Por JULIEN SALINGUE
Una vez más, difícil de creer en las lágrimas de cocodrilo de nuestros dirigentes, por no hablar de las jeremíadas de los oficiales israelíes: desde hace decenios, la política del estado de Israel en Jerusalén es algo conocido y documentado; desde hace decenios, esta política está guiada por tres principios: colonización, expulsión, discriminación. Y suscita la revuelta, legítima, de los palestinos.
“Los [recientes] acontecimientos en Jerusalén Este han estado caracterizados por la expansión de la colonización y un número considerable de casas demolidas y de palestinos expulsados. Israel prosigue activamente, en la práctica, la anexión ilegal de Jerusalén Este debilitando la comunidad palestina de la ciudad, impidiendo el desarrollo urbano de los palestinos, y a fin de cuentas, separando Jerusalén Este del resto de Cisjordania”.
Pero, ¿de quién emana pues esta constatación sin ambigüedad? De un informe redactado … en 2009 por los 28 diplomáticos de la Unión Europea en funciones en Jerusalén. La versión actualizada de este informe, en 2014, denunciaba “la aceleración sin precedentes de la colonización” y alertaba: “Existe un riesgo significativo de que unos incidentes en la explanada de las mezquitas […] susciten reacciones extremas tanto localmente como a través del mundo árabo-musulmán”.
A finales del mes de octubre, el periodista israelí Gideon Levy se preguntaba, en el diario Haaretz: “Las detenciones masivas en Jerusalén, que no han despertado ningún interés en Jerusalén, la invasión de colonos en los barrios árabes con el apoyo del gobierno y de los tribunales, la negligencia criminal de la que la ciudad es responsable -todo esto tendrá un coste. ¿Durante cuánto tiempo aún los palestinos verán a sus hijos con temor a salir de su casa por miedo a ser atacados en la calle por unos exaltados? ¿Durante cuánto tiempo verán a sus hijos detenidos por tirar una piedra? ¿Cuánto tiempo observarán el abandono de sus barrios? ¿Cuánto tiempo consentirán en su expulsión tácita de la ciudad?”
Una cólera que viene de lejos
En definitiva, para cualquiera que observe aunque sea por encima la situación de Jerusalén, no habrán sido ninguna sorpresa las actuales “tensiones”. Tras la conquista militar de la parte árabe de Jerusalén en 1967, las autoridades israelíes no han clasificado más que el 13% de Jerusalén Este como “zona de construcción” para los palestinos, contra el 35% para la colonización. Las colonias se han desarrollado a gran velocidad (más de 200 000 colonos hoy) mientras que los palestinos recibían los permisos de construir en cuenta gotas. A lo largo de los diez últimos años, han obtenido menos de 200 por año, cuando tienen necesidad de diez veces más para absorber el crecimiento de la población. Construyen pues de forma “ilegal” y se exponen a demoliciones: más de 1200 edificios destruidos desde el año 2000; más de 80 000 palestinos de Jerusalén viven hoy en viviendas consideradas como “ilegales” por Israel y están bajo la amenaza de una orden de demolición.
Los palestinos de Jerusalén tienen un estatus jurídico particular: son portadores de una “carta de residente” que les permite, entre otras cosas, votar en las elecciones municipales o trabajar en Israel. Pero la obtención, la conservación o la renovación de esta carta es un verdadero viacrucis, y numerosos palestinos pierden su estatus de residente cada año: dossier incompleto (doce documentos administrativos son necesarios en ciertos casos), ausencia prolongada, condenas penales… todos los motivos son buenos para despojarles de su status de residente. Desde 1994, 11 000 palestinos han perdido este estatus.
No se sabe si reír o llorar cuando se oye a un oficial israelí rebelarse contra las recientes “violencias” palestinas y declarar sin pestañear: “es preciso que la coexistencia pacífica entre judíos y árabes continúe en Jerusalén”. La ciudad ha sido objeto, desde hace decenios, de una política de judaización, con el objetivo de oponerse a toda reivindicación de soberanía palestina sobre lo que Israel presenta como su “capital una e indivisible”. Ninguna sorpresa, a partir de ahí, en que los palestinos de Jerusalén se rebelen regularmente, como ocurre estas semanas. Una cólera que solo parará cuando las políticas coloniales y opresivas acaben.
Hebdo L’Anticapitaliste – 265 (20/11/2014)
http://npa2009.org/actualite/jerusalem-capitale-de-lapartheid
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR