Kanela Hart, desde la vulnerabilidad del Drag Queen

Antes de ser Kanela Hart, Luis Ramírez pasó por una historia de violencia que le obligó a tomar una decisión entre dejarse morir y salir de su cuerpo o reencontrarse y vivir, y decidió vivir. 

 

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Fotografía de Arturo Gómez de Proyecto Knowing

Por Fabiola Rocha

Regeneración, septiembre de 2016.- La encontré en plena calle, estaba vestida de rosa pálido, muy etérea ella; su voz, tirada hacia el melodrama de los tonos altos invitó a pasar y al calor de una noche de copas mi lengua se fue directo a los halagos, qué bonita estás, le dije, creo que te he visto antes. No fue una intentona seductora, pero podría.

Sus brazos y piernas largas, su cara igualmente alargada hacen un perfecto match con su estructura enjuta; parece débil pero no lo es, pensé cuando con toda intención rodeé con mis brazos su cintura.

¿Por qué no pasan?, sugirió, hoy tenemos noche de Karaoke.

Era miércoles y la visita de uno de mis primos prologó la fiesta que me traía desde hacía una semana. Pretextos a la mexicana. Y para no hacer el cuento largo, entramos.

Así conocí a Kanela Hart, una de las drag queen que trabaja en La Sacristía en la zona rosa, luego me enteraría que detrás de esos ojos vivaces hay una historia de violencia que le hizo ser lo que es.

Detrás de esos ojos

 

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Foto Facebook

La historia de su reivindicación podría parecerse a la de muchas mujeres u homosexuales, pero esta es especial porque la determinación de seguir hasta el final con un proceso legal, sacó de las calles a unos delincuentes que utilizaban un taxi para secuestrar y violentar.

“Cuando tenía 19 años tuve un secuestro exprés, tomé un taxi en la noche y digamos que me tuvieron ahí un rato, me asaltaron, me golpearon, me violaron y después insistieron en que querían ir a mi casa, a mí me valió y fue cuando las cosas se pusieron feas”, contó la reina en una entrevista.

Eso fue lo que motivó su profesión, fue una especie de terapia, una manera de gritarle al mundo que pese a la manera en que se violenta a las personas, hay algunas que están dispuestas a plantarles la cara, a no dejarse llevar por la tristeza y el dolor.

“Había sido víctima de un delito grave que me dejó muy lastimado, muy traumado, con muchos pedos mentales y yo necesitaba ponerme en un estado de volverme un ser muy vulnerable para poner expresar lo que sentía, porque yo pinto y así, pero no podía, me sentí atascado, iba con un psicólogo a un lugar y no podía y no podía sacarlo”, compartió.

“Veía a una drag queen, una vestida o un transformista estando hasta abajo de los derechos de las personas, porque al final representas a una mujer y una mujer en una sociedad es quien de cierta manera está abajo; y cuando eres un hombre y tú renuncias, mucha gente te ataca porque al final estás renunciando a cierta masculinidad, una cierta superioridad que todo el mundo percibe, y yo mismo lo veo así, volviéndote este personaje, tomando tu lado femenino y haciéndote menos (…) consideraba que era como ponerme en el espacio más vulnerable de todos”.

Un trauma así te despierta o te hunde, hace unos meses leí de una mujer que solicitó muerte asistida porque no podía levantarse de la cama después de haber sido víctima de abuso sexual; el primer caso de eutanasia por motivos psicológicos.

Y por otro lado se filtra en mis recuerdos el relato de una de mis amantes, quien de tanto recibir abusos de uno de sus tíos, se convirtió en la persona más cruel y fuerte que conozco.

También Kanela decidió la muerte, la de sus miedos, colocándose en un espacio de reinvindicación de lo femenino, de su propia identidad aunque eso le augurara un destino de críticas encarnizadas de otros y propias. Y no, no es fácil colocarse ahí, en el escenario para que cualquiera hable de tu trabajo, de tu cuerpo, de tu maquillaje, de la forma en que te levantas o te caes.

“Ponerme en este estado de que la gente me atacara, me ha vuelto más fuerte, porque es como que alguien te critica, te dice, pero ya no me siento mal o de la misma manera que antes”, dijo.

“En mi caso me ha ayudado para mejorar a Luis, a Kanelito y al mismo tiempo me ha ayudado a mejorar a Kanela, que este personaje se pula y se vaya reinventando sobre lo que quiero construir”.

En los intersticios de Kanela y Kanelito (el apodo de infancia con el que aún le llaman) descubrí a Luis Enrique Ramírez Ramírez, el joven que pese a que encuentra similitudes con su alterego, Kanela Hart, no es ella cuando se quita el maquillaje.

 

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Fotografía de Arturo Gómez de Proyecto Knowing

“(Kanela) proviene de Luis, pero no sé”, dijo, “hay cosas como por ejemplo, Luis en un ensayo se va a quedar callado, que los demás hablen, en cambio con Kanela prefiero ser escuchado, alzo más la voz”.

Sus declaraciones, sin embargo, contrastaron con la imagen fortalecida de la persona que me contaba su historia, vestido de verde y con el pelo casi a rape, con esa voz tan cierta y en cuya cadencia se asomaba el orgullo de alguien que se atrevió a ir hasta las últimas consecuencias y pugnar hasta el final por el castigo de sus agresores; quienes no sólo abusaron de él, sino de otras personas, sobre todo mujeres.

“Era el único que tenía un caso sólido, desde mis cosas, las cámaras de seguridad de la Ciudad de México, que pues yo decía la hora y coincidió, y todo esto ayudó, pero es un proceso muy difícil, el que acabe de pasar y luego luego tengas que hacer una declaración, y digas pelos y señales, y qué te hicieron y cómo, y arriba y abajo, y enfrente de tu papá, de tu mamá, o al lado de alguien, porque no era obligatorio, pero querían estar ahí”, contó.

“Tenía que ser fuerte y decir es esto, pasó esto y decir ‘me estaban amagando y no podía ver hacia un lado, y quieres que te describa cómo era la mano y en qué calle estaba y cómo era la iluminación…’”.

El proceso judicial que siguió fue muy largo, pero Luis se puede contar entre las pocas personas, el insuficiente 62 por ciento de casos en los que la Procuraduría General de la República tiene éxito y condena a los responsables de un delito.

Y el camino hacia su propia tranquilidad aún está en proceso, pero cada día se siente más cómodo y con su trabajo, incluso feliz.

En el escenario las luces se encienden, en él un performer emerge, su peluca larga, sus facciones y sus ojos restriegan en la cara la determinación. Un camino largo sigue para Kanela, quien apenas tiene 24 años, pero ahora no tiene miedo.

“Igual hay muchas respuestas que no tengo, pero sólo tengo una puta vida y me voy a arriesgar”, concluyó.