La democracia de los multimillonarios

Por Nomi Prins
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El Gran Dinero: su significado en las elecciones de 2016

Introducción de Tom Engelhardt

Sinceramente, esto no tiene arreglo. ¿Cómo responder a un multimillonario* convertido en un toro que arrasa con todo en la arena política? En el Estados Unidos de 2016, la respuesta es obvia: al ruedo no entran los subalternos sino el propio matador: otro multimillonario, por supuesto. Por eso, Michael Bloomberg esta amenazando ahora que entrará en la lidia como candidato de un tercer partido. Según el New York Times, está pensando en gastar por lo menos 1.000 millones de su fortuna de 36.000 millones de dólares (¿o son casi 49.000?) si como parece Donald Trump y Bernie Sanders (hasta ahora el único candidato en carrera que no está respaldado por multimillonarios, por lo tanto una amenaza real para cualquiera de ellos) de verdad podrían ser elegidos para la presidencia. Por supuesto, si quisiera, Bloomberg podría poner miles de millones de dólares en la carrera presidencial, ya que su fortuna supera en 11 veces o más la de Donald Trump (y podría decidir la elección hacia los republicanos o, si ninguno de ellos acabara con una mayoría en el Colegio Electoral, incluso instalarlo en la Casa de los Representantes, haciendo de Paul Ryan el equivalente del Tribunal Supremo en Bush v. Gore**).

Los multimillonarios hacen de las suyas en una era sin límites para las donaciones a las campañas electorales, en la que el Tribunal Supremo permite que fluya, sin escrutinio público alguno, un aluvión de dinero plutocrático a través de las super-Comisiones de Acción Política (PAC, por sus siglas en inglés). Muy pronto se montaron otras “primarias” informales en las que los potenciales candidatos recorrieron de rodillas los centros de turismo y los locales de lujo preferidos por esos multimillonarios rogando su apoyo. Aun así, la transformación de la política estadounidense ha sido tan rápida que esos días pronto podrían ser considerados los viejos buenos tiempos de la democracia del siglo XXI antes de que los multimillonarios se dieran cuenta de que, respecto de candidatos, ya no tenían que comprarlos: muy bien podían ser ellos mismos.

Donald Trump fue el primero en percibir la llegada del tiempo del Gran Dinero (a pesar de que Ross Perot, en 1991, y Steve Forbes, en 1996 y 2000, se le adelantaran). Hoy, Nomi Prins, colaboradora habitual deTomDispatch y autora de All the Presidents’ Bankers (Todos los banqueros de los presidentes) nos dice (con los datos sobre los dólares en juego y cómo lo consiguen) que el sistema electoral de Estados Unidos es el verdadero terreno de juego de los multimillonarios y, literalmente, lo es cada día más.

Desde el punto de vista del 1 por ciento, aquí está lo más reconfortante de la situación. Hace mucho tiempo, ser un multimillonario representaba cierta mácula pero, en este gran país nuestro, un defecto como ese puede superarse. Hoy en día –hablamos de la igualdad en lo más alto de la pirámide–, se puede ser un multimillonario, ser candidato a presidente y ¡tener la posibilidad de ganar! En 2016, este país es el sitio donde se realizan los sueños de los multimillonarios.

* * *

La elección más cara siempre es el terreno de juego de un multimillonario (excepto para Bernie Sanders)

Cuando el presidente Obama pronunció su último discurso del Estado de la Nación, dijo: “Nuestra marca democrática es firme”. Una caracterización más exacta podrá haber sido: «Nuestra marca democrática es el dinero contante y sonante”.

Dinero en metálico –montañas de dinero– es la herramienta cada vez más necesaria para un candidato presidencial. El equivalente a varios botes de la mayor lotería imaginable podría ya haber llegado en forma de contribuciones para alimentar las elecciones de 2016. Sin embargo, cuando se observan las actuales donaciones, el mal está en los detalles; de ahí la necesidad de examinar los detalles.

