Fidel Castro, Kadafi y la insurrección

Adolfo Gilly */

En los países árabes que comparten la ribera sur del mar Mediterráneo se ha desatado un proceso revolucionario –Egipto, Túnez, Libia–, que también induce en Argelia y Marruecos cambios políticos preventivos en sus regímenes de gobierno. Mientras en Egipto y Túnez las movilizaciones populares han determinado la caída de los gobiernos y el establecimiento de provisorios gobiernos de transición, en Libia la insurrección del pueblo contra la dictadura represora de Kadafi ha desencadenado una guerra civil y la división del ejército: una parte con el dictador, la otra con la rebelión.

Aun conociendo poco o muy poco de Libia, como es mi caso, pienso que la actitud y la posición de quien se declara socialista o sólo
democrático no puede dejar de apoyar y desear el triunfo de esa
rebelión popular contra el dictador hasta ayer aliado a los grandes
capitales europeos y estadunidenses y a sus estados imperiales. Contra esa rebelión popular, el coronel Kadafi ha lanzado todo el poder de fuego de las modernas armas aéreas y terrestres que le han sido suministradas desde hace años por aquellas potencias, sus aliadas en negocios y en armas.
 
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Grandes sectores del pueblo pobre de Libia se han insurreccionado. El
coronel Kadafi está bombardeando y masacrando a su pueblo. Lo primero que es preciso ver es qué hace el pueblo en rebelión, no cuáles son las formas o las medidas conque las potencias externas tratan de aprovecharse de esa guerra civil.

No ha habido revolución en el mundo donde esas potencias no hayan
procedido de ese modo. Pero la esencia de lo que sucede en una
revuelta o una rebelión no está en lo que intentan o pretenden hacer
sus enemigos externos e internos. Su esencia es qué hace el pueblo
insurrecto, cuáles son sus motivos y sus propósitos, contra quién y
contra qué se rebela, quiénes están de su lado y quiénes en contra. Es
preciso mirar y ubicar los cuerpos de los insurrectos, qué hacen, cómo
se la juegan. Pues una revuelta, una rebelión, una huelga, una
manifestación, son acciones humanas altamente corporales.

En Libia, Kadafi está destrozando esos cuerpos, está masacrando a su pueblo, está defendiendo su poder, sus riquezas, sus cárceles y sus cámaras de tortura, cualesquiera hayan podido ser sus medidas
nacionalistas hace 40 años.

Una sorprendente –o tal vez no– cantidad de partidarios del socialismo
o del nacionalismo cierran los ojos ante esa realidad y siguen viendo
a Kadafi como un aliado, un “antimperialista”, amenazado por la
intervención de los imperios. Sin atender al peligro inmediato y real,
la masacre brutal de Kadafi contra su pueblo, se preocupan por la
amenaza futura aún no advenida: la intervención imperial.

Precisamente si esa intervención sobreviene, como es posible, no será
antes de que hayan dejado a Kadafi masacrar y desmantelar la fuerza de la insurrección popular. Éste es quien, por el momento, les está
haciendo la tarea. Si esos socialistas o antimperialistas no ven esta
evidencia, es porque en un largo proceso de encantamiento con partidos
e instituciones varias, ahora ven estados y cúpulas antes que pueblos
y rebeliones. Éstas, en sus inicios, siempre son confusas, mezcladas, impuras, llenas de furia, ruido, improperios y clamores. Huelen a pobre, visten con desaliño y se alimentan cuando pueden. Pero a la hora de la hora, ponen sus cuerpos contra los ejércitos y muchas veces los dividen. Así fue, nomás así, la revolución mexicana, así fueron la División del Norte y Pancho Villa, esa figura única cuyo genio, extraño y agudo, los gobernantes y los políticos de México, pasado ya casi un siglo, todavía no acabaron de entender.
 
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Entre tantas voces que componen la actual algarabía de izquierda
acerca de la revolución árabe, quiero citar por extenso una que, en
estos afanes, merece ser escuchada; y que a mi juicio no lo está
siendo por buena parte de quienes son sus seguidores: la del
comandante Fidel Castro.

Me resulta muy serio lo que dice; y en esta coyuntura crítica creo
percibir en lo que escribe, antes que los motivos de la ideología, la
voz de la experiencia específica de Cuba. De aquí en adelante, me
limitaré a citar los párrafos más destacados, a mi juicio, de los dos
últimos artículos del comandante y estadista cubano. No necesito
decir, pero lo digo, que no soy fidelista ni castrista; y que siempre
he defendido a la revolución cubana, desde adentro y desde afuera de la isla.

