«Más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor».
Salvador Allende
Por Vicky Peláez
Sputnik
Regeneración, 3 de abril de 2015.-Washington y sus líderes llegan a la VII Cumbre de las Américas que se celebrará en Panamá el próximo 10 de abril con mucho entusiasmo, asistirá Barack Obama y otros 34 jefes de Estado y de Gobierno. Los norteamericanos creen que el inicio de la apertura entre EEUU y Cuba reforzará su posición de liderazgo en Latinoamérica y les aportará nuevos aliados, siguen sin darse cuenta que el «cambio de la época en América Latina y su proceso no lo para nadie…porque hemos trazado nuestro destino unitario», como lo afirmó Rafael Correa.
Parece que Washington está convencido ciegamente por la creencia casi mítica de su «excepcionalidad», que en su propia interpretación le otorga el derecho de ser el único e indiscutible líder del planeta. No se da cuenta que hasta en su propio ex «patio trasero», ya no tiene la autoridad de la que gozaba en el Siglo XX y que en Latinoamérica, la mayoría de los países ya no aceptan sus imposiciones y están cuestionando sus «intereses nacionales» en el continente. Ni siquiera los asesores, tanto neoliberales como neoconservadores del presidente estadounidense se han dado la molestia de analizar la evolución de las cumbres y los cambios en su discurso político desde la celebración de la I Cumbre de las Américas en 1994.
Estas reuniones en realidad habían estado destinadas a cumplir el viejo sueño norteamericano de expandir su mercado, el comercio y obtener un fácil acceso a los recursos naturales de Latinoamérica, formulado durante la I Conferencia Interamericana que fue auspiciada por Washington en 1890 y que duró cinco meses. Aquella vez, de los 10 representantes norteamericanos solamente uno era diplomático, William H. Trescott y el resto eran prominentes hombres de negocio como el magnate industrial, Andriew Carnegie o el futuro dueño de la IBM, Charles R. Flint, mientras 63 representantes de América Latina y del Caribe eran todos diplomáticos.
Por supuesto que los sabuesos delegados de EEUU impusieron su voluntad debido a que todas las negociaciones se realizaron en nombre de EEUU y así crearon la Oficina Comercial que se convirtió rápidamente en la Oficina de Repúblicas Americanas con sede en Washington rebautizada en 1910 con el nombre de la Unión Panamericana. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Washington al darse cuenta del interés de Alemania hacia los recursos naturales de Latinoamérica, decidió reforzar su presencia y el dominio en el continente. A partir de 1940 y hasta ahora, la política de EEUU hacia Latinoamérica ha sido influenciada por el «padrino de la estrategia de contención», el geoestratega norteamericano, Nicholas Spykman (1893-1943).
En su libro «America’s Strategy in World Politics: The United States and the Balance of Power» en la parte «United States in Western Hemisphere», Spykman habla de la importancia de «Latinoamérica Mediterránea» (el litoral del Golfo de México y el Mar Caribe, México, América Central, Colombia y Venezuela y el cinturón de islas que se suceden desde Trinidad a la punta de la Florida y Cuba incluyendo) para la seguridad nacional norteamericana y su economía. Según ese geoestratega, la supremacía de EEUU en «América Mediterránea» debe ser absoluta, especialmente en México, Colombia y Venezuela. El resto de Sudamérica tienen que ser dependientes de Washington y en caso de necesidad, su dependencia debía ser reforzada por la fuerza militar.
Si tomamos en cuenta que los actuales poderosos asesores «invisibles» de la mega corporación, lo que en realidad es Estados Unidos y cuyo gerente temporal es Barack Obama, son seguidores de Nicholas Spykman, como Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski entre muchos otros, así podremos tener una visión más clara y fría de la actual política de la Casa Blanca hacia América Latina. Los tiempos cambian pero no la política norteamericana. La idea del dominio absoluto de «Latinoamérica Mediterránea» sigue vigente. Actualmente, México es un satélite incondicional de Washington, Colombia es su brazo armado en la región y la mayoría de los países del Caribe son aliados norteamericanos o podrían ser presionados económicamente de serlo. Faltan Cuba, Nicaragua y Venezuela para completar la hegemonía en esta parte «mediterránea».
El actual juego geoestratégico en esta región lo comenzó el vicepresidente Joe Biden cuando en enero de este año se encontró con los presidentes caribeños. Les advirtió que pronto se acabará el petróleo barato que Venezuela suministra a los países de la región (185,000 barriles al día) debido a la inminente caída del régimen de Maduro. Entonces sería mejor terminar con Petrocaribe en que participan 17 países de la zona y reorientarse energéticamente hacia los EEUU a través de la inversión privada norteamericana.