Con tres debates ya realizados y seis más programados, quienes más han recaudado son –sorpresivamente– Bernie Sanders y Donald Trump. Ninguno de los dos tiene una super-PAC poblada de multimillonarios, pero por razones completamente distintas. Bernie ha dejado bien en claro que los multimillonarios nunca serían bien vistos entre sus admiradores. Mientras que Trump… bueno, ya lo saben, él no solo es un multimillonario; además tiene el don para conseguir esa atención que ni siquiera los miles de millones de dólares pueden comprar.

En cuanto al resto de los contendientes en el campo de juego, cada candidato cuenta con la fiabilidad de su propia colección de patrocinadores multimillonarios o nababs corporativos cuando la persona indicada da la señal. En este punto, créanlo o no, gracias a la decisión del Tribunal Supremo de 2010 de regular los gastos en las campañas electorales que dio lugar a la formación de las super-PAC, no todos los multimillonarios se han comprometido todavía. De hecho, algunos de ellos ya se están preparando para abandonar el barco de su primer candidato elegido o reservando los fondos realmente grandes para más adelante, cuando solo queden dos de ellos en el camino a la Casa Blanca.

Las cadenas de televisión están impacientes por hacerse con esta obra teatral de los multimillonarios para sacarle provecho a la versión más atrapante de la politiquería eleccionaria y quedarse con los miles de millones de dólares en anuncios que se derramarán en las pantallas de todo el país entre estos días y el 8 de noviembre. A medida que las super-PAC, los multimillonarios y la empresas más grandes presionen con su influencia en lo que ha dado en llamarse “nuestra democracia”, el moderno sistema de debates –una lucha a cara de perro de 16 meses de duración– se ha convertido en el equivalente político de las finales de la Liga Nacional de Fútbol. A su vez, las encuestas, las cataratas de anuncios y las luchas internas en los partidos que ayudan a generarlas ahora se traducirán en más miles de millones de dólares para los magnates de los medios.

Para su entretenimiento y el mío, siendo esta una campaña electoral de 24 horas de diversión por día, examinemos las relaciones que se dan entre nuestros plutócratas del siglo XXI y los contendientes que han recaudado cinco millones de dólares o más en forma de contribuciones personales o a través de las super-PAC y están en el 5 por ciento –o más– de las encuestas nacionales. Evitaré el uso de frases políticamente correctas que alimentan la ilusión de distancia entre las super-PAC que supuestamente apoyan la causa de cada candidato y los propios candidatos porque, en la práctica, tal distancia no existe.

DEL LADO REPUBLICANO:

1. Ted Cruz: los multimillonarios “más temerosos de Dios”

Sí, es verdad que el senador por Texas cometió una “pifia” cuando no tuvo el detalle de revelar a la Comisión Electoral Federal (FEC, por sus siglas en inglés) un pequeño préstamo de seis dígitos concedido por Goldman Sachs para su exitosa campaña electoral para el Senado de 2012 (después de todo, ¿qué es medio millón de dólares entre amigos, sobre todo cuando el banco de inversión de marras también empleó a su esposa y a su jefe de finanzas?). Como dijo Donald hace poco tiempo a una multitud en Iowa en relación con Ted Cruz, “Goldman Sachs es su dueño. Recuerden esto, amigos. Él les pertenece”.

Además de eso, con un montón de cristianos adinerados a su lado, Cruz ha recaudado la segunda montaña de dinero de los candidatos republicanos. El total de contribuciones personales y de la PAC reveladas hasta ahora es sorprendente: 65.200 millones de dólares. De ellos, 14.280 millones ya se han gastado. A finales de noviembre de 2015, los contribuyentes individuales habían aportado casi un tercio de ese monto –26,57 millones de dólares (11 millones de pequeños donantes y 15,2 millones de los más grandes). Los cinco grupos más importantes de donantes están formados por jubilados, abogados y sus bufetes, profesionales de la salud, comerciantes diversos, y sociedades de inversiones y seguros (entre ellos, por supuesto, Goldman Sachs, con una aportación de 43.575 dólares).

