Lomas Taurinas, el ataúd de Colosio y del sistema 20 años después

Por: Jenaro Villamil

Sobre un terreno de cerros y tierras ociosas se fundó en 1970 una colonia de 1,500 personas, lideradas por el priista Agustín Pérez Rivero. Se llamó Lomas Taurinas, nombre heredado porque su propietario original Francisco Ross Rivero, de nacionalidad española, pretendió fundar ahí el fraccionamiento El Taurino.

Ya nadie recuerda que ese terreno originalmente formó parte del ejido Tampico, de Tijuana. Origen doblemente simbólico: Tampico, sede del cártel del Golfo que en 1994 era mucho más poderoso que ahora. Y Tijuana, la ciudad de otro cártel que protagonizó una agria disputa con su némesis, el cártel de Sinaloa.

En mayo de 1993 asesinaron en Guadalajara al cardenal Juan Jesús Posadas, quizá el primer asesinato en el sexenio de Carlos Salinas que precedió al crimen ocurrido en la tarde del 23 de marzo en esos terrenos de Lomas Taurinas. Los Arellano Félix, dueños de la plaza de Tijuana, fueron los principales sospechosos y responsables del homicidio del purpurado.

En marzo de 1994 la campaña presidencial de Luis Donaldo Colosio vivía una severa crisis. “No levanta el vuelo”, decían la mayoría de los observadores. Colosio quedó prácticamente “borrado” mediáticamente ante el interés concentrado en la irrupción del EZLN en Chiapas y el protagonismo del comisionado Manuel Camacho Solís, su adversario interno en el gabinete de Salinas.

Apenas un día antes, el 22 de marzo, Camacho y Colosio habían hecho las pases. Para los reporteros de medios nacionales que cubrían la campaña del PRI ésa era la nota del 23 de marzo. En rueda de prensa, Colosio ya había explicado los detalles de ese pacto con el poderoso comisionado de la paz en Chiapas, enviado por el propio Salinas.

Cuando terminó la conferencia de esa prensa, ese 23 de marzo de 1994, la mayoría de los reporteros no acompañó a Colosio a la colonia Lomas Taurinas. Era un “evento local”, pensaron muchos. La “nota” ya se había dado antes, en la conferencia de prensa. Algunos se fueron de shopping a San Diego y otros se quedaron en sus hoteles.

Sólo los periodistas locales acudieron a ese sitio gris llamado Lomas Taurinas. Algunos observaron una manta que decía “Camacho y Marcos te Vigilan” un mensaje por demás intrigante. Dicen que Colosio no observó esa manta.

Cuidao con la culebra…

A las 5:30 de la tarde, hora de Tijuana (19:30 horas en la Ciudad de México) llegó la comitiva de Luis Donaldo Colosio a ese enclave de militantes priistas, de las pocas colonias con filiación tricolor en una ciudad y un estado gobernado por Ernesto Ruffo Appel, el primer mandatario estatal del PAN en la historia reciente.

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Colosio, cuentan múltiples testimonios publicados entonces, batalló para entrar a la plaza que parecía una trampa logística. No tenía salidas fáciles. Estaba rodeada de cerros y callejones angostos. Un arroyo de aguas negras, Pastejé, era la salida más fácil. Y Colosio llegó por la calle La Punta, en una camioneta pick up.

Al candidato presidencial priista lo montaron en una camioneta, propiedad de Juan Manuel Barrón, otro colono de Lomas Taurinas. Colosio estaba acompañado por el fundador de este caserío, el priista Agustín Pérez Rivero.

La mayoría de sus escoltas tomaban sodas “muy tranquilamente”, mientras Colosio arengaba entre los asistentes en un discurso insustancial, según recuerdan algunos de los asistentes en un reportaje publicado en El Universal (26-febrero-2014).

Su coordinador de campaña, Ernesto Zedillo, no estaba presente en el evento. De hecho, prácticamente estaba borrado en los eventos públicos de Colosio.

