Las moscas: Ayotzinapa, la tragedia y la esperanza

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Regeneración, 18 de noviembre de 2014.-En la obra teatral denominada con el mismo título, el filósofo francés Jean Paul Sartre describe la llegada del joven Orestes a Argos, su ciudad natal, donde descubre que Agamenón su padre ha sido asesinado por Egisto. En esa pieza emblemática del Teatro de la Resistencia contra la invasión nazi de Francia, la actitud de miedo e indiferencia con que los habitantes reaccionaron ante el crimen, infestó la ciudad de moscas, cuya pegajosa presencia funciona como alegoría existencialista de la inmoralidad imperante en Argos. El surgimiento de un imponente movimiento juvenil-estudiantil de carácter nacional e internacional en solidaridad con la lucha de los estudiantes de la Escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa representa el más importante intento por liberar a México de las moscas reproducidas exponencialmente durante la Guerra calderonista-estadounidense contra las drogas y en estos dos años del nefasto “Pacto contra México”. La irrupción de los jóvenes rebeldes mexicanos transformó en cuestión de días un país sumergido en la perplejidad, en una sociedad indignada, viva y solidaria, dispuesta a confrontar la impunidad y las múltiples formas de delincuencia solapadas por muchos políticos mexicanos.

El día del informe presidencial, cuando la élite política y económica convirtió el Zócalo en estacionamiento, la alianza PRI-PAN-PRD que cogobierna con Enrique Peña Nieto andaba de fiesta. Tras aprobar diez reformas legislativas que alteraron el pacto social en nuestro país, a favor de la oligarquía, la coalición que desmantela México para crear un “clima de negocios”, había logrado la ominosa privatización del petróleo (no puede llamársele de otro modo, por más orweliano que sea el lenguaje de la presidencia). La euforia era tal que en una de las reuniones de la CONAGO alguien filtró que algún gobernador había hablado de que en los próximos años la intervención de las empresas petroleras extranjeras inyectaría a las arcas nacionales más de 180 mil millones de dólares. La “nueva burguesía” incubada por el pacto se preparaba como José López Portillo para “administrar la abundancia”. El gobernador Rodrigo Medina, gobernador de Nuevo León, por citar un caso, anunció que la reforma permitiría la apertura de una importante cantidad de pozos petroleros, que permitiría unir a “su estado”, a lo que, en su discurso era el equivalente a algo así como la locomotora texana del progreso. Todavía el 21 de septiembre, en el contexto de la participación de Enrique Peña Nieto en la 69 Asamblea General de la ONU, cuando recibió el inexplicable Premio al Estadista Mundial 2014, los funcionarios, empresarios y periodistas cercanos la Presidencia de la República hablaban del Mexican Moment (así en inglés).

La lucha de los jóvenes de Ayotzinapa y sus familias dio un vuelco a la historia nacional y pinchó el sueño de los Golden Boys. Los estudiantes guerrerenses encarnan la resistencia campesina, la falta de expectativas para los jóvenes, la desconfianza en el poder judicial, el hartazgo respecto a los partidos políticos, la tradición de movilizaciones indígenas, el civismo afromexicano, la adopción de una postura de clase, la lucha contra la reforma educativa y la oposición al narco-gobierno municipal. Los normalistas desaparecidos querían ser maestros para ir a trabajar a las comunidades más pobres del país y se empeñaron en estudiar la carrera de maestros, pese al aniquilamiento programado de las normales, el fantasma del hambre y la satanización de los maestros (de la CNTE) encabezada por Emilio Chuayffet.

Su tenacidad logró concitar una amplísima solidaridad internacional. Ayotzinapa es hoy una palabra conocida en todo el mundo. Es una noticia mundial seguida día a día en los titulares. La conmovedora preocupación de las familias constituye la imagen de México en el imaginario mundial. Los pronunciamientos de la ONU, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el parlamento europeo, Human Rights Watch, Amnistía Internacional y los múltiples pronunciamientos de personalidades e intelectuales de los más diversos países, desmoronaron para siempre, la imagen de un hombre que vive para la imagen.

La clase política pondrá todo su oficio para evitar un cambio trascendental. Por el momento juega a la ruleta rusa para ver quien pagará los platos rotos. Se trata eso si de la peor crisis política experimentada por la Presidencia de la República que está empezando a entender la diferencia entre un “problema de imagen” y una grave crisis de impopularidad. El movimiento de los jóvenes rebeldes mexicanos ha abierto una auténtica oportunidad histórica, para oponerse al desmantelamiento de la nación. El reto no es fácil porque habrá que traducir el descontento en una fuerza capaz de construir un sujeto político democrático, con objetivos claros y con una adecuada combinación, convergencia y coherencia de muy variados medios de lucha.