La super-PAC de Cruz “Mantener la promesa” continúa creciendo como una franquicia de cine de acción. Incluye la PAC “Mantener la promesa” inicial a la que se han agregado “Mantener la promesa” I, II y III. Entre todas ellas, reunieron 37,83 millones de dólares. Respecto del empleo de fondos contra sus adversarios, la super-PAC de Cruz ha gastado más de 10 veces en la lucha contra Marco Rubio de lo invertido contra Hillary Clinton.

El dinero llega a esta super-PAC proveniente de distintas facciones familiares según un esquema que recuerda a la serie Juego de tronos. Una porción de 15 millones de dólares llega de los magnates del fracking, los hermanos Wilk, los multimillonarios evangélicos de Texas; otros 10 millones proceden de Toby Neugebauer, quien además es el directivo principal de la organización pública de beneficencia, la Fundación Matthew 6:20, cuyo lema es “Ayudar a las iniciativas de la Comunidad Cristiana”.

La super-PAC de Cruz también recibió 11 millones de dólares del multimillonario Robert Mercer, uno de los CEO del fondo Renaissance Technologies, de Nueva York. Su contribución, sin embargo, es irrisoria si se la compara con los 6.800 millones de dólares escondidos a Hacienda por Renaissance, como sostiene una subcomisión del Senado (una imputación que Mercer continúa negando). ¿Qué dice de esto “valores de Nueva York”? No sorprende que Cruz quiera abolir Hacienda.

Otro de los aportantes de Cruz es Bob McNair, el magnate inmobiliario y multimillonario dueño del Houston Texans, equipo de la Liga Nacional de Fútbol, quien habla de sí mismo como el “auxiliar de vuelo cristiano”.

2. Marco Rubio: los multimillonarios más diversos

Marco Rubio, senador por Florida, ha recaudado 32,8 millones de dólares mediante aportaciones personales y de la PAC, de los cuales ha gastado nueve. A pesar de las dificultades económicas por las que ha pasado –acerca de las cuales a él le agrada hablar–, no ha sintonizado con los oprimidos; de ahí su debilidad en los sondeos electorales en los sectores más desposeídos. Aun así, parece que los multimillonarios de todo tipo le adoran.

El grueso de su dinero proviene de las super-PAC y los grandes contribuyentes. Los más pequeños aportaron 3,3 millones de dólares; los de mayores recursos allegaron 11,3 millones. Goldman Sachs encabeza el grupo de los donantes corporativos con 79.600 dólares.

Su principal super-PAC, “Conservative Solutions”, ha recogido 16,6 millones de dólares; se constituye así en la tercera vaca de dinero en metálico detrás de las de Jeb Bush y Ted Cruz. Consiguió cinco millones de Braman Motorcars, tres de Oracle Corporation y 2,5 millones de dólares de Benjamin Leon hijo, de la cuadra Besilu (evidentemente, estos caballos están apostando por Rubio).

También confeccionó una atractiva lista de multimillonarios entre los que está Paul Singer, el de los “fondos buitre” de Argentina, quien fue el tercer posicionado entre los conservadores donantes en las elecciones de 2014. En el pasado octubre, en un envío masivo de emails a seguidores sobre un encuentro antes de las primarias en Iowa, Singer prometió “Quien recaude 10.800 dólares contantes y sonantes recibirá cinco invitaciones VIP para una mitin y cinco invitaciones para una recepción privada con Marco”.

Otro de los Chicos Multimillonarios de Rubio es su consejero Norman Braman, el vendedor de coches de Florida. En estos días ha estado desembolsando dinero de verdad, pero retrocedamos a 2008: Braman entregó 100.000 dólares para financiarle a Rubio un puesto en la educación cuando este tuviera que dejar el Senado de Florida. Lo que resulta bastante curioso de la relación con Braman es la intensa aversión que este siente por Jeb Bush, el ex mentor político de Rubio y ahora blanco de todos sus ataques. En otras palabras, su odio por Bush está beneficiando a Rubio.