En su declaración ministerial, Zedillo recordó que entre el 22 y 23 de marzo de 1994 mantuvo comunicación con Colosio:

“El día 22 para transmitirle el mensaje del licenciado Salinas respecto a la declaración de Camacho y su petición de que Colosio hiciera a su vez una declaración sobre Camacho. El día 23 hablamos dos veces por teléfono. La primera alrededor de las siete de la mañana para comentar los acontecimientos del día anterior y la conveniencia de que no esperara a su regreso a la Ciudad de México para comunicarse con el licenciado Salinas y reconocerle el acuerdo referido. Me indicó Colosio que hablaría con el licenciado Salinas en el curso del día.

“La segunda vez me llamó de La Paz, alrededor de las tres de la tarde, justo antes de partir a Tijuana. Me comentó que su llamada con el licenciado Salinas había sido muy grata. Estaba satisfecho y contento por eso y por los resultados de su gira” (Nexos, enero 2014).

Esa tarde Zedillo no estaba en Lomas Taurinas. Colosio estaba prácticamente a merced de un extraño equipo de seguridad cuya mayoría de integrantes tenían problemas de sobrepeso, de diabetes o de falta de energía física, según un reportero consultado que cubrió aquella campaña. Sólo Domiro García, general del ejército, era el más entero de su equipo de seguridad.

A Domiro se le fue Colosio de su campo visual cuando bajó del improvisado templete en Lomas Taurinas y fue rodeado por decenas de supuestos simpatizantes del PRI.

En el altavoz de un improvisado equipo de sonido se escuchaba la canción de La Culebra, a ritmo de “quebradita” de la Banda Machos.

“Huye José, Huye José (primer disparo). Cuidao con la culebra (segundo disparo) que muerde los pies….

¿Quién podría olvidar en Lomas Taurinas la sincronía de esta canción con los disparos de un joven de pelo chino, de estatura baja, que se le acercó a Colosio para dispararle a quemarropa? Al disparador luego lo conoceríamos con el nombre de Mario Aburto.

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Pérez Rivero, quien estaba junto al candidato presidencial del PRI, rememoró que Colosio cayó a unos metros de la calle Mariano Arista y se lo llevaron de inmediato al hospital en una camioneta estacionada en el arroyo Pastejé.

A veinte años de distancia, la continuación de esa calle Mariano Arista se llama ahora Avenida Carlos Salinas de Gortari, de la colonia Ampliación Lomas Taurinas.

A unos metros donde fue abatido Colosio estaba la base número 12 de la Fuerza Aérea Mexicnaa.

Ni esperanza ni verdad en la Plaza Cívica

Nadie preservó las evidencias en la polvorosa plaza de Lomas Taurinas. Se encontraron los supuestos casquillos que mataron a Colosio. Algunos recuerdan que había sangre y pedazos del cerebro del candidato ultimado. Todo fue un caos.

-¡Mataron al candidato! ¡Mataron al candidato! –fueron los gritos circundantes.

El equipo de sonido siguió reproduciendo La Culebra.

En ese sitio donde ocurrió el segundo gran magnicidio del siglo XX en México –si pensamos que otro sonorense, Alvaro Obregón, fue asesinado en La Bombilla en 1928- es muy diferente ahora.

Sobre el sitio del disparo construyeron una “plaza cívica” de concreto con la estatua de Colosio que se llama “Plaza de la Verdad y la Esperanza”. Llegó un templo de la Iglesia de Jesucristo, Príncipe de Paz, y se construyeron canchas de basquetbol.

También se construyeron, con fondos municipales, una biblioteca llamada Luis Donaldo Colosio que “sólo se abre de vez en cuando”, según testimonio de los vecinos reproducidos por Expansión, y un centro de salud con el nombre de la viuda Diana Laura Riojas, quien falleció meses después.

Lomas Taurinas alcanzó resonancia mundial por ser el epicentro del crimen ocurrido hace 20 años. Los colonos están cansados de las oleadas de periodistas y situacionistas que visitan el lugar cada 23 de marzo. En la campaña presidencial del 2012 el PRI mandó a pintar un mural kitsch con los rostros de Colosio y de Enrique Peña Nieto.

Ambos miran al infinito. Quizá al vacío. Tal vez nadie logre entender el secreto mejor guardado en Lomas Taurinas.