ejército.

La reprimenda de sus superiores no se hizo esperar, pero a Bolsonaro le llegaron mensajes de solidaridad y apoyo de más de un centenar de oficiales, en activo y en la reserva, pertenecientes a distintas ramas y unidades del Ejército.

Uno de los que salieron a respaldarle fue el general Newton Cruz, al mando del Servicio Nacional de Informaciones en los años del Gobierno del general João Baptista Figueiredo, el último presidente de la dictadura.

Al convertirse en una especie de portavoz del malestar de sectores militares de línea derechista, identificados con la dictadura y escépticos con el nuevo orden democrático, Bolsonaro alarmó al alto mando castrense y al Gobierno, que le abrieron expediente disciplinario y le impusieron un arresto de 15 días por “trasgresión grave”.

Pero, por lo que se vio después, el escarmiento no surtió efecto.

Según parece, en agosto de 1987 el capitán descontentadizo volvió a la carga con una filtración a Veja bastante extraña, por cuanto exponía unos hechos delictivos que le incriminaban directamente:

Según la revista, ella se había enterado de que el capitán y un compañero del mismo rango, Fábio Passos da Silva, tenían entre manos una operación subversiva, de nombre clave Callejón sin salida (Beco sem saída), consistente en la detonación de artefactos explosivos de poca potencia y con mecanismo de relojería en instalaciones de suministro de agua del barrio de Vila Militar, la AMAN y otros acuartelamientos de Río de Janeiro.

El objetivo de estas explosiones, supuestamente sin la pretensión de provocar víctimas, solo daños materiales, era, le había dicho a Veja Bolsonaro, presionar a las autoridades para que aprobaran alzas salariales en el Ejército.

El capitán, incluso, habría mostrado a su contacto en la revista el croquis de un plan de atentado contra una estación de bombeo del servicio de aguas municipales de Río de Janeiro.

Veja publicó todo y de paso puso el material sensible a disposición del Ministerio del Ejército, este condujo las investigaciones pertinentes y el caso terminó en el Superior Tribunal Militar (STM), que abrió contra Bolsonaro y Passos da Silva una causa penal por cinco violaciones del reglamento militar.

A pesar del peso de las pruebas inculpatorias de la fiscalía, respaldadas por un examen grafológico de la Policía Federal de Brasil, en junio de 1988 el STM decidió absolver a los dos oficiales, que no fueron castigados ni apartados del Ejército, al menos de manera inmediata.

En todo momento, Bolsonaro negó ser el autor del plan de atentados con bomba y haber hecho relevación alguna a Veja, lo que equivalía a decir que le habían tendido una trampa.

Poco después, Bolsonaro recibió la notificación de su exclusión del servicio activo del Ejército a partir del 22 de diciembre de 1988, momento en el cual pasaría a integrar la reserva remunerada.

Obligado a colgar el uniforme, el capitán decidió probar fortuna en el mundo de la política, concretamente la política municipal de Río de Janeiro.

Para ese fin, se afilió al Partido Demócrata Cristiano (PDC), una pequeña formación conservadora surgida en 1985 como la refundación del PDC histórico (1945-1965) y que tenía de líder a Mauro Borges Teixeira, antiguo coronel del Ejército.

Puesto a elegir vehículo partidario para su flamante carrera política, Bolsonaro descartó la anterior formación oficialista de la dictadura militar, el Partido Democrático Social (PDS) de Paulo Maluf.

En las votaciones municipales del 15 de noviembre de 1988 Bolsonaro salió electo y el 1 de enero de 1989 se estrenó en las instituciones civiles de la República como concejal del Ayuntamiento carioca.

Sin embargo, no iba a completar el mandato municipal, pues en las elecciones legislativas del 3 de octubre de 1990 figuró entre los 22 candidatos que el PDC logró meter en la Cámara de Diputados.

El 1 de febrero de 1991 Bolsonaro inauguró el primero de siete mandatos consecutivos como diputado federal por Río de Janeiro, ejercicio ininterrumpido que iba a extenderse hasta la inscripción de su candidatura presidencial en 2018.

En todo este tiempo, el capitán en la reserva militó, bien por metamorfosis del partido de turno, bien por transfuguismo personal -dos fenómenos de lo más habituales en la política brasileña-, en la friolera de ocho colectividades.

El baile de siglas en la filiación partidista de Bolsonaro empezó en 1993, fecha en que decidió pasarse al recién fundado Partido Progresista (PP), una opción liberal conservadora surgida de la fusión del Partido Social Laborista (PST) y el Partido Laborista Reformador (PTR).