Para completar el círculo de los tres multimillonarios está el CEO de Oracle Larry Ellison, que ocupa el tercer puesto en la lista Forbes de los archimillonarios. El pasado verano, organizó una cena especial para parejas en su complejo de Woodside, California, a 2.700 dólares la invitación; de esta manera recaudó 27.000 dólares. Si de alguna manera, Rubio arranca bien, usted puede apostar a que Ellison será el hombre del año en Silicon Valley.

3. Jeb Bush: los multimillonarios más decepcionados

A pesar de que quien una vez fuera el favorito de los republicanos ahora parece más bien un agujero negro, los fondos de “¡Jeb!” continúan siendo importantes. Hasta fines del pasado noviembre ha recaudado un total de 128 millones de dólares y gastado solo 19,9 millones. Fundamentalmente, casi ningún dinero de Jeb proviene de la gente de a pie (esto es, nosotros). Apenas un 4 por ciento de sus contribuciones de donantes particulares son de 200 dólares o menos.

Si hablamos de donantes corporativos, ocho de los 10 donantes más importantes son bancos o empresas financieras (incluyendo todos los bancos llamados los “Big Six”, es decir, Goldman Sachs, Morgan Stanley, JP Morgan Chase, Citigroup, Bank of America y Wells Fargo). Goldman Sachs –que es una empresa cualquier cosa menos generosa con casi cualquier candidato; excepto Bernie, por supuesto– encabeza la lista de donantes corporativos con 192.500 dólares. En comparación con las super-PAC del resto de contendientes republicanos las de Jeb Bush son las más eficientes: su super-PAC “Right to Rise” recaudó unos jugosos 103,2 millones de dólares; aunque ya no figure en las encuestas, sigue siendo con mucho el más fuerte en el campo de juego.

En la lista de contribuyentes de la PAC “Right to Rise” están el fundador y director de MBF Health Partners, Mike Fernández, quien pagó muchos anuncios contra Trump, con 3,02 millones de dólares; y Rooney Holdings, con 2,2 millones. El CEO de esta empresa, Francis Rooney III, es el hombre que George W. Bush nombró para que represente a Estados Unidos ante El Vaticano. El ex CEO de la aseguradora AIG, la actual empresa de Hank Greenberg, CV Starr (no se preocupe, él también hizo todo lo que pudo para aclararse…), dio 10 millones a la super-PAC de Jeb. En la misma entrevista para Fox Business en la que hizo hincapié en esta distinción, también dijo: “Lamento que él no está a la altura de las expectativas, pero esa es la realidad”. A propósito, AIG recibió 182.000 millones cuando el gobierno del hermano de Jeb –George W.– la salvó de la quiebra.

4. Ben Carson: no ama a los multimillonarios

Ben Carson está haciendo una campaña bastante cara, algo que no condice con su posible manejo futuro de la economía (aunque a medida que los sondeos lo hunden en la irrelevancia, parece que su momento para manejar algo puede haber pasado). Habiendo recaudado 38,7 millones de dólares, ha gastado 26,4 millones. En su campaña, 63 de cada 100 de los donantes son pequeños; en octubre de 2015, según la autoridad electoral federal, esto lo situaba en tercer lugar detrás de Bernie y Trump.

Sus principales super-PAC, agrupados bajo la denominación “The 2016 Committee” solo consiguieron 3,8 millones de dólares; la mayor parte de este dinero fue aportado por jubilados adinerados. Otra PAC, “Our Cchildren’s Future” no recaudó nada, a pesar de la promesa de convertir a “la milicia externa de Carson en un ejército organizado”.

Pero para Carson, los multimillonarios no son santos de su devoción. Ya lo dijo el pasado octubre: “No he estado lamiendo las botas de los multimillonarios ni las de los grupos de interés. No me he acostado con ellos”.

Recientemente, Carson cayó al cuarto puesto en el sondeo de RealClearPolitics para las elecciones de 2016. Su director de campaña, Barry Bennett, abandonó la partida. Su jefe de finanzas, Dean Parke, renunció en medio de una crítica cada día más virulenta por su gestión de gastos y su salario de 20.000 dólares por mes. Carson, como candidato que no estaba entre los favoritos, alguna vez tuvo la posibilidad de ser una voz nueva en la cruzada por una reforma económica. En lugar de eso, en su campaña aprendió de la peor manera que cuando se es candidato republicano sin un buen fichero de multimillonarios la tarea puede ser infernal.

