El arte de la manifestación y solidaridad con Ayotzinapa en plastilina

El artista Edgar Humberto Álvarez «Alter Eddie», se solidariza con los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, como lo mejor sabe hacer, mediante hermosas figuras creadas con plastilina.

«Como colombiano me acostumbre a escuchar  a diario sobre matanzas, desaparecidos, violencia y en los muchos viajes que he hecho a México siempre lo he sentido como la Colombia de hace 20 años, la Colombia a la que me acostumbre, ojalá que los mexicanos no se acostumbren a vivir una realidad así«, escribió.

 

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Te presentamos la reflexión de Alter Eddie, sobre las manifestaciones recientes en México:

Yo estuve en la marcha del 22 de octubre por los 43 de Ayotzinapa

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Por esos azares de la plastilina y de la vida el miércoles 22 de octubre estuve contemplando una de las marchas más emotivas que he visto y la cual es considerada como una de las más grandes del siglo en el DF.

En este mes, México está viviendo una de esas tragedias quemarcan a toda una generación como lo es la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa, por parte al parecer de agentes del estado, esta tragedia es algo que ha impactado a todo tipo de personas, desde los jóvenes hasta los más adultos que la recuerdan como si el fantasma deTlatelolco reviviera.

Me dirigí a la marcha pese a la advertencia de mi familia de no acercarme a eventos políticos debido a una ley que existe en México que castiga con deportación a cualquier extranjero que se manifieste en contra del gobierno, pero claro mi objetivo era de observador y fotógrafo y ¿Cómo no ir a una protesta que prometía ser histórica, cómo no apoyarla y documentarla? En la estación cercana a la UNAM (Universidad Nacional deMéxico) fue mi primer contacto con los primeros manifestantes, un grupo de estudiantes que estaba dando paso  a todo el que quisiera entrar al metro de manera gratuita, mientras se escuchaban las consignas de¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!.

En cada estación  se subían más y más estudiantes, algunos con pancartas, otros con cartones, otros repartiendo fanzines hechos a mano que invitaban al paro nacional, a la protesta y a un refererendo para derrocar el gobierno actual. Después de varias estaciones me bajé del metro y empecé a caminar hacia el angel de la independencia, sitio del que parten tradicionalmente las marchas que después se dirigen al Zócalo por una de las avenidas principales, el Paseo la Reforma. En la calle se veían videos a la venta de cine arte, camisetas del Che Guevara, de Zapata, de Marcos, de Frida y de Pancho Villa. La sed me llevo a un pequeño carro de paletas con un llamativo aviso “El petróleo y la electricidad no se venden pero mis paletas sí”. De un momento a otro llegaron varios buses que traían a los padres de los muchachos desaparecidos, hombres y mujeres campesinos que destacaban por su sombreros, sus alpargatas y sus caras llenas de dignidad y tristeza , con ellos estaban también estudiantes de las escuelas normalistas de varios estados y compañeros de la escuela de Ayotzinapa, algunos llevaban tapamontañas al estilo Zapatista, o pañueletas con el Che y su frase de hasta la victoria siempre.

El Ché estaba muy presente en la marcha, cosa que me pareció curiosa. Cada vez llegaban grupos de más y más estudiantes de universidades oficiales, facultades completas con carteles inmensos, pidiendo la justicia y preguntando ¿Si somos la esperanza de latinoamérica porqué nos asesinan?, muchos de estos grupos estaban acordonados, es decir rodeados de un lazo para organizarse y según me decían para protegerse de una posible incursión de la policía. Y empezó la gente a marchar:  Los primeros eran los padres y familiares de los desaparecidos que cargaban un retrato grande de sus hijos, mientras a lado y lado de las calles la gente los apoyaba con arengas, mucha gente con carteles hechos a mano les manifestaba su respaldo mientras la multitud marchante gritaba, ¡Ese apoyo sí se ve! ¡Ese apoyo sí se ve! Los estudiantes normalistas repetían consignas llenas de dolor, con una musicalidad cargada de rabia hacia el gobierno, se escuchaban voces de indignación que pedían la renuncia del presidente y del gobernador, de un momento a otro empecé a escuchar cantos religiosos, un grupo de monjas encabezadas por un sacerdote, el padre Solalinde, cantaban de una forma que me conmovió y me asombro pues en mi vida de marchas jamás había visto monjas en una manifestación, las seguí por un momento, muchas de ellas llevaban banderas blancas con palomas de la paz, de los muchachos desaparecidos y una que otra de Jesucristo. Seguí caminando y empecé a escuchar a un grupo cantando el yo vengo a ofrecer mi corazón de Mercedes Sosa, eran estudiantes y maestros de una escuela de teatro que usaban galones de agua como tambores y acompañaban los cantos con melodiosas, mientras unos de ellos llevaban un cartel grande de ”Somos semilla” .

