“Nunca conoció la tundra, ni las auroras boreales. No pudo correr, ni nadar, ni cazar, como hacen los osos de su especie”, destaca la red ambiental Oikos.
Regeneración, 10 de julio de 2016.- Tras una larga agonía y 23 años de cautiverio, murió Arturo, un oso polar del zoológico de Mendoza, Argentina. Un mamífero de 31 años que se transformó en ícono de la lucha por los derechos de los animales.
Desde verano de 2014, se realizaron varias protestas en el zoológico para exigir el correcto cuidado de Arturo, sin embargo, la junta médica determinó que no era posible trasladarlo a Canadá por las malas condiciones en que se encontraba.
Oikos Red Ambiental, con sede en la provincia de Mendoza, realizó un homenaje en su página de Facebook y relató la historia de Arturo, cómo y porqué llegó al zoológico en 1993.
“Arturo llegó a Mendoza como objeto de canje entre instituciones. Nunca conoció la tundra, ni las auroras boreales. No pudo correr, ni nadar, ni cazar, como hacen los osos de su especie. Durante su largo encierro, soportó con dignidad el calor, el Zonda, los barrotes y el cemento de un espacio reducido, soportó la soledad y la inmovilización a la que fue condenado desde su nacimiento”.
Además, desde Facebook, el grupo Friends of Arturo denuncia cómo se utilizó la imagen del oso para fines políticos y comerciales:
“Se preguntaron cuál es el motivo por el que ambientalistas truchos y medios amarillistas niegan las fotos reales en las que se ve a Arturo bien, conectado, jugando, tranquilo y continúan fogoneando con el asunto del “oso más triste del mundo”? Y publicando fotos que no tienen que ver con la situación actual? Que patéticos intereses hay detrás de tal negación y falsedad? Será que se les termina el negocio si la gente lo ve a Arturo cuidado y atendido? Será que el negocio es sembrar odio y bronca en contra del Zoo? Cuánta gente sufre innecesariamente con tales mentiras? Qué repudiable!”.
Asimismo, el blog Abriendo Jaulas expuso algunas imágenes de Arturo en un ambiente hostil para su pleno desarrollo y cuestionó la existencia de las “prisiones” llamadas zoológicos.
“El zoológico de Mendoza se defiende diciendo que murió por su avanzada edad y que se le dio la mejor atención veterinaria, pero ese no es el punto. Claro que iba a morir tarde o temprano, el asunto relevante es cómo vivió. Estas prisiones llamadas zoológicos siguen existiendo porque hay visitantes que aplauden que los animales sean privados de su libertad para exhibirlos ante nuestros ojos egoístas, que sólo piensan pasar un buen rato, tomar un par de fotos y volver a su vida, olvidándose que los animales se quedan para siempre ahí, que su única función fue entretenernos”.
La autora del artículo en dicho blog, agrega que como seres humanos hemos tenido el poder de someter la vida de los animales a nuestro antojo.
“¿Qué puede aprender alguien cuando ve a uno oso polar solo y enjaulado a 40 grados en verano? Que tenemos el poder de someter y transformar las vidas de los animales a nuestro antojo y disfrazar este hecho de educación y conservación. Aprendemos que los animales están para ser observados cuando queramos y como queramos al precio que sea, que generalmente es su salud mental, su vida”.
Con información de Global Voices.