5. Chris Christie: los multimillonarios más elementales

Para alguien que está tan abajo en los sondeos, el gobernador de New Jersey Chris Christie ha recogido una pasta sorprendente: 18,6 millones de dólares, de los cuales ha gastado 5,7 millones. A la gente como Dios manda no le cae bien; Christie ha recibido el menor número de pequeñas contribuciones de todos los partidos, apenas el 3 por ciento.

Por otro lado, su super-PAC, “America Leads”, recaudó 11 millones de dólares, de los cuales 4,3 millones fueron aportados por compañías de seguros y fondos de inversión. Entre sus principales donantes corporativos, con un millón cada uno, están Point 72 Asset Management, la fundación de Steven y Alexandra Cohen y el Winnecup Gamble Ranch, dirigido por el multimillonario Paul Fireman, director de Fireman Capital Partners y fundador y ex director de Reebok International Ltd.

La fortuna de Steven Cohen ronda los 12.000 millones de dólares; en el equipo económico nacional de la campaña de Christie, Cohen fundó Point 72 Asset Management después de verse obligado a cerrar SAC Capital, su anterior empresa de inversiones de riesgo, debido a que fue acusado de utilizar información privilegiada. SAC debió pagar 1,2 millones de dólares para solucionar la situación.

Otro multimillonario amable con Christie es Ken Langone, cofundador de Home Depot. Pero Langone, como le ha dicho a National Journal, no firma un cheque por 10 millones de dólares; según sus propias palabras, su método preferido para subsidiar políticos es consiguiendo que “muchas personas firmen cheques y hacer que ellas consigan más gente que firme talones; afortunadamente, esto ha resultado en mucho más que 10 millones de dólares”. Dicho de otro modo, utiliza su fichero de superadinerados, sin implicarse económicamente.

6. Donald Trump: Yo soy un multimillonario

La recaudación de campaña de Trump ha conseguido alrededor de 5,8 millones de dólares en contribuciones personales y sus gastos están más o menos en esa suma. A pesar de que esto no es gran cosa en comparación con otros contendientes republicanos, es de hacer notar que el 70 por ciento de las contribuciones de Trump proviene de pequeños donantes (la proporción más alta entre los candidatos del Partido Republicano). Este es un dato que sugiere que no debería subestimarse el apoyo de las bases que tiene Trump, sobre todo cuando está obteniendo importantes cantidades de dinero de quienes saben que él no lo necesita.

El pasado julio apareció una super-PAC llamada “Make America Great Again”, pero en octubre fue cerrada para honrar las palabras de Trump en contra de las super-PAC. Para él, tener que vérselas con la agenda de unas super-PAC es una complicación para su tiempo y ego que no vale la pena afrontar (después de todo, Trump es el mejor multimillonario, y hay que creerle). Por otra parte, con el aval de luminarias como la ex gobernadora de Alaska Sarah Palin y un comando de figuras de la televisión que están más allá de toda comparación, ¿quién necesita una super-PAC o incluso poner su propio dinero, del que hasta ahora ha gastado muy poco?

DEL LADO DEMÓCRATA

1. Hillary Clinton: una familia de multimillonarios

Entre 2007 y 2014, Hillary y Bill Clinton ganaron unos fenomenales 139 millones de dólares, principalmente escribiendo libros o disertando en corporaciones de Wall Street e internacionales de alto nivel. Entre 2013 y 2015, Hillary Clinton dio 12 conferencias ante bancos, firmas de gestión de valores y otras empresas financieras de Wall Street, embolsando unos bonitos 2.935.000 dólares. Naturalmente, ella ha empleado sus conocimientos en la recaudación de fondos para convertir su campaña en una máquina de conseguir dinero.

