Por Ricardo Natalichio (EcoPortal.net)
La sociedad de consumo se compone de unos 1.800 millones de personas sobre las 7.000 millones que poblamos este planeta. Esas personas son las principales responsables del deterioro de los recursos naturales y del calentamiento global. Pero a su vez, son las menos perjudicadas, puesto que cuentan con los recursos económicos necesarios para afrontar las consecuencias que esta teniendo esta crisis ambiental de escala planetaria.
Es decir que mas de 5.000 millones de personas están sufriendo sequías, inundaciones, desertización de la tierra, contaminación del agua, pérdida de biodiversidad y demás perjuicios, sólo para que 1.800 millones mantengan un estilo de vida y un nivel de consumo de bienes, superior al que la Tierra puede soportar.
Tanto es así que se calcula que hoy se están utilizando anualmente un 50% más de los recursos naturales que la naturaleza genera en ese período, y que pronto llegaremos al 100%, es decir que estaremos gastando en un año, los recursos generados por el planeta en dos años.
Si bien un pequeño porcentaje del gasto excesivo de recursos puede ser atribuido a las clases media y alta de los países en desarrollo, una amplísima mayoría se consume en los países desarrollados. Es por eso que una de las claves para detener el deterioro del ecosistema planetario se encuentra en un drástico cambio en el estilo de vida de estas personas, dejando atrás el modelo basado en el consumismo desenfrenado e irracional, para transitar el camino de la sostenibilidad.
Este cambio es absolutamente necesario para frenar el veloz deterioro del planeta. Se calcula que el 20% más rico está consumiendo el 80% de los recursos generados.
Es comprensible que, para quienes han sido culturalmente criados y han vivido toda su vida de cierta forma, modificarla radicalmente resulte una decisión difícil de tomar, sobre todo porque desde el sistema -a través de los medios masivos de comunicación que se encuentran a su servicio-, se alienta y estimula el consumo y se impone la idea de que no hay otras alternativas de vida posibles, a la que este modelo propone.
Se provoca una falsa sensación de seguridad, de que si nos mantenemos bajo el paraguas del sistema, si seguimos sus reglas y dentro de sus patrones, vamos a estar amparados y protegidos. Y por otra parte, se crean dudas y miedos sobre la posibilidad de elegir una vida fuera del reflejo de los espejitos de colores.
El hecho de que los gobernantes de los países desarrollados planteen seriamente un cambio contundente en el estilo de vida de su población, suena como algo muy cercano a lo imposible, ya que por un lado llegan a ocupar sus cargos apoyados económicamente por empresas multinacionales, con las que luego se encuentran comprometidos, y por otro no hay una decisión en la población de apoyar ese cambio con la fuerza necesaria.
Es por eso que el camino debe recorrerse desde abajo hacia arriba, estableciendo primero las bases del cambio en los pueblos, educando y concientizando a las nuevas generaciones de que este cambio es tan posible como necesario, para que ellos mismos puedan en el futuro cercano, gozar de una vida digna y de un mundo habitable para nuestra especie.
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