El primero de julio, a la vista

Y después hay los muy complejos temas: el de la seguridad y la violencia, que también deberán sufrir, con el régimen de Andrés Manuel, una revisión y un cambio fundamentales.

Por Víctor Flores Olea | La Jornada 

¿Significa también que está a la vista un nuevo México? Tal vez no sea tan radical, pero el país entrará en una nueva etapa de su historia, que la gran mayoría esperamos que sea para bien. Que Andrés Manuel López Obrador cumpla con buena dosis de sus compromisos, y que sus adversarios no se empeñen en echar por tierra lo que ya se ha expresado como voluntad mayoritaria del pueblo: que Andrés Manuel, desde la Presidencia de la República, se aproxime al sueño de muchos mexicanos, es decir, constituir un país más justo (sin los actuales extremos de pobreza y riqueza), menos corrupto (un servicio público más limpio y menos tramposo), en el que prevalezca el orden del derecho (no su negación a fuerza de engaños y billetes), en que el desarrollo económico sea efectivo (en beneficio de los pobres), y en el que pueda haber un trabajo honesto (especialmente para los jóvenes).

No pensamos que esto se cumpla instantáneamente, pero en definitiva se trata de un propósito compartido y del cual todos somos responsables. Pero sí pensamos que desde el principio pueden verse las intenciones, que ya surgieron en la campaña y que por eso Andrés Manuel ganará la Presidencia abrumadoramente.

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En las preguntas anteriores se implica que en una elección como la de México los adversarios de Andrés Manuel son apreciables en número y, diría, sobre todo, en radicalismo, en cerrazón de miras, con la proliferación de falsedades, con un estilo político por de­más agresivo como se prueba con la violencia de la guerra sucia que se ha desatado en contra del candidato de la coalición Juntos Haremos Historia.

Sin embargo, las tendencias de opinión, que se confirman todos los días, y que ya definen el voto del próximo domingo, no han sido afectadas por esa oscura campaña, ni afectará el voto electoral.

Algunas personas están comprensiblemente preocupadas por el destino de la nación que ahora parece tan hondamente dividida. Tal cuestión es sin duda uno de los serios problemas políticos a que se entrentará Andrés Manuel. Él ha repetido que tiene en miras un país reconciliado y no dividido ni enfrentado, y ha llamado repetidamente al entendimiento. Probablemente ya muchos han entendido que deberá hacerse un esfuerzo especial para mantener la unidad del país. Lograrlo plenamente es uno de los desafíos más importantes de Andrés Manuel en esta nueva etapa histórica que se propone inaugurar. Talento, tolerancia y perseverancia, sobre todo para no perder en el esfuerzo de unificación del país sus objetivos claros en favor de los pobres, que habrán sido el motivo principal de su elección.

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Menciono esta cuestión fundamental, que evoca otro problema igualmente delicado: el rumbo del desarrollo económico y su guía maestra de no enriquecer sólo a los beneficiados de siempre, sino también a los menesterosos de nunca: un país civilizado que no funde su crecimiento en el capital de fuera, sino sobre todo en el mercado interno, que deberá crecer con base en los recursos de la nación y, sobre todo, en el propio ahorro.

Y después hay los muy complejos temas: el de la seguridad y la violencia, que también deberán sufrir, con el régimen de Andrés Manuel, una revisión y un cambio fundamentales. Pero esto procuraré revisarlo en próximos ­artículos.