La noche empezaba a aparecer y se empezaron a encender las antorchas y las velas, cada vez aparecía más y más gente a los costados de la calle, era asombroso ver un grupo tan variado,  gente mayor, oficinistas, secretarias, en fin de todo tipo de clase social y de edad, maestros con escritos de “los desaparecidos podrían ser mis alumnos”,  jóvenes con el escrito de “podría ser yo”, madres con pancartas de “podría ser mi hijo” y estudiantes con pancartas de “mamá ve cavando mi tumba porque sigo pensando”, en las paredes empezaban algunos muchachos a hacer grafittis o pintas, como les dicen los mexicanos, otros iban pegando rápidamente carteles con agua y pegante, otros carteleras con cinta al devolverme alcance a ver un grupo de aseadores que las iba quitando y limpiando los grafitis que se podían limpiar.

Cada rato se escuchaba un grupo nuevo contando hasta 43 y luego pidiendo justicia, aparecieron los punkeros, los anarkistas, y estudiantes y estudiantes de derecho, de medicina, de artes, etc., que de manera graciosa coreaban, ¡El que no salte es Peña! ¡El que no salte es Peña! , luego vi la llegada al Zócalo de una escuela de música, primero cantando algunas canciones mexicanas , después pasaron al silencio y empezaron a corear un aria de Verdi que dejo callado a más de uno, el canto lírico también estaba presente, parecía una ópera de la realidad. Al llegar a un Zócalo repleto de gente se veían altares de todo tipo con las fotos de los normalistas, al fondo y a lo lejos se escuchaban las peticiones de los padres al gobierno, mucha gente llorando conmovidos al escucharlos, se calcula que estaban más de cien mil personas reunidas y eso que eran las 10 y media de la noche.

Como colombiano ante tantas personas reunidas por una causa me preguntaba el porque no había marchado por los miles de desaparecidos que no aparecen, o por tantas matanzas que ocurren en mi país,  y no dejaba de recordar una camiseta que decía “a veces es mejor una protesta pendeja y no un pendejo que no protesta”. De vuelta a casa grafittis y grafittis con mensajes por todas las calles, solo vi unos vidrios rotos de un banco y en estos pegada una hoja de cuaderno con este texto “Esto no pasaría si este país fuera justo”. En más de 5 horas que duró lo que vi de la marcha no hubo ningún policía, solo uno que otro celador protegiendo algún local o banco, para muchos la no presencia de la policía era asustadora pues me contaban que algo similar había pasado en la masacre del 68, que el gobierno los había dejado marchar y después…zácate.

 

43 de Ayotzinapa

Al día siguiente empecé a hacer 43 muñecos similares a los desaparecidos ayotzinapos, mientras los modelaba pensaba en que que para mis eran unos personajes que hago relativamente rápido, para las madres y padres eran sus hijos y todo un proceso de creación y afecto de años y años, toda una vida,  recordaba esas caras de dolor de los familiares, esas miradas idas con esperanzas vagas. Ayer fui con mis 43 de plastilina a la plaza de las tres culturas, en Tlatelolco, un sitio memorable por la matanza estudiantil del 68, era el sitio al que estos 43 muchachos esperaban ir para conmemorar este trágico evento y para el que estaban recolectando fondos. Esto lo escribi en el vuelo México DF, Bogotá mientras reflexionaba sobre la costumbre; tal vez como colombiano me acostumbre a escuchar  a diario sobre matanzas, desaparecidos, violencia y en los muchos viajes que he hecho a México siempre lo he sentido como la Colombia de hace 20 años, la Colombia a la que me acostumbre, ojalá que los mexicanos no se acostumbren a vivir una realidad así…