Fidel Castro recuerda en su escrito los orígenes antimperialistas del
régimen de Kadafi, cuando en 1969 el joven coronel de 27 años derribó al rey Idris I, realizó una reforma agraria, nacionalizó el petróleo y tomó medidas para el desarrollo de la educación, la economía y la sociedad libia. Agrega luego que “los revolucionarios libios elaboraron y aplicaron sus propias ideas respecto a las instituciones legales políticas” y que los gobernantes cubanos “nos abstuvimos por completo de emitir opiniones sobre las concepciones de la dirección libia”.

Sobre esta primera distancia entre Cuba y Libia, pese a las relaciones
mantenidas desde entonces, Fidel Castro traza ahora una nítida raya
divisoria. Dice así:

“Es un hecho irrebatible que las relaciones entre Estados Unidos y sus
aliados de la OTAN con Libia en los últimos años eran excelentes,
antes de que surgiera la rebelión en Egipto y en Túnez.

“En los encuentros de alto nivel entre Libia y los dirigentes de la
OTAN ninguno de éstos tenía problemas con Kadafi. El país era una
fuente segura de abastecimiento de petróleo de alta calidad, gas e
incluso potasio. Los problemas surgidos entre ellos durante las
primeras décadas habían sido superados.

“Se abrieron a la inversión extranjera sectores estratégicos como la
producción y distribución del petróleo.

“La privatización alcanzó a muchas empresas públicas. El FMI ejerció
su beatífico papel en la instrumentación de dichas operaciones.

“Como es lógico, Aznar se deshizo en elogios a Kadafi, y tras él
Blair, Berlusconi, Sarkozy, Zapatero, y hasta mi amigo el rey de
España, desfilaron ante la burlona mirada del líder libio. Estaban felices.”

Pregunta entonces Fidel por qué ahora todos ellos se ponen contra
Kadafi y lo acusan “de disparar contra ciudadanos desarmados que
protestaban”. Fidel Castro no desmiente este hecho. Pero con razón agrega:

“¿Por qué no explican al mundo que las armas y sobre todo los equipos sofisticados de represión que posee Libia fueron suministrados por Estados Unidos, Gran Bretaña y otros ilustres anfitriones de Kadafi?”

Me permito repetir y subrayar: Fidel Castro afirma nítidamente que
Kadafi ha sido provisto por Estados Unidos y Gran Bretaña de armas y
“sofisticados equipos de represión” que ahora utiliza contra
“ciudadanos desarmados que protestaban”.

Más claro, agua.

El escrito del dirigente cubano del 3 de marzo pasado agrega una
definición radical sobre lo que sucede en estos tiempos en los países
árabes. Cito y subrayo:

“La revolución en el mundo árabe, que tanto temen Estados Unidos y la OTAN, es la de los que carecen de todos los derechos frente a los que ostentan todos los privilegios, llamada, por tanto, a ser más profunda que la que en 1789 se desató en Europa con la toma de la Bastilla”.

De esa revolución forma parte la insurrección del pueblo libio contra
la dictadura autocrática de Kadafi, hasta ayer aliada con los
gobiernos de las grandes potencias europeas y de Estados Unidos.

Sobre estas descripciones y definiciones del régimen de Kadafi y de su despiadada represión contra su pueblo, Fidel Castro da su apoyo a la mediación propuesta por Hugo Chávez. Pero la ve como una mediación entre los dos bandos de la guerra civil libia que para tener éxito necesita antes “crear un amplio movimiento de opinión”; es decir, no limitarse a los contactos diplomáticos que sin duda ya existen y
actúan. El tiempo apremia, está diciendo, pues la OTAN y sus ejércitos
están al acecho.

Si como parece esto es así, si en efecto esas potencias están
preparando una intervención, al menos tres razones los contienen
todavía: primero el contragolpe siniestro para ellos mismos que
tendría una intervención contra un país ribereño del Mediterráneo
occidental, vistos los desastres sucesivos y acumulativos de las
invasiones a Irak y Afganistán; luego, la reacción de otras potencias:
Rusia, China, India, Brasil, para sólo mencionar esas cuatro; por fin,
las divergencias y las disputas de intereses entre los mismos
candidatos a intervenir: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e
Italia, para sólo citar otros cuatro.
 
* * *

El segundo documento de Fidel Castro, “La OTAN, la guerra, la mentira y los negocios”, del 9 de marzo de 2011, retoma argumentos y los reitera ahora con un sesgo más inmediato y descriptivo. Recuerda cómo, a partir de 2003, se iniciaron conversaciones regulares entre Blair, Bush y Kadafi, y éste aceptó y ejecutó medidas de desarme exigidas por aquéllos. A continuación describe con marcada ironía la trayectoria recorrida por las relaciones de Kadafi con Estados Unidos y las potencias europeas:

“A partir de octubre de 2002 se inició el maratón de visitas a
Tripoli: Silvio Berlusconi en octubre de 2002; José María Aznar, en
septiembre de 2003; Berlusconi de nuevo en febrero, agosto y octubre
de 2004; Blair, en marzo de 2004; el alemán Schröeder en octubre de
ese año. Todo el mundo feliz. Poderoso caballero es don dinero.”
(Subrayado mío).

