La aplicación de nuevas normas el 1 de enero de 2018 implica más bancarrotas y despidos y menos empleo, lo que suena como una receta para una crisis global.
Regeneración, 28 de marzo de 2016.- El 1 de enero de 2018 podría darse la próxima crisis financiera pues en esa fecha está programada la entrada en vigor de una serie de normas nuevas que probablemente limiten todavía más la capacidad de otorgar préstamos y lleven a los bancos a adelantar dinero sólo a los mejores prestatarios, lo cual podría acelerar bancarrotas en todo el mundo.
Los efectos empezarán a sentirse antes de la fecha de implementación. Hay dos normas clave para 2018: la razón de apalancamiento establecida por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea y la Norma Internacional de Información Financiera 9 (IFRS 9, por sus siglas en inglés), definida por la Junta de Normas Internacionales de Contabilidad.
Basilea III redujo la liquidez en los mercados globales y desaceleró el crecimiento del crédito. Lo que está a punto de llegar será una inyección de esteroides para eso.
Prestar será más caro y más difícil para los bancos. Las nuevas normas de Basilea, que buscan reducir la libertad de acción de la que gozan hoy los bancos para dar cuenta de los riesgos, entrarán en vigor en los próximos dos años.
Las regulaciones impuestas tras la crisis financiera global ya exigen que los bancos aparten más capital por cada dólar que prestan, dependiendo de la posición de crédito del prestatario.
A partir de 2017 las instituciones financieras ya no podrán usar sus modelos internos para evaluar el riesgo para las contrapartes derivadas. En 2018, eso se expandirá a la titulización y a partir de entonces, aunque aún no se haya determinado una fecha exacta, las entidades de préstamo tendrán que evaluar a todos sus clientes de préstamos según los estándares establecidos por el comité de Basilea.
Las empresas con ingresos más elevados y menor apalancamiento (menor crédito y mayor inversión de capital propio) necesitarán menos capital de los bancos, lo que implica que estos tendrán un incentivo para prestarles sólo a las corporaciones más grandes con los negocios más consolidados.
Pero la cosa está por ponerse mucho más dura. Los bancos ajustarán el cinturón y, a medida que reduzcan su apalancamiento, también lo hará el mundo. Eso implica más bancarrotas y despidos y menos empleo, lo que suena bastante parecido a una receta para una crisis global.