Antes de concluir el año, el diputado volvió a cambiar de colores uniéndose al también nuevo Partido Progresista Reformador (PPR) de Espiridião Amin, fruto de la amalgama del PDC y el PDS.

En septiembre de 1995 el PPR y el PP se fusionaron a su vez, dando lugar al Partido Progresista Brasileño (PPB). Bolsonaro fue leal al PPB durante ocho años, ganando como representante suyo las segunda (1998) y tercera (2002) reelecciones en la Cámara de Diputados.

Al poco de iniciar su cuarta legislatura federal en 2003, el inquieto diputado fluminense rompió con el PPB, desde 1997 liderado por Paulo Maluf, y tomó asiento en la bancada del Partido Laborista Brasileño (PTB) de Roberto Jefferson, formación centrista que aceptó integrarse en el Gobierno de coalición del nuevo presidente izquierdista de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, el líder del Partido de los Trabajadores (PT).

En 2005 Bolsonaro, quien se consideraba en la oposición radical al Gobierno Lula, dio portazo al PTB, un partido no ajustado a sus ideas intensamente derechistas, y solicitó y obtuvo el ingreso en el Partido del Frente Liberal (PFL), antigua escisión del PDS y actualmente mandado por Jorge Bornhausen.

Se trató de otra filiación de corta vida, ya que al cabo de unos meses el ex militar volvió al redil del PPB, ahora llamado simplemente Partido Progresista (PP), con Nélio Dias de presidente.

La militancia política de Bolsonaro se remansó a lo largo de una década en las filas del PP, partido que a pesar de sus credenciales derechistas no dudó en integrar los bloques de gobierno comandados por Lula y, desde enero de 2011, su heredera en nombre del PT, Dilma Rousseff.

El representante fluminense revalidó con los progresistas su diputación federal en los comicios de 2006, 2010 y 2014.

Hasta enero de 2016 Bolsonaro no mudó nuevamente de vínculos partidarios.

Su elección esta vez fue el Partido Social Cristiano (PSC) del ministro evangélico Everaldo Dias Pereira, también conocido como Pastor Everaldo.

Según él mismo ha comentado, Bolsonaro, a lo largo de su sinuoso peregrinaje político, sopesó fichar por el Partido de la Reconstrucción del Orden Nacional (Prona) de Enéas Carneiro, preclaro exponente de la extrema derecha brasileña, ultranacionalista, anticomunista y hostil también al capitalismo de libre mercado.

Estas tres características estaban en el ideario de Bolsonaro, aunque años después el diputado iba a abandonar sus concepciones desarrollistas y estatistas en favor del discurso económico opuesto, el liberalismo puro y duro.

Los hijos mayores de Bolsonaro, hombre tres veces casado, tomaron el derrotero profesional del padre y secundaron sus cambiantes adscripciones partidistas.

La familia fue adquiriendo así la forma de un clan político bien compenetrado, cuyos miembros eran mutuamente solidarios.

Con su primera esposa, Rogéria Nantes Nunes Braga, a la que ayudó a salir elegida concejala en la Cámara Municipal de Río de Janeiro en 1992, Bolsonaro tuvo a Flávio, Carlos y Eduardo. Flávio Bolsonaro, el primogénito, se convirtió en febrero de 2003 en un joven diputado de 21 años en la Asamblea Legislativa del estado de Río de Janeiro.

Siempre muy próximo a su padre, solo difería de él en cuestiones de fe religiosa, pues se apartó del catolicismo apostólico romano inculcado en el hogar para hacerse protestante baptista.

El segundo hijo, Carlos Bolsonaro, nacido en 1982, aventajó en precocidad política a su hermano mayor al resultar elegido concejal de la capital carioca en octubre de 2000 a la improbable edad de 17 años (de hecho, figura en los anales como el más joven concejal en la historia de Brasil).

A continuación, irrumpió en la vida pública el tercer hermano, Eduardo Bolsonaro, elegido diputado federal por São Paulo en octubre de 2014. En febrero de 2015 padre e hijo pasaron a compartir trabajos legislativos en la Cámara baja del Congreso Nacional.

Tras divorciarse de Rogéria, Bolsonaro contrajo segundas nupcias con Ana Cristina Valle. Ella alumbró al cuarto vástago del político, Jair Renán, un muchacho que tan pronto como alcanzó la mayoría de edad comentó en las redes sociales su intención de meterse a político también.