Hasta el 16 de octubre de 2015 ella había recaudado 97,87 millones de dólares provenientes de contribuciones personales y de las PAC. Con toda seguridad, también sabe cómo gastarlos. Cerca de la mitad de ese monto –49,8 millones, más del triple de lo gastado por cualquier otro candidato– ya ha sido destinada a los gastos de campaña.

Los pequeños donantes solo alcanzaron el 17 por ciento de lo recaudado por Hillary; 81 por ciento corresponde a grandes donaciones personales. Estas cifras tienen bastante que ver con su forzada campechanía en los primeros días de su campaña, cuando fue pillada comiendo un “burrito” en un local de la cadena Chipotle en su primera operación importante de contacto con los votantes de Ohio y muestran cierta falta de savoir faire en su relación con las clases menos favorecidas.

Aun así, a pesar de su excursión de discursos por Wall Street y del hecho de que cuatro de los seis principales bancos de la zona figuran entre los 10 principales apoyos en la carrera de Hillary, hasta ahora se han contenido en este ciclo eleccionario (o tal vez, en lugar de eso, aportando al Partido Conservador). Después de todo, la campaña de 2008 fue un descalabro para ella y a nadie le gusta estar dos veces del lado de los perdedores.

De todos modos, su mayor super-PAC, “Priorities USA Action”, recaudó 15,7 millones de dólares –de los cuales, 4,6 millones provenían de la industria del entretenimiento y 3,1 millones de empresas de seguros y de inversión–. Los grupos Saban Capital y DreamWorks aportaron dos millones cada uno.

Recientemente, Hillary ha tratado de distanciarse de su merecida reputación de ser muy amiga de Wall Street, pese a los elevados honorarios convenidos con Goldman Sachs –entre otros– por sus disertaciones, por no hablar del hecho de que los Seis Grandes de la banca han donado dinero a la Fundación Clinton. Ahora, ella sostiene que su “plan Wall Street” es más riguroso que el de Bernie Sanders (esto no es así: Bernie aboga por la reducción del poder de la banca mediante la actualización de la ley Glass-Steagall***, de 1933, que durante la presidencia de Bill Clinton fue puesta bajo siete llaves.

Para ponerle una guinda al pastel, Hillary programó una elitista reunión de recaudación en la sede de la firma de “inversiones alternativas” Franklin Square Capital Partners –cuyo capital es de 17.000 millones de dólares– realizada cuatro días antes de las primarias de Iowa. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

Lógicamente, Hillary tiene abundancia de multimillonarios a su lado; todos ellos respaldaron a su maridito durante años. El principal entre ellos es el magnate de los medios Haim Saban, quien entregó dos millones de dólares a su super-PAC. Otro magnate, esta vez de los fondos de inversión –George Soros–, contribuyó con 2,02 millones. El director ejecutivo de DreamWorks Animation, Jeff Katzenberg donó un millón. Y la lista no acaba aquí.

2. Bernie Sanders: no se admiten multimillonarios

Bernie Sanders se ha mantenido fiel a su palabra, llevando adelante una campaña sin multimillonarios. Hasta octubre de 2015 había recaudado unos impresionantes 41,5 millones de dólares y gastado alrededor de 14,5 millones.

Ninguna de sus principales empresas donantes son bancos de Wall Street. No solo eso: el 77 por ciento de sus contribuciones han sido hechas por pequeños donantes individuales –lo que constituye todo un récord–; parece ser que esta cifra no hará otra cosa que crecer, ya que legiones de sus seguidores votan con su chequera.

Según un comunicado de prensa de la campaña de Sanders a comienzos de este año, durante los tres últimos meses de 2015 se habían recaudado 33 millones de dólares más: “La cuenta para el último cuarto del año ha llegado a los 73 millones. Fueron aportados por más de un millón de personas, que alcanzaron un récord de 2,5 millones de donaciones”. Este guarismo batió el record de 2011 establecido por la comisión de reelección del presidente Obama con 300.000 contribuciones más. Esto sugiere que las contribuciones personales para Sanders continuarán llegando. Después de los últimos ataques recibidos desde el campo de Clinton por su plan de universalizar el acceso al sistema sanitario, Bernie recaudó 1,4 millones de dólares en solo día.