“Kadafi recorrió triunfalmente Europa”, escribe a continuación Fidel
Castro: en Bruselas vio a Romano Prodi; en agosto invitó a Bush a
visitar Libia; ultimó contratos con Exxon Mobil, Chevron Texaco y
Conoco Philips para explotar el petróleo libio. Después estableció
plenas relaciones diplomáticas con Estados Unidos y Bush, y firmó
acuerdos de cooperación nuclear con Francia y Estados Unidos. Tony
Blair lo visitó en Libia en 2007 y British Petroleun firmó un contrato
“enormemente importante” para explotar el gas libio. Esta lista que
Fidel Castro hace sobre los viajes y las amistades de Kadafi concluye así:
 
“En diciembre de 2007, Kadafi realizó dos visitas a Francia y firmó
contratos de equipamientos militares y civiles por valor de 10 mil
millones de euros; y a España, donde se entrevistó con el presidente
del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Contratos millonarios se
suscribieron con importantes países de la OTAN.

“¿Qué es lo que ahora ha originado la retirada precipitada de las
embajadas de Estados Unidos y los demás miembros de la OTAN? Todo resulta sumamente extraño”.

El documento concluye apoyando una vez más la propuesta de mediación de Hugo Chávez entre las partes en conflicto en Libia, a la cual enmarca en el siguiente párrafo final:

“Estamos contra la guerra interna en Libia, a favor de la paz
inmediata y el respeto pleno a la vida de todos los ciudadanos, sin
intervención extranjera, que sólo serviría a la prolongación del
conflicto y a los intereses de la OTAN”.
 
* * *

Es difícil no comprender el sentido de estos dos documentos del
dirigente cubano. Es un enjuiciamiento del régimen de Kadafi, una
denuncia de sus alianzas con las potencias europeas y de sus masacres actuales en Libia y una invitación a negociar entre las dos partes enfrentadas en la guerra civil para evitar una intervención
extranjera. Está dando así un reconocimiento beligerante a las fuerzas
insurrectas y alertando, con razón, sobre la actitud de la OTAN. Ésta
aún está incierta ante la aventura de meterse en otra guerra colonial
en el Mediterráneo. Pero está también a la espera de que los
demoledores ataques de Kadafi debiliten a los insurrectos, aislen más
a Kadafi y abran mayores posibilidades a la amenazante movilización
bélica de la OTAN en el Mediterráneo.

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(tomado de La Jornada, domingo, 13 de marzo de 2011)

Leer a Fidel Castro

En su edición electrónica de ayer, La Jornada publicó una Reflexión de
Fidel Castro titulada Los dos terremotos. Se refería al tsunami en
Japón y a la revolución en Libia. Creo importante destacar los
párrafos tocantes a la presente situación en Libia. Dice el dirigente cubano:

“No albergo duda alguna de que Kadafi y la dirección libia cometieron
un error al confiar en Bush y en la OTAN, como se puede deducir de lo
que escribí en la Reflexión del día 9 [de marzo].

“Tampoco dudo de las intenciones de Estados Unidos y la OTAN de
intervenir en Libia y abortar la ola revolucionaria que sacude el mundo árabe.

Los pueblos que se oponen a la intervención de la OTAN y defienden la idea de una solución política sin intervención extranjera, albergan la
convicción de que los patriotas libios defenderán su Patria hasta el
último aliento.

En estos tres significativos y medidos párrafos, leo lo siguiente: un
llamado a todos los libios a unirse como nación contra los posibles
invasores (los cuales hoy día aún no se ponen de acuerdo sobre Libia
debido a sus propias disputas de intereses); una crítica a Kadafi, que
acentúa la ruptura con el dictador libio, pues éste no es persona para
perdonar que Fidel Castro le diga en público que, sin lugar a dudas se
equivocó; un alerta contra los propósitos de la OTAN, no sólo de
intervenir en Libia, sino de intentar abortar la ola revolucionaria
que sacude el mundo árabe, y una definición clara de que la rebelión
de Libia, que la OTAN quiere instrumentalizar para invadir, forma
parte de esa ola revolucionaria y es un terremoto de carácter político
(los terremotos vienen de abajo, no de afuera).

Es preciso, insisto, leer con atención esas Reflexiones de Fidel
Castro sobre los sucesos de Libia y los países árabes.

Adolfo Gilly

*Tomado de La Jornada