Por eso no es de extrañar que un día antes de la inauguración de la VII Cumbre de las Américas, Barack Obama estará en Jamaica para reunirse con los líderes del Caricom (Comunidad del Caribe compuesta por 15 naciones de la región y dependencias británicas). El propósito es convencer a sus gobernantes que sería más rentable para sus países salir del Petrocaribe y reorientarse al gas norteamericano creando un sistema energético integral junto con los EEUU y posteriormente formar una zona unificada del comercio y de la seguridad. Resaltará también en este encuentro los planes para ayudar a Cuba y crear un «genuino sector privado» presentando esta iniciativa como un «gesto bondadoso de buena voluntad» de la Casa Blanca. En este punto, deberían preguntar los cubanos a los rusos el verdadero significado del «genuino sector privado» que los norteamericanos formaron en aquel país.
No hay que ser mago para saber que Barack Obama tratará de endulzar a los dirigentes caribeños con promesas de préstamos generosos y así ganarse su apoyo en la VII Cumbre, además quiere cambiar las recientes críticas a su política hostil hacia Venezuela y a la guerra mediática dirigida por EEUU contra Evo Morales, Cristina Fernández, Rafael Correa, Dilma Rousseff, Daniel Ortega y en especial contra Nicolás Maduro.
Es cierto que el tema principal de la reunión será «El Desafío de Cooperación en Américas» pero también será un foro donde Barack Obama será advertido sobre el nuevo papel que ha comenzado a ocupar la propia América Latina en la geopolítica, tanto regional como mundial y ya no dispuesta a tolerar la injerencia de Washington en su vida política, económica, social y cultural.
Basta observar la unanimidad con que los miembros de la Unasur (Unión de Estados Suramericanos), de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) de la ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) rechazaron el Decreto Ejecutivo firmado por Barack Obama el 9 de marzo de este año declarando a Venezuela un «inminente peligro para la seguridad nacional de Norteamérica», para darse cuenta del «cambio de la época» en el continente. Será difícil para Washington presentar en estas condiciones a Venezuela como su primer adversario ideológico y su principal enemigo en el continente.
Según el Secretario General de la Unasur, Ernesto Samper, actualmente cuando han sido impuestas reglas generales en la economía mientras se mantienen las unilaterales para la política, ya es hora de terminar con la injerencia porque «ningún país tiene derecho a juzgar la conducta del otro, imponer sanciones o castigar por su propia cuenta». Los países de la Unasur están planificando inclusive replantear las relaciones con EEUU en esta cumbre. Para Samper «un buen punto de nueva agenda de relaciones sería que no haya bases militares norteamericanas en Suramérica».
Teniendo en cuenta que actualmente el sistema norteamericano y su presidente gerente están bajo el dominio del sector militar y de la seguridad, existen pocas posibilidades para la reducción de las bases militares norteamericanas, que son 85 en Latinoamérica y el Caribe sin contar las bases clandestinas. Para Noam Chomsky la política militar norteamericana está orientada hacia el control de los recursos energéticos bajo la premisa que, el que los controla estará a cargo de la economía regional o mundial. Las reservas potenciales venezolanas de petróleo solamente en la Faja de Orinoco son alrededor de 600 mil millones de barriles, como lo afirmó hace poco el presidente de la Comisión Permanente de la Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional de Venezuela, Fernando Soto Rojas. Esta riqueza no podría ser desapercibida o no anhelada por Washington y de allí vienen las acusaciones contra este país y la edificación de bases militares alrededor.
También se discutirán en esta cumbre temas de inclusión social, de la reducción de las asimetrías y de la pobreza ofreciendo Barack Obama las recetas de neoliberalismo y las promesas de cooperación en estas áreas. Pero todo quedará en frases porque ni el mismo Estados Unidos puede salvar su economía con las recetas neoliberales, pues a pesar de todos los pronósticos optimistas, de acuerdo a la publicación «International Forecaster», no hay recuperación económica en Norteamérica ocho años después de desinflarse la burbuja inmobiliaria y la bancarrota de Lehman Brothers. El optimismo es a base de la manipulación de mercados y los datos de crecimiento del Producto Interior Bruto.
El neoliberalismo económico que tanto propaga Washington ha sido durante los últimos 30 años, un simple instrumento esencial de la hegemonía de EEUU en la etapa de la globalización. Todo esto tendrían que tomar en cuenta los líderes de Latinoamérica y del Caribe durante la VII Cumbre de las Américas. El neoliberalismo es el principal obstáculo para la integración y la prosperidad en el continente porque es el sostén principal de la hegemonía norteamericana. Solamente desprendiéndose de este modelo podrá salir adelante América Latina.
Como decía Bertolt Brecht (1898-1956), «cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad».
Fuente: http://mundo.sputniknews.com/firmas/20150402/1036005617.html#ixzz3WC1AAhGK