Por supuesto, sería una ironía por partida doble si lo que ha sido el campo de juego de los multimillonarios desde que se decidiera regular las donaciones para las campañas electorales, en noviembre se convirtiera en la sepultura de los multimillonarios en la que literalmente se enterrarían miles de millones de dólares de dinero plutocrático bajo una lápida con el rótulo “Aquí yace la campaña electoral de 2016”.

Los medios y los debates

En cierto sentido, cuando se habla de miles de millones, está claro que el auténtico escenario de esta época es la televisión, donde se gastarán 6.000 millones de dólares en spots de propaganda política para inundar las pantallas antes de que llegue el 8 de noviembre. Además de los impresionantes índices de propaganda que las empresas mediáticas han conseguido, el último grito de la moda es el gran espectáculo en vivo y directo de los “debates”; empezaron a mediados de 2015 y dan la impresión de que nunca acabarán. En algunos momentos han conseguido audiencias similares a las de la Liga Nacional de Fútbol; sin duda constituyen un entretenimiento y un espectáculo que proporcionan unos beneficios altísimos.

He aquí una breve sinopsis de lo que de momento han sido esos debates, sus ganadores y sus perdedores (ni siquiera estoy pensando en los candidatos, a pesar de que es obvio que hasta hoy Donald Trump lidera la lista de los ganadores; no hay más que preguntárselo). En estos espectáculos de gran audiencia, especialmente los de los republicanos, sorprende que los medios no les pregunten acerca de posibles reformas en la financiación de las campañas electorales ni tampoco sobre la influencia de los multimillonarios, ni –extrañamente– en qué circunstancias consiguen esa financiación.

El show del Partido Republicano

El puntapié inicial fue el 6 del pasado agosto, con el debate del Partido Republicano en Claveland, Ohio; todo un triunfo de la cadena Fox News. Seguido por 24 millones de televidentes, fue el debate de primarias que consiguió la mayor audiencia en la historia de la televisión. El que más se le acercó fue el que se realizó en la Biblioteca Reagan en Simi Valley, California, presentado por la CNN y Radio Salem, que consiguió una audiencia de 23,1 millones de personas, convirtiéndose en el programa de la CNN más mirado en toda su historia (naturalmente, Trump reclamó el mérito por ello). La CNN embolsó 200.000 dólares por cada anuncio de 30 segundos (como promedio, la CNN acostumbra a cobrar unos 5.000 dólares por cada spot en las horas de máxima audiencia). El tercer debate lo emitió la CNBC y atrajo a 14 millones de televidentes, un récord para esta cadena; por entonces, cada anuncio de 30 segundos costó 250.000 dólares o más.

La cadena Fox Business News y el Wall Streer Journal presentaron el siguiente encuentro, que tuvo lugar el 10 de noviembre; lo vieron 13,5 millones de televidentes y (uff) fue un nuevo récord de la FBN. Esta vez, los spots comerciales de 30 segundos costaron 175.000 dólares.

El quinto y último debate de 2015, el 15 de diciembre en Las Vegas, otra vez transmitido por la CNN y Radio Salem, que atrajeron una audiencia de 18 millones de personas. Finalmente, en el comienzo de 2016, el cansancio por los debates ya podía percibirse. El primer debate de este año, el 14 de enero, en North Charleston, South Carolina, solo consiguió 11 millones de televidentes en la Fox Business News. Cuando se llegó al segundo debate (el último antes de las primarias de Iowa), el 28 de enero, Donald decidió no honrarlo con su presencia debido a que él pensaba que la FBN no lo había tratado lo suficientemente bien y porque el odio que le despierta su presentadora Megyn Kelly.

