Ante la movilización e impulso de los jóvenes, recordar que es necesario detener la devastación que ocasiona la fuerza que manda a los políticos: la avaricia de la acumulación capitalista
Por John Saxe-Fernández | La Jornada
(28 de septiembre del 2017).-El Estado no está respondiendo a esta tragedia, somos nosotros los que estamos dando la cara, dijo Monserrat González, joven de 24 años, a David Marcial Pérez (El País, 23/9/17) mientras César Deciga, de 22 años, estudiante de la UNAM, puntualizó: (E)l terremoto ha demostrado que hay mucha fuerza civil, pero falta organización. Nuestro sistema político es muy deficiente en términos de organización social. Podríamos hacer mucho más, pero toda esta energía se pierde por culpa de los políticos. Es lo mismo que pasó en el otro terremoto, el de 1985. Mi papá estuvo ahí y ahora me toca a mí. En su reflexión sobre los jóvenes, a la vanguardia de la reconstrucción, Marcial acierta al observar que estas decenas de miles de jóvenes viven su primera experiencia de acción colectiva, protagonizando una formidable y masiva demostración de solidaridad que desborda las necesidades de ayuda ciudadana después del terremoto. (Ibid)
Es una generación a la que se ha visto a “la sombra de la pasividad y el ensimismamiento digital“ y a pesar de ser muchos más que sus pares europeos y su extraordinaria movilización, sus márgenes de participación política (bajo el prianismo) han sido muy estrechos. Además, es crucial decirlo: sufren los más altos costos de un diseño neoliberal que alienta la inseguridad humana y el capitalismo de cuates que devasta al aparato productivo, que les precariza el empleo, los despoja de bienestar y les roba futuro y país.
Sin embargo, la honda tragedia del terremoto hermanó a jóvenes profesionistas y estudiantes con peones o aprendices de oficios: adolescentes que ya trabajan de albañiles, electricistas, fontaneros, que ganan apenas 50 pesos diarios. (Ibidem)
Entre la generación de 1985 y la del 2017, desde el sexenio de Miguel de la Madrid, seguido de la usurpación electoral de Salinas y el de Zedillo hasta 2000 y de ahí en adelante en medio de desaseos electorales de Fox y Calderón del PAN y de vuelta al PRI con EPN, se acentuó, como nunca antes en la historia, la capacidad de los dueños del capital en México de capturar los instrumentos de Estado al calor de un régimen acreedor a ultranza, manejado en lo macroeconómico por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por rama a cargo del Banco Mundial (BM) y el BID. No es el resultado de algo inevitable, como dice el globalismo pop, sino de una entreguista negociación de la crisis deudora de 1982.
¿Qué desencadenó la política económica vigente en los 32 años entre-terremotos? Empobrecimiento, explotación, desigualdad extrema y una brutal atrofia de la economía por las recetas contraccionistas en medio de riesgos deflacionarios: reducción de la masa monetaria y recortes a la inversión pública productiva. Bajo el FMI-BM, eliminaron subsidios al transporte, alimentos, educación, ciencia y tecnología. Con el fondomonetarismo aumentó la vulnerabilidad ante catástrofes naturales como las sufridas por la nación durante este mes de septiembre de 2017 al que llegamos con un deterioro alarmante de los fundamentos de la paz social y de la seguridad humana. Con más de 250 mil bajas desde 2007 a la fecha; poco más de 30 mil desaparecidos y Ayotzinapa y sus 43 normalistas rurales en nuestras mentes y corazones, quedó manifiesto el colapso de la seguridad humana en el país. En última instancia, dicen los voceros de Naciones Unidas, la seguridad humana significa un niño que no llegó a morir, una enfermedad que no se propagó, un empleo que no fue eliminado, una tensión étnica que no degeneró en violencia, un disidente que no fue silenciado y, además, es necesario agregar decenas de edificios, de familias y niños que no se colapsaron, desaparecieron o fueron aplastados bajo el peso de la codicia de inmobiliarias corruptas y corruptoras y de funcionarios y políticos venales e impunes. Los mismos que dieron aval al incalificable desvío de recursos a la especulación en las bolsas de valores globalizadas y al gasto no productivo (privilegiaron no el interés público sino el servicio de la deuda y el rescate multimillonario de sus cuates del Fobaproa-IPAB).
Ante la movilización e impulso de los jóvenes, recordar que es necesario detener la devastación que ocasiona la fuerza que manda a los políticos: la avaricia de la acumulación capitalista. Para el 1% la nación y la universidad son mercancías. Bienes privados y no públicos. Las trabas presupuestales son la receta del BM para canalizar funciones y bienes públicos al 1% de acá y allá. Quieren todo: tierra, trabajo y, como advirtió Alfredo Figueroa desde Aristegui-Noticias, intentan aniquilar lo poco de democracia que hay, privatizando los procesos electorales.
Los empleos se precarizan y el salario se desploma. Pero según Oxfam y datos de Forbes, la riqueza de los 15 mexicanos con más de mil millones de dólares equivalía a 25 mil 600 millones de dólares en 1996. En sólo ocho años pasó a 142 mil 900 millones de dólares.
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