Por: María Santos @marifersv94
Regeneración, 1 de diciembre de 2014.-Es de sabiduría popular lo que estamos viviendo los mexicanos en este régimen autoritario, demagogo y violento. Tristemente, siempre hemos vivido así: con gobernantes corruptos, servidores públicos asesinos y estudiantes desaparecidos. Sin irme muy atrás en la historia, recuerdo a Tlatelolco, Atenco, Hermosillo, Allende, Monterrey, Tlataya, Ayotzinapa. Sin contar otros miles de desaparecidos esparcidos por todo el país. Ahora, retumba lo sucedido en Ayotzinapa en los oídos y en los corazones de los mexicanos y de todo el mundo. Me atrevo a compararlo paralelamente con Tlatelolco. La matanza de estudiantes en Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas fue en 1968 y la matanza de algunos estudiantes y desaparición de otros 43 de Ayotzinapa fue en Iguala en el 2014. He visto un sinnúmero de veces en redes sociales y escuchado en conversaciones las dudas de la gente de por qué causó tanto revuelo lo sucedido en Iguala; hasta eso, lo de Tlatelolco fue peor. Y platicando con mi novio llegamos a unas reflexiones que me gustaría compartir con ustedes. Básicamente, se resume en que las reacciones y posturas de la gente en torno a este tipo de hechos se ha vuelto radicalmente distinta gracias a que las redes sociales nos han dado un mayor acceso a la información verídica.
El mexicano ya no es el mismo de hace cuarenta años. Es verdad que en México no tenemos memoria, se nos olvidan muy rápido las violaciones a los derechos humanos por parte del gobierno y las matanzas. A la mayoría de los que viven en el área metropolitana de Monterrey ya se les olvidó lo sucedido en el Casino Royale, por ejemplo. Nos impresionan los hechos de este tipo por una semana y en cuanto salen noticias nuevas dejamos de lado lo importante. Y esto no puede seguir así. Al menos, creo ya nunca más volverá a ser así después de lo de Iguala. En 1968 no existía el internet ni, por ende, las redes sociales. Estas en estos últimos años han sido el factor clave para que los mexicanos y el mundo despertáramos. En 1968, lo de la matanza se olvidó al poco tiempo, fue silenciado todo rápidamente. Lo de Iguala no fue así, esencialmente porque ahora tenemos a las redes sociales. Antes, el mexicano sólo se enteraba de lo que los periódicos y la televisión quería enseñar. Ahora, nos enteramos de todo lo que sucede en el mundo en cuestión de minutos gracias a la existencia de las redes sociales, donde los gobernantes no nos pueden controlar.
Los mexicanos siempre habíamos sido muy apáticos, muy olvidadizos. Muchos dicen que Ayotzinapa fue la gota que derramó el vaso, pero yo no lo veo así. Pudimos haberlo olvidado al mes o menos y aguantar como pueblo otras muchas más tragedias como esa. La diferencia es que esta vez el suceso tuvo una enorme difusión en redes sociales y la comunidad internacional se pudo enterar y meter presión al gobierno mexicano. Por lo mismo de las redes sociales, mucha gente que era apática hacia las protestas, marchas y manifestaciones, ahora apoya los movimientos sociales e incluso se atreve a criticar al gobierno. Me sorprendió muchísimo, para bien, ver que, por ejemplo, mi madre se ofendiera porque de un día para otro ya nadie hablaba de Ayotzinapa y todos estuvieran hablando de Chespirito, que en paz descanse, cuando siempre me molestaba por andar hablando de cosas de ese estilo y emitir tantas críticas al gobierno. Me sorprendieron mucho comentarios de gente de las generaciones alrededor de la de mis padres que cambiaron totalmente su forma de vernos a los jóvenes activistas. Antes, eramos unos revoltosos, ninis, manipulados, sin qué hacer, flojos, delincuentes. Ahora somos “quienes estamos cambiando el mundo”. ¿Por qué? Las generaciones de antes nunca hicieron nada como lo que estamos haciendo ahora en cuanto a activismo; pero no los culpo, pues nadie se enteraba de nada que los medios de comunicación controlados por el gobierno no querían que se enteraran. Es decir, ¿cómo rebelarse o hacer algo contra cosas de las que no te enterabas? Ahora, por el contrario, mayoritariamente gracias a las redes sociales, todos nos estamos enterando de la podredumbre de país en el que vivimos. Nos estamos quitando mutuamente los unos a los otros la venda de los ojos.
Por eso he visto mucho que la mayoría de la gente de generaciones de antes han cambiado radicalmente su manera de pensar y de expresarse sobre el gobierno y los activistas. Estamos viviendo una revolución de conciencias. Los jóvenes no somos el cambio, todos somos el cambio. Y me da un increíble gusto ver gente mayor que ha cambiado muchísimo para bien en estos últimos dos o cuatro años. Y creo que se lo debemos a la capacidad de enterarnos de la verdad en las redes sociales, donde no nos controlan el contenido. De no ser por su existencia, seguiríamos como en 1968, todos pensando que aquél que se manifiesta es un revoltoso y merece ser reprimido por el Gran Héroe Estado que nos protege de los delincuentes. Gracias a la capacidad de enterarnos de todo vía el internet, muchísimos agachones, conformistas y adoctrinados han despertado y se han dado cuenta de que lo que nos pinta la televisión no es verdad, de que estamos peor que de lo que nos podemos imaginar. Y todo esto ha ayudado a juntar más mexicanos a la causa: la lucha contra las injusticias. Por eso el caso Ayotzinapa ha sido más sonado que cualquier otro: primordialmente, por la difusión en redes sociales (claro, además del hartazgo por abusos del poder, etcétera).
Como estudiante de derecho me da mucho gusto ver a muchísima gente manifestándose legítima y pacíficamente en las calles por un México mejor y promoviendo leyes que beneficien al pueblo. Como dice uno de los mejores profesores de la Facultad Libre de Derecho de Monterrey, el Lic. Luis González González, “el sentido del derecho es, más que buscar la justicia, luchar contra la injusticia.” Y eso es precisamente lo que estamos haciendo con este movimiento global pacífico de #AcciónGlobalPorAyotzinapa: luchar contra la injusticia. Y como mexicana, me enorgullece ver a generaciones más grandes, mi generación y generaciones menores, todos interesados por nuestra situación actual y apoyando, aunque sea moralmente, a los jóvenes activistas en lugar de criticarnos, lo cual era la costumbre o regla general. Definitivamente, el chip de la gente ha tenido un cambio radical para bien. Al fin, amigos mexicanos, ¡estamos despertando!