Los debates de los demócratas

Frente a las altas tarifas asignadas a los spots en los debates del Partido Republicano, la CNN hizo una rebaja del 50 por ciento en uno de los debates de los demócratas, y cobró 100.000 dólares por los anuncios de 30 segundos. Todo hay que decirlo: a falta de una estrella de la TV para ocupar el centro del escenario, los anunciantes afines al Partido Demócrata y sus asociados no suelen pagar tan bien. El primer debate de los candidatos demócratas, el 13 de octubre en Las Vegas, presentado por la CNN y Facebook, promedió una respetable audiencia de 15,3 millones de televidentes, pero el siguiente, en Des Moines, Iowa, supervisado por la CBS y el Des Moines Register, fue visto por apenas 8,6 millones de personas. Se dice que el tercer debate, en Manchester, New Hampshire, presentado por la ABC y el WMUR (canal local de televisión), fue ocultado adrede por la Comisión Nacional Demócrata (sin duda para tratar de hacerle un favor a Hillary) programándolo para el último sábado antes de la Navidad. No debe extrañar que solo atrajera a 7,85 millones de televidentes.

El cuarto debate de los candidatos demócratas, emitido el 17 de enero por la NBC (YouTube lo mostró en vivo) dio testimonio de la intensificación del enfrentamiento entre un vigorizado Bernie y una asustada Hillary. Cosechó 10,2 televidentes, y otros 2,3 millones lo siguieron por YouTube, incluso a pesar de que había sido ocultado deliberadamente programándolo para la noche del domingo anterior al aniversario de la muerte de Martin Luther King. En comparación con el debate, el programa 60 Minutes de la cadena rival CBS recogió 20,3 millones de teleespectadores.

El resultado final

¿Cuál ha sido? En esta contienda electoral, está claro que las escaramuzas en las que están implicados los ultra-adinerados y sus montones de dinero en metálico están transformando la política moderna de Estados Unidos en una especie de representación teatral. Y que aparentemente la correlación entre el gran dinero y la gran obra dramática no hará otra cosa que crecer. Lo medios necesitan hacer la mejor caja posible entre hoy y el día de las elecciones; para ellos, la competencia entre los multimillonarios se parece mucho a las apuestas en las carreras de caballos. Había una vez unos candidatos que despertaban el entusiasmo de los votantes poniendo el acento en su programa político; hoy en día, los programas políticos, tal como son, han quedado reducidos a algunas palabras de moda y frases hechas, mientras el dinero y su oropel son los principales valores que llaman la atención.

Dicho esto, todo podría resultar un fracaso para la clase adinerada, ¿y no sería satisfactorio presenciarlo?: la incongruencia de unas elecciones no ganadas por los multimillonarios y patrones corporativos sino a pesar de todos ellos.

¿Derrotarán los ciudadanos de Bernie a los multimillonarios de Hillary? ¿Se medirán los miles de millones de Trump con los de su multimillonario colega neoyorquino Michael Bloomberg? ¿Tendrán respuesta las oraciones de Cruz? ¿Arrasará Rubio en la última vuelta contra Cruz y Trump? ¿Existe acaso Jeb Bush? Y para plantear una pregunta que muy pocos harían: ¿Qué es lo que el pueblo estadounidense –y nuestra antigua república democrática– puede perder (o ganar) con este espectáculo? Todo esto (y más y más dinero) se revelará más tarde este año.

* En Estados Unidos, un multimillonario (billonaire, en inglés) es una persona cuya fortuna personal se mide en miles de millones de dólares. (N. del T.)

** Se refiere a la decisión del Tribunal Supremo que en 2000 zanjó la disputa por el recuento de votos en el estado de Florida y concedió la victoria a George W. Bush. (N. del T.)

*** Esta ley prohibía que los bancos comerciales se involucraran en el negocio de las inversiones. (N. del T.)

Nomi Prins , colaboradora regular de TomDispatch es autora de seis libros, oradora y miembro distinguido de Demos, un instituto apartidario que trabaja por la igualdad política y económica de los estadounidenses. Su libro más reciente es All the Presidents’ Bankers: The Hidden Alliances That Drive American Power (Nation Books). Ha sido ejecutiva en una empresa de Wall Street. Agradecemos especialmente al investigador Craig Wilson por su estupendo trabajo en la elaboración de esta nota.