Nuevamente divorciado, en 2007 Bolsonaro celebró un tercer matrimonio, civil, con Michelle de Paula Firmo Reinaldo.

25 años más joven que su maduro esposo, Michelle venía asistiéndole como secretaria parlamentaria en su despacho de diputado en Brasilia.

En 2011 la pareja tuvo una hija, Laura, y en 2013 refrendó su vínculo conyugal ante un altar religioso con oficiante evangélico, la fe de la novia.

A lo largo de su trayectoria parlamentaria, Bolsonaro se aseguró en la política brasileña una parcela de polémica notoriedad por su crudeza sistemática al opinar sobre un abanico de temas sensibles.

Sus palabras, saturadas de radicalismo, violencia y desprecio hacia diferentes sectores sociales y políticos, concitaron lógicas acusaciones de extremismo ideológico, machismo, homofobia, racismo, xenofobia y nostalgia de una dictadura militar altamente represiva que incluso, así lo veía él, había sido timorata a la hora de conculcar Derechos Humanos (según el balance oficial de víctimas, un mínimo de 457 personas identificadas fueron asesinadas o hechas desaparecer por el Ejército entre 1964 y 1985) y liquidar sin remilgos “enemigos de la nación”.

Las hemerotecas y webs como YouTube dejan registro de una lista interminable de pronunciamientos explosivos del capitán en la reserva, para quien parecía no haber límites a la hora de decir barbaridades y de ofender.

En 1993 Bolsonaro afirmó que Brasil necesitaba un Gobierno militar en toda regla si pretendía convertirse en un país “próspero y sostenible”.

Un lustro después, entrevistado por Veja, se despachó con unas encendidas palabras de elogio para los regímenes del general Pinochet en Chile (1973-1990), el cual de todas maneras “debió haber matado a más gente”, y el presidente Fujimori en Perú (1990-2000), a su juicio “modélico”, sobre todo por “su forma de contener la explosión demográfica con la esterilización voluntaria”.

La verborrea agresiva de Bolsonaro pisó el acelerador en 1999 en una entrevista para el programa televisivo Câmera Aberta; allí, el diputado, hablando en tromba y con mucha gesticulación, se mostró:

-“Favorable a la tortura”.

-Renegó de un sistema democrático que le parecía una “porquería”.

-Se declaró insumiso fiscal y aseguró que si él fuera presidente no dudaría en “cerrar el Congreso”, que “no vale para nada”, y en “dar un golpe de Estado” para implantar una “dictadura” desde el primer día.

-“Deberían haber sido fusilados 30.000 corruptos, comenzando por el Congreso y el presidente Fernando Henrique Cardoso”, añadió.

En 2000 Bolsonaro explicó que el mandatario socialdemócrata merecía ciertamente el paredón porque era culpable de “la barbaridad de privatizar las telecomunicaciones y de entregar nuestras reservas al capital extranjero”.

Por la misma época, el diputado voceaba su defensa a ultranza de la censura informativa, la tortura policial, la pena de muerte (“nunca vi a nadie ejecutado en la silla eléctrica volver a matar a alguien”) para delitos graves como el narcotráfico y la ejecución sumaria de criminales en casos de homicidio premeditado.

“El único error fue torturar y no matar”, comentó en agosto de 2008 a propósito de las responsabilidades penales de los represores del antiguo régimen castrense. 

En enero de 2011 el periódico Folha de S.Paulo publicó una carta suya en la que se refería al período militar de 1964-1985 como “20 años de orden y progreso”; entonces, el Ejército, primero, había evitado “la implantación de una dictadura del proletariado” y, luego, había derrotado la subversión guerrillera armada por la Cuba castrista, explicó.

En similares términos encomiastas (una “intervención democrática”, fruto de la “presión popular”) valoró el golpe de 1964 en su blog de Internet en marzo de 2015.

En marzo de 2011 Bolsonaro indignó al Grupo Tortura Nunca Mais por colgar en la puerta de su oficina de la Cámara de Diputados un cartel alusivo a los familiares de los desaparecidos de la dictadura donde podía leerse que “quien busca hueso es un perro”.

Colectivos como las mujeres, los homosexuales y las minorías étnicas también eran blanco de la metralleta verbal del político, muy solicitado por los medios periodísticos por su capacidad para generar titulares sensacionalistas.

Esta biografía de Bolsonaro forma parte de un texto de Roberto Ortíz